Periódicamente
las diversas dictaduras que hay en el mundo pretenden disimular su naturaleza
violenta y arbitraria simulando someterse a la voluntad popular en elecciones
amañadas.
El problema de las bayonetas
“Con las bayonetas, Sire, se puede hacer de todo menos
sentarse sobre ellas”, le
habría advertido al emperador Napoleón Bonaparte su ministro de Relaciones
Exteriores, el genial diplomático Charles Maurice de Telleyrand.
Cierta o no la anécdota, la frase encierra una norma
de la política, todo gobierno, en especial los que se sustentan en la fuerza y
la violencia, debe buscar la forma de adquirir legitimidad jurídica y
aceptación internacional para sustentarse en el tiempo.
En la búsqueda de esa legitimidad, las dictaduras y
los regímenes de partido único suelen recurrir a la implementación de procesos
comiciales que constituyen auténticas farsas cuyo único objeto es permitir a
ese tipo de gobiernos y líderes vestirse con el ropaje de las democracias.
Así, lo han hecho a lo largo de la historia los
gobiernos dictatoriales disfrazados de democracias donde el tirano de turno ganaba
las elecciones por porcentajes insólitamente mayoritarios, logrando así
perpetuarse en el poder en ocasiones vitaliciamente.
El patriarca paraguayo
El general Alfredo Stroessner Matiauda (1912 – 2006)
se mantuvo en la presidencia de Paraguay por treinta y cinco años. Ascendió al
poder beneficiándose de un golpe de Estado, como candidato del Partido
Colorado, el 15 de agosto de 1954 y fue derrocado por otro golpe de Estado
militar el 3 de febrero de 1989.
El dictador paraguayo fue elegido siete veces
consecutivas como presidente, primero sin oposición en un régimen de partido
único y luego mediante elecciones fraudulentas en las cuales la oposición solo
servía para dar legitimidad al régimen, pero no tenía ninguna posibilidad de
triunfar. En su última reelección, en 1988, obtuvo el 88% de los votos.
La Nicaragua de las dinastías
En Nicaragua, la familia Somoza se mantuvo en el poder
desde 1937 a 1979 sucediéndose en el control del Estado y el Ejército de padres
a hijos o entre hermanos: Anastasio Somoza García (1937 – 1956), Luis Somoza DeBayle
(1956 – 1963) y Anastasio Somoza DeBayle (1963 – 1979) hasta que la dinastía
fue derrocada por los guerrilleros del Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN).
La Revolución Sandinista triunfo solo para que
Nicaragua terminase en manos de una nueva dinastía dictatorial, esta vez de
ideología seudo marxista encabezada por el comandante sandinista José Daniel
Ortega Saavedra, que lleva 26 años en el gobierno del país. Ortega fue elegido
presidente en las elecciones de 2006 y reelegido en 2011, 2016 y 2021.
Anteriormente había ejercido la presidencia entre 1985 y 1990.
Ortega se ha mantenido en el poder desde 2006
persiguiendo a los opositores, anulando toda forma de libre expresión y
pisoteando las libertades individuales.
Durante la campaña electoral de 2021, el gobierno de
Ortega realizó una serie de detenciones de opositores que eliminaron a varios
competidores por la presidencia. Diez precandidatos presidenciales fueron
detenidos y acusados de “traición a la patria”, otros dos aspirantes
disidentes optaron por el exilio y dos partidos políticos fueron inhabilitados.
El día de la votación la abstención fue muy alta.
Según el gobierno voto el 65,34% del padrón de 4,5 de millones de electores
habilitados. Según la oposición la abstención fue del 81,5%. El FSLN que
llevaba a Daniel Ortega como candidato presidencial obtuvo el 72,92% de los
votos.
Varios países europeos y latinoamericanos, así como
Canadá y Estados Unidos calificaron abiertamente a las elecciones como “fraudulentas”.
La seudo democracia bolivariana
Otro dictador que apela a las elecciones fraudulentas
para mantenerse en el poder es el venezolano Nicolás Maduro que arribó al
Palacio de Miraflores gracias a comicios amañados, el 14 de abril de 2013,
cuando obtuvo el 50,61% de los votos válidos.
El 20 de mayo de 2018, Maduro convocó a elecciones
presidenciales anticipadas donde fue reelecto por un nuevo período de seis
años.
Según un informe de la OEA y las Naciones Unidas,
durante el primer gobierno de Maduro se registraron nueve mil ejecuciones
extrajudiciales y más de cuatro millones de venezolanos se han vieron forzados
a abandonar su patria.
Cualquier opositor se ve expuesto a detenciones arbitrarias
seguidas de torturas.
Los distintos partidos de la oposición venezolana,
sumados a los gobiernos de 51 países, la OEA, la Unión Europea, el Grupo de
Lima y el Grupo de los 7 (G7) no han reconocido su reelección, aduciendo que
dichos comicios fueron ilegales, carecían de garantías mínimas y no respetaban
las normas internacionales de procesos electorales.
Ahora, el régimen chavista de Nicolás Maduro se
apresta a realizar un nuevo fraude electoral, pese a lo comprometido en los
Acuerdos de Barbados suscriptos con la oposición en octubre 2023, en las
elecciones del próximo 28 de julio, día en que Hugo Chávez Frías cumpliría
setenta años.
La oposición nucleada en torno a la Plataforma
Unitaria, la coalición antichavista con más posibilidades de imponerse en los
comicios fue hostiga y proscripta. El Consejo Nacional Electoral (CNE) impidió
a la candidata triunfadora en la interna de este espacio, María Corina Machado
(a quien todas las encuestas le dan una intención de voto superior al 70%
aunque no pueda ser candidata), y luego a su sustituta Corina Yoris-Villasana
competir en los comicios. Finalmente, el CNE terminó por no permitir ninguna
candidatura de la Plataforma Unitaria.
A último momento, el CNE convalidó a trece candidatos
presidenciales, entre ellos el oficialista Nicolás Maduro como candidato del
nucleamiento “Gran Polo Patriótico Bolívar” con el lema: “El que va
es Nicolás”.
La manipulación de las candidaturas desató una ola de
críticas internacionales comenzando por la OEA a la que se agregaron la Unión
Europea y Human Rights Watch. Posteriormente, se sumaron los líderes de
izquierda de la región, tradicionalmente cercanos al régimen chavista, como el
presidente de Colombia, el ex guerrillero del M-19, Gustavo Petro, el
brasileño, Luiz Inacio “Lula” da Silva, el exmandatario uruguayo José “Pepe”
Mujica.
Pese a la adversa reacción internacional, al
condicionamiento de las candidaturas, el régimen chavista no aflojó su presión
sobre la oposición, al punto tal que seis dirigentes de la campaña electoral de
la Plataforma Unitaria se vieron obligados a refugiarse en la embajada
argentina en Caracas. El gobierno venezolano inmediatamente hostigo a la sede
de la representación diplomática argentina cortándole el suministro de energía
eléctrica y agua. No obstante, la cancillería argentina entregó el asilo
diplomático a los refugiados y se encuentra negociando con el gobierno
venezolano la posibilidad de su traslado a Buenos Aires.
Las violaciones de los derechos humanos por parte del
régimen chavista y la persecución a los opositores venezolanos no se circunscriben
a quienes permanecen en Venezuela.
El 21 de febrero de 2024, en Santiago de Chile fue
secuestrado y luego asesinado el exteniente venezolano Ronald Ojeda. Para el
gobierno chileno de Gabriel Boric todos los indicios apuntan a la intervención
de agentes de Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) en el
crimen.
No obstante, pese a todos estos hechos, el próximo 28
de julio, seguramente se impondrá nuevamente Nicolás Maduro en unos comicios
amañados. Esto permitirá al dirigente chavista hacer gala de su condición de “presidente
democrático” y proclamar que tiene el apoyo irrestricto del pueblo
venezolano, lo cual es una auténtica falacia.
La dictadura del Magreb
La República Argelina Democrática y Popular también
tendrá este año una farsa electoral similar a la venezolana para encubrir a una
feroz dictadura.
A decir verdad, Argelia nunca ha tenido un gobierno democrático,
sino que ha oscilado entre una dictadura militar de inspiración soviética con
partido único y la seudo democracia tuteladas por las fuerzas armadas.
Entre 1830 y 1962, Argelia fue una colonia francesa.
Argelia se independizó de Francia después de una prolongada y cruenta guerra de
liberación.
La lucha por la independencia estuvo a cargo de un
movimiento de liberación de ideología marxista, apoyado por los países del
Bloque Socialista, que aplicó con éxito tácticas de guerrilla rural y ataques
terroristas de guerrilla urbana, el Frente de Liberación Nacional (FLN).
Tras el retiro francés, cerca de un millón de europeos
abandonaron el país, mientras el FLN establecía una dictadura de partido único.
Primero con Ahmed Ben Bella (1962 – 1965) como presidente y luego, tras un
golpe de Estado militar, con el coronel Hourari Boumedienne desde 1965 a su
muerte en 1978.
En 1978, asumió la presidencia el coronel Chadli
Bendjedid, quién en 1989, introdujo el “multipartidismo” habilitando a 47
partidos. Las fuerzas mayoritarias eran el Frente Islámico de Salvación (FIS) y
el Frente de las Fuerzas Socialistas (FFS).
En junio de 1990, se llevaron a cabo elecciones
provinciales y municipales libres donde el FIS obtuvo el 52,42% de los votos.
Ante la posibilidad de un mayor triunfo de los islamistas en elecciones
presidenciales, el ejército y el FLN dieron un nuevo golpe de Estado cancelando
la apertura democrática.
Entre 1991 y 2002, Argelia vivió una sangrienta guerra
civil entre el Ejército de Argelia y las milicias del Ejército Islámico de
Salvación. La lucha estuvo caracterizada por las frecuentes violaciones a los
derechos humanos. Las torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones de
personas se hicieron algo frecuentes. El saldo fue de miles de muertos y
desplazados.
En 1999, al comenzar a estabilizarse la situación, se
realizaron elecciones muy condicionadas en las cuales el FIS estuvo proscripto
(los partidos islamistas continúan prohibidos hasta hoy). Se impuso en ellos
Abdelaziz Bouteflika, quien con el apoyo del Ejército gobernó hasta 2019,
triunfando en cuatro elecciones presidenciales consecutivas. Todo ello a pesar
de que, en 2013, un accidente cerebral arterial lo dejó postrado en una silla
de ruedas sin casi poder hablar.
En marzo de 2019, ante su intento (impulsado por su
entorno familiar y de algunos aliados) de postularse para un quinto mandato
presidencial se generó una violenta reacción popular en contra. Así nació el
Hirak, un movimiento pacífico de protesta callejera que llevó a los militares a
desplazar a Bouteflika, remplazándolo por un presidente interino Abdelkader
Bensalah para que llevara adelante un nuevo proceso electoral.
El Ejército, en los comicios de 2019, solo habilitó a
seis candidatos, todos ellos exminitros de Bouteflika en algún momento de su
larga gestión presidencial.
En la votación de noviembre de 2019, se impuso con el
58% de los sufragios en primera vuelta, el exprimer ministro de Bouteflika,
Abdelmadjid Tebboune, aunque solo concurrió a las urnas el 39,93 de los
argelinos habilitados para votar.
Una vez instalado en palacio de El Mouradia, Tebboune,
un antiguo profesor de derecho constitucional, se dedicó a desarticular al
movimiento Hirak, que, en sus protestas callejeras semanales, pese a la
pandemia de COVID, demandaba reformas que posibilitaran mayores libertades
públicas y una auténtica democracia sin condicionamientos o proscripciones.
El gobierno encarceló a los activistas del Hirak, a
los abogados que defendían a los presos políticos y a los periodistas
independientes que difundían sus demandas.
Actualmente, pese a la condena mundial y los reclamos
de los organismos internacionales defensores de los derechos humanos, el
régimen militar argelino mantiene a 266 presos políticos.
La represión e intimidación sobre los partidarios del
Hirak y sus aliados se extiende a sus familias, con encarcelamientos
transitorios, despido de familiares que trabajan para el Estado, clausura de
emprendimientos familiares y convocatorias a las estaciones policiales para ser
advertidos sobre las actividades subversivas de sus familiares.
Pese al mejoramiento transitorio de la economía
argelina, debido a la suba de los precios internacionales del gas y el petróleo,
las exportaciones de hidrocarburos constituyen el principal rubro de las
exportaciones del país, las familias argelinas han perdido, durante los cinco
años de la presidencia de Tebboune, el 10% del poder adquisitivo de sus
ingresos.
Al mismo tiempo, la corrupción estatal junto al
desempleo constituye los principales problemas de los argelinos. Argelia, que
en tiempos de Bouteflika se situaba en la posición 90 del Índice de Corrupción
de Transparencia Internacional, hoy ocupa el puesto 116 entre 180 países
evaluados.
Además, Argelia enfrenta un serio aislamiento
internacional, con sus fronteras terrestres y su espacio aéreo cerradas para su
principal vecino, el Reino de Marruecos, las relaciones congeladas con el
gobierno socialista de España por las políticas de Pedro Sánchez con respecto a
la cuestión del Sáhara. También sus relaciones con Francia atraviesan un
periodo de tensiones por sus diferencias con respecto a los regímenes militares
del África Occidental y el Sahel, con la Unión Europea las diferencias se
presentan por las críticas de los países comunitarios a la represión de los
disidentes del Hirak, las limitaciones a la Libertad de prensa y su posición
respecto a la Guerra en Ucrania. Con Washington las diferencias comprenden
todos los aspectos mencionados anteriormente y algunos otros.
Por lo tanto, Argelia es cada vez más dependiente de
sus pocos aliados internacionales: en África, fundamentalmente Sudáfrica, en el
resto del mundo sus principales socios son otras dictaduras también aisladas de
las democracias: Rusia, Irán, Venezuela, Cuba y Nicaragua.
El aislamiento internacional y su atraso económico son
tales que Argelia fracasó, en 2023, en su intento de incorporarse a los BRICS.
Esta delicada situación interna y su aislamiento
internacional obligan al régimen dictatorial argelino a mostrar la imagen más
democrática posible a través de una farsa electoral implementando una elección
manipulada que le permita presentarse como un país donde funcionan normalmente las
instituciones de la democracia.
No obstante, gobierne Tebboune (el presidente que
enfrenta problemas de salud y desacuerdos con los altos mandos militares aún no
ha confirmado su postulación para un nuevo mandato) u otro personero el poder
real seguirá estando en las fuerzas armadas.
La Rusia de Putin, el terrible
He reservado para concluir esta breve reseña de
algunas de las manipulaciones electorales que llevan a cabo las dictaduras con
el análisis de las votaciones en la Rusia de Vladimir Putin.
Al igual que Argelia, Rusia tampoco ha conocido a lo
largo de la historia un gobierno auténticamente democrático. Tras siglos de la
autocracia zarista de la dinastía Romanov, Rusia ingreso en una dictadura de
partido único y colectivización económica de la mano de los Bolcheviques de
Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. No obstante, aún el sanguinario Iósif Stalin (en
realidad el georgiano Iósif Vissarióvich Dzuhgashili) reconocía la utilidad de
realizar periódicamente una parodia electoral implementando elecciones
indirectas y de lista única para legitimar a la dictadura soviética y a los
cuadros del Partido Comunista de la Unión Soviética, un ejemplo que siguieron
todos sus sucesores.
Tras la desaparición de la Unión Soviética, en
diciembre de 1991, el breve deshielo de los caóticos años de Boris Yeltsin no
fue todo lo democráticos que quisieron ver en Occidentes. Los viejos “aparatichik”
de la era soviética y los nuevos ricos del mercado negro convertidos en magnates
empresariales seguían añorando una mano dura que pusiera orden en el país más
extenso del planeta.
Es así como, en 1999, Vladimir Putin, un antiguo
oficial de la KGB, se convirtió impensadamente en primer ministro y,
gradualmente, en un nuevo autócrata ruso, posición que no abandonaría por los
siguientes veinticinco años alternándose hábilmente en los roles de presidente
y primer ministro.
Durante ese período, Putin como un nuevo Iván, el
terrible, libro dos guerras: la Segunda Guerra Chechena (1999) y la actual “Operación
Militar Especial” en Ucrania (2022 a la fecha), se anexó la península de
Crimea (2014), mandó tropas a Siria (2015) para apoyar a su aliado el régimen dictatorial
del presidente Bashar al-Assad. Todo ello sin dejar de interferir mediante “piratas
informáticos” en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos (2016)
para favorecer a Donald Trump en su contienda con Hillary Clinton.
Entre el 15 y 17 de 2024, se llevaron a cabo las
octavas elecciones presidenciales en la historia de Rusia, una auténtica
parodia donde Vladimir Putin, candidato del Frente Popular Panruso, se impuso
por el 87% de los votos emitidos, el triunfo por el mayor porcentaje en la
historia de las votaciones rusas. La
participación electoral en esos comicios fue del 74,22%.
A lo largo de estos veinticinco años, Vladimir Putin ha
eliminado impiadosamente a todos aquellos que osaron oponérsele. No dudó en
encarcelarlos, o emplear, desde misteriosos accidentes de auto o avión,
suicidios intempestivos, venenos como el Novichok o polonio 210, cuando no un
simple disparo en la cabeza, para suprimir a sus rivales o enemigos.
Ese fue el cruel destino que sufrieron magnates, como
el petrolero Mijail Jodorkouski, el líder de los mercenarios del Grupo Wagner,
Yeugueni Prigoshin, periodistas que denunciaron la corrupción y los manejos del
Señor del Kremlin, como Anna Politkóvskaya, desertores y traidores como
Alexander Litvinenko, o espías como Sergei Skripal, cuando no opositores
políticos como Boris Nemtsov, Vladimir Kara – Murza o el infortunado Alexei Navalny,
quién fue agredido en el rostro con un líquido corrosivo, luego envenenado con
Novichok y finalmente condenado a 19 años de prisión por extremismo. Hasta que
colapsó por causas desconocidas en una remota colonia penal siberiana. Por
citar tan solo un puñado de los casos más notorios.
Cuando la mona queda
Como puede apreciarse de los ejemplos anteriores,
cuanto más dictatorial es un gobierno, cuanto más restringe las libertades
individuales y más violaciones a los derechos humanos comete, más necesidad
tiene de legitimarse ante el mundo como un régimen democrático.
Para ello, las dictaduras suelen implementar procesos electorales
amañados, proscribiendo a los opositores con mayores posibilidades, amordazando
a la prensa independiente y desatando campañas de intimidación sobre cualquier
voz opositora real o potencial.
Los dictadores también suelen intentar proyectar la
imagen de que cuentan con apoyo mayoritario de su pueblo por lo que exageran sus
triunfos electorales mostrando que se han impuesto por guarismos muy superiores
a los que obtienen los candidatos vencedores en las auténticas democracias cuando
las elecciones son totalmente libres y competitivas.
No obstante, como dice el refrán popular: “aunque
la mona se vista de seda, mona queda”, un gobierno dictatorial y tiránico
no cambia por simular de tanto en tanto que el pueblo puede votar.