lunes, 25 de diciembre de 2017

EL KIRCHNERISMO APELA AL LUMPEN SOCIAL PARA MANTENER SU VIGENCIA



Los hechos de violencia política que rodearon a la sanción de la “reforma provisional” impulsada por el presidente Macri indican que el peronismo kirchnerista están empleando a barras bravas y pibes chorros para compensar su falta de militancia y peso electoral.

Desde que se organizó el Estado argentino en la segunda mitad del siglo XIX, cuatro sectores sociales, representados por sendos partidos políticos se alternaron en el gobierno del país.

En un primer momento la conducción del país estuvo en manos del patriciado conformado por grandes terratenientes (estancieros) y comerciantes (importadores, proveedores del Estado y dueños de almacenes de ramos generales). Los únicos que poseían la educación, el dinero y el tiempo suficiente para dedicarse a los asuntos públicos.

Ellos aprovecharon las condiciones internacionales que favorecían al librecambismo y el “modelo agroexportador” para convertir a la “Gran Aldea” en la mayor metrópoli del cono sur de América.

Su época dorada transcurrió entre 1880 y 1916 y fuerza política que los representó fue el Partido Autonomista Nacional que con el tiempo fue cambiando de denominación y de dirigentes transformándose sucesivamente en Partido Conservador, Partido Demócrata Nacional, Unión de Fuerzas de Centro o Unión de Centro Democrático.

A partir de la llamada Revolución del Parque, en 1890, los sectores medios y los hijos de inmigrantes comenzaron a disputar el control del Estado a los miembros del patriciado.
Finalmente, después de varios intentos de conquistar el poder por vía del golpe de Estado cívico – militar (llamados pomposamente “revoluciones”), llevaron al gobierno de la mano de una reforma electoral conocida como “Ley Sáenz Peña”, que estableció el voto universal masculino, obligatorio y secreto.

En lo económico y en las alianzas internacionales (con Inglaterra) la llegada de la Unión Cívica Radical al gobierno no constituyó un cambio significativo.

La UCR fue y es el partido político que mejor expresa los intereses y valores de la clase media, de los profesionales independientes (abogados, graduados en ciencias económicas, médicos, etc.) y sectores asalariados en tareas administrativas.

En 1914, la guerra interrumpió, aunque nunca se detuvo totalmente, la afluencia de inmigración europea. La guerra mundial, la revolución rusa y la siguiente pandemia conocida como la “Gripe Española” llevaron a la tumba a veinticinco millones de personas, muchos de ellos hubieran sido potenciales inmigrantes.

Mientras tanto, se producían importantes cambios en el perfil demográfico en Argentina. Hizo su aparición en la vida política del país la primera generación de hijos de inmigrantes que, gracias a los efectos de la ley 1420, de enseñanza pública, gratuita, laica y obligatoria, incrementó el volumen de la clase media urbana.

La clase media en expansión comenzó a demandar empleos de “cuello blanco” que la economía privada de un país no industrializado no podía prever.

El radicalismo en el gobierno apeló a una doble vía para solucionar el problema. Por un lado, implementó, en 1918, una “reforma” de la enseñanza universitaria que abrió el acceso a las profesiones liberales que requerían titulación universitaria a la clase media. Los inmigrantes pudieron cumplir con su sueño de decir: “mi hijo el Doctor.” Argentina se convirtió en un país con una gran clase media formada por profesionales e intelectuales.

Por otro lado, el radicalismo expandió el empleo público para contener las demandas de aquellos que no podían o no querían encarar la vía universitaria hacia la inserción laboral y el accenso social.

A partir de 1930, la Argentina comenzó a industrializarse por vía de la sustitución de importaciones. Este proceso contribuyó a la formación de un proletariado industrial que, a partir de 1945, encontró su representación política en el peronismo -o Partido Justicialista-.

Los sindicatos no clasistas y controlados por el Estado pasaron a convertirse en la “columna vertebral” del peronismo. La inmigración europea comenzó a detenerse y, en lo demográfico, la época se caracterizó por las fuertes migraciones internas desde los pueblos rurales del interior con economías estancadas hacia las ciudades. Las capitales de las provincias más industrializadas comenzaron a rodearse de un cinturón de urbanizaciones informales constituidas por viviendas precarias ocupadas por familias obreras. Estos humildes barrios informales fueron estigmatizados bajo la denominación de “villas miserias” y a sus habitantes se los denominaba como “villeros”.

El periodo entre 1930 y 1983 estuvo caracterizado por una puja encarnizada entre los tres sectores sociales: el patriciado, la clase media profesional, cuentapropista y asalariada, y los sectores obreros sindicalizados, por el control del Estado y sus recursos. Fue una época de golpes de Estado, prescripciones y frecuentes crisis de gobernabilidad.

La proscripción del peronismo después de 1955 derivó en el establecimiento de gobiernos constitucionales pero ilegítimos que no lograban sustentarse.

Las Fuerzas Armadas pasaron a convertirse en actores políticos que frecuentemente intervenían para alterar la voluntad popular o ayudar a superar las crisis de gobernabilidad.

Así, la Argentina vivió bajo regímenes de facto controlados por los militares (en tácita asociación con diversos partidos políticos y grupos empresariales) entre 1930 y 1932, de 1943 a 1946; de 1955 a 1958; de 1962 a 1964; de 1966 a 1973 y por último de 1976 y 1983.

El último gobierno de facto militar finalizó después de la tácita aventura de la guerra de Malvinas. La derrota militar, las violaciones a los derechos humanos, la desaparición forzada de personas y la apropiación ilegal de niños terminaron con cualquier posibilidad de un futuro protagonismo político de los militares.

En diciembre de 1983, el orden constitucional se restableció sin que el sistema ganara en estabilidad. A partir de entonces, la Unión Cívica Radical gobernó en dos ocasiones sumando un total de siete años y seis meses en el poder; la alianza Cambiemos - Pro ha gobernado los últimos dos años y el peronismo; como partido hegemónico, lo ha hecho durante 24 años y seis meses. Es decir, que la Argentina actual ha sido en gran medida moldeada por el peronismo.

En cuanto a la gobernabilidad de la nueva democracia. Si excluimos del análisis a los tres presidentes que ocuparon el cargo por pocas horas: Ramón Puerta, Eduardo Caamaño y Federico Pinedo; por ser poco significativos.

Durante los últimos 34 años se alternaron diez presidentes (contando por separado los dos períodos en que gobernaron Carlos S. Menem y Cristina Fernández de Kirchner). Esto nos deja una media de 3,4 años por presidente. Cuando la duración del mandato presidencial fue de seis años entre 1983 y 1995; de cuatro años a partir de 1995. La debilidad institucional de la Argentina se hace más evidente cuando se observa que cuatro de los diez presidentes no pudieron concluir el mandato para el cual habían sido electos o designados: los radicales Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa y los peronistas Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde.

En todos los casos (salvo con Adolfo Rodríguez Saá) los presidentes fueron forzados a dejar el cargo por fuertes protestas sociales, seguidos de incidentes callejeros y saqueos. Al intentar restablecer el orden, la represión policial provocaba víctimas fatales, llegado a ese punto la continuidad del presidente se hacía insostenible. Sólo quedaba asegurar una transición rápida y lo más ordenada posible.

En esas protestas siempre tuvieron un papel destacado los partidos y agrupaciones de izquierda radicalizada, algunos “militantes y referentes sociales” de agrupaciones sociales que agrupan a personas sin vivienda, sin trabajo o jubilados pauperizados. Actuando juntamente con elementos del lumen social. Karl Marx y Federico Engels, en su libro “La filosofía alemana”, denominaron “lumpen proletario” (del alemán “lumpen”: andrajoso) una subclase dentro de la clase explotada y desposeída de los medios de producción. Según la teoría marxista, el lumpen estaba constituido básicamente por individuos degradados, desclasados y no organizados provenientes del proletariado urbano. Elementos sin conciencia de clase dispuestos a vender sus servicios al mejor postor.

En el caso argentino, el “lumpen” está conformado por “barras bravas” de futbol, individuos oportunistas que se encuentran en las calles: “limpiavidrios”, “cuidacoches”, ocupantes de viviendas intrusadas, vagabundos que viven en las calles y hasta vendedores ambulantes. A ellos se suman en algunos casos, se suman algunos elementos criminales: arrebatadores, “motochorros” e incluso vendedores callejeros de drogas.

En algunos casos la sola oportunidad del robo por saqueo y la transmisión de imágenes de los incidentes por los medios de comunicación convoca a personas dispuestas a sumarse a los incidentes no por motivación política sino para conseguir algún provecho.

Las protestas nunca fueron espontáneas sino organizadas por sectores ligados al peronismo (salvo en el caso de la muerte de Kosteki y Santillán. en junio de 2002, organizado por sectores de izquierda), que convocan al lumpen incentivándolo con dinero y asegurándole la existencia de “áreas liberadas” del control policial e impunidad en caso de ser detenidos.

Los golpes de Estado blandos, renuncias de presidentes debido al acoso provocado por reiteradas protestas sociales en las calles, seguidas de muertos, se han vuelto frecuentes en América Latina y especialmente en Argentina.

En mayo de 2003, cuando Néstor Kirchner alcanzó la presidencia con tan sólo el 22% de los votos, carecía de control del Partido Justicialista, el Congreso o la adhesión de los gobernadores peronistas que aún respondían al liderazgo del ex presidente Eduardo Duhalde. Entonces se vio forzado a crear una nueva base de poder buscando el apoyo de las organizaciones piqueteras, los referentes sociales y las entidades defensoras de derechos humanos.

El kirchnerismo se mantuvo en el poder por doce años empleando una estructura clientelística que comprendía a esos sectores políticos, a la población de los barrios marginales, a los inmigrantes irregulares arribados desde los países limítrofes y hasta el lumpen social.

El kirchnerismo se convirtió en la representación política de la izquierda y la marginalidad que sostenía en base a prebendas de todo tipo: desde subsidios a cooperativas y organizaciones defensoras de los derechos humanos, grupos feministas, etc. hasta repartos de bolsones de comida, planes sociales, la asignación universal por hijo, reparto de computadoras a los escolares y hasta las emisiones televisivas gratuitas de futbol. Siguiendo la antigua norma romana del “pan y circo”.

Si el peronismo representaba a los trabajadores formales a través del control de los sindicatos. En un país con el 32% de la población bajo la pobreza y la mitad de la economía en la informalidad, el lógico que el kirchnerismo se inclinara hacia la población marginada y tomara a las agrupaciones sociales que las representan como su “columna vertebral”.

En esta forma se cerraba el círculo. Los conservadores representaron al patriciado, los radicales a la clase media, los peronistas a los sectores obreros formales y el kirchnerismo a los trabajadores informales y la población marginada. De allí que no siempre los intereses del peronismo sean iguales.

Es por ello que los incidentes de la semana pasada en torno al edificio del Congreso han estado originados más por el hecho de que hay 23 altos funcionarios en prisión preventiva por hechos de corrupción, otros tienen pendiente su encarcelamiento al hecho de que poseen fueros legislativos (como es el caso de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner), también están presos o procesados dirigentes sindicales, empresarios y hasta figuras del mundo del espectáculo, vinculados al kirchnerismo; que por la “reforma previsional”.

El kirchnerismo busca presionar o hasta provocar la renuncia del presidente Macri en un intento por frenar las investigaciones por hechos de corrupción producidos durante su gobierno.


Esto puso de nuevo en la vidriera a la alianza entre la izquierda radicalizada y el lumpen social. Sólo que no lograron provocar muertos, el humor social es muy distinto al de diciembre de 2001 y especialmente Mauricio Macri no es Fernando De la Rúa.

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