sábado, 13 de mayo de 2017

EL DESPIDO DEL DIRECTOR DEL FBI. OTRA INTERPRETACIÓN



La decisión del presidente Trump de separar de su cargo al Director del FBI, James Comey, ha sido interpretada como un intento de ocultar los vínculos de miembros de su equipo con Rusia. Sin embargo, el hecho puede tener otra interpretación.

Creado, en 1909, por el presidente William H. Taff y su Fiscal General George W. Wickersham, el Federal Bureau of Investigation -FBI- es una de las más poderosas e influyentes agencias de lucha contra el crimen en el mundo y la más importante organización de contrainteligencia en los Estados Unidos.

Dentro de los Estados Unidos no sólo es la mayor agencia de inteligencia y contrainteligencia interna, sino que cuenta con los laboratorios periciales más desarrollado tecnológicamente del planeta y de los registros de datos más completos.

En síntesis, se trata de un organismo tan poderoso que es vista con respeto y temor por todos los estamentos de poder del país.

En consecuencia, el Director del FBI es uno de los funcionarios con mayor poder y prestigio dentro del gobierno de los Estados Unidos.

El Director del Bureau suele ser más influyente que su jefe nominal, el Fiscal General de los Estados Unidos y sus relaciones con el Presidente a lo largo de la historia no han estado exentas de tensiones.

Es por ello que el Congreso estableció por ley la duración máxima en el cargo de este funcionario en diez años y su designación debe ser aprobada por el Senado.

Los legisladores estaban interesados en dotar a los futuros directores del Bureau de estabilidad en el cargo, pero, al mismo tiempo, de que se repitiera el caso del primer jefe del FBI, Edgar J. Hoover que se perpetuó en el cargo por 43 años hasta que la muerte, en 1972, puso fin a su reinado.

Precisamente, el fantasma de nuevo Edgar J. es un recordatorio permanente para los políticos de Washington de permitir que un Director del FBI adquiera demasiado poder.
Según muchas versiones, Hoover había acumulado tanto poder e información clasificada sobre los políticos americanos que pude enfrentar con éxito a todos los presidentes americanos desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt.

Edgar J. Hoover fue la peor pesadilla de todos los habitantes de la Casa Blanca hasta su muerte.

Algo similar había comenzado a ocurrir con el Director James Comey en los últimos años.
Comey un abogado republicano que ascendió al cargo con amplio apoyo bipartidista (39 votos a favor y uno en contra en el Senado) en junio de 2013, cuando el presidente Barack Obama lo designo para reemplazar a Robert Muller que terminaba su mandato.

Obama no consideró que Comey tenía antecedentes de rebeldía contra sus superiores. En 2003, siendo Fiscal General Adjunto de los Estados Unidos, a cargo temporariamente de la Fiscalía por enfermedad de su titular, se rebeló contra su propia Administración. Se opuso ferozmente a una legislación promovida por la Administración del presidente George W. Bush que ampliaba las facultades del Ejecutivo para ordenar interceptaciones telefónicas sobre los estadounidenses en el marco de la guerra contra el terror.

Comey juzgo que la nueva legislación era inconstitucional y amenazó con dimitir si la Administración avanzaba en su aprobación. El presidente Bush debió retroceder y modificar el proyecto de ley.

Después de consolidarse como Director del FBI y aprovechando que la Administración Obama tocaba a su fin comenzó a dar muestras de una mayor independencia y de la búsqueda de más protagonismo político.

En septiembre de 2015, Comey anunció que el FBI abriría una investigación sobre información hallada en un servidor de correo privado perteneciente a la senadora, y entonces precandidata presidencial demócrata, Hillary Clinton. La documentación hallada correspondía a correos electrónicos oficiales pertenecientes al período en que la señora Clinton se desempeñó como Secretaria de Estado entre los años 2009 y 2013.

Comey mantenía una tensa relación con los Clinton desde que, en 1995, se desempeñó como Adjunto del Presidente del Comité Investigador del Senado sobre el caso de Whitewater Development Corporation.

El “Escándalo Whitewater” vincula a Bill y Hillary Clinton con dudosas inversiones inmobiliarias en Arkansas. Los Clinton fueron finalmente sobreseídos no así su socia, Susan McDougal condenada a dieciocho meses de cárcel y perdonada por el presidente Clinton en su último día en la Casa Blanca.

En junio de 2016, en plena campaña presidencial, el Director Comey no dudó en calificar a la senadora Clinton como “extremadamente descuidada” con la información oficial.

El affaire de los correos electrónicos oficiales “perdidos” o borrados del servidor privado de Hillary Clinton fueron intensamente aprovechados por su rival el magnate Donald Trump durante la campaña presidencial.

En su búsqueda de un mayor protagonismo, el Director James Comey rompió con la tradición no escrita de no dar a conocer a la opinión pública información sobre una investigación aún en curso.

El 28 de octubre de 2016, a once días de la elección presidencial, y en un momento en que la candidata demócrata lideraba las encuestas, el Director Comey anunció que el FBI reabriría las investigaciones sobre los correos electrónicos debido a que contaba con nuevos elementos. Aunque no precisó cuáles eran los nuevos elementos que impulsaban a reabrir una investigación cerrada anteriormente.

Tras la derrota de su candidata, los demócratas comenzaron a hablar del “Efecto Comey” como causante de su revés electoral. No se sabe si realmente los rusos manipularon la campaña presidencial estadounidense de 2016, pero casi con certeza si lo hizo James Comey.

No obstante, Comey no fue más complaciente con la nueva administración republicana de Donald Trump.

Cuando el nuevo presidente acusó a su predecesor, Barack Obama, de haber espiado sus comunicaciones durante la campaña presidencial, el Director Comey se apresuró a rebatir públicamente a su presidente negando el espionaje. Trump acusó el golpe, pero se abstuvo de responder.

Por el contrario, el presidente Trump intentó distender el conflicto invitando al Director del FBI, James Comey a una cena privada en la Casa Blanca, pero no obtuvo mucho de la reunión.

En febrero de 2017, el FBI provocó la renuncia del Asesor de Seguridad Nacional, el general retirado Michael Flynn, nombrado tan sólo 24 días antes, cuando reveló que poseía grabaciones de conversaciones telefónicas entre este y el embajador ruso Sergey Kislayak.

Las grabaciones probaban que Flynn había mentido durante sus audiencias de confirmación en el Senado y que, siendo aún un ciudadano privado, había analizado la política de la Administración Obama con respecto a Rusia con el representante de un país extranjero.

Aunque Comey nunca aclaró como el FBI contaba con esas grabaciones, la revelación le costó el cargo a Flynn.

Era evidente para todos que el FBI estaba espiando al embajador ruso o a los miembros del equipo de campaña de Trump, o a ambos.

Esto se confirmó cuando otras revelaciones del FBI también casi provocan la renuncia del jefe de Comey, el Fiscal General Jeff Sessions. El FBI reveló que Sessions había mentido durante las audiencias de confirmación en el Senado al no mencionar sus reuniones con el embajador Kislayak.

Para salvar su cargo, el fiscal Sessions debió comprometerse a no intervenir en ningún aspecto vinculado con las investigaciones que el FBI llevaba a cabo sobre ´la posible colusión de personal de campaña de Donald Trump con miembros del gobierno ruso para alterar el resultado de la campaña presidencial estadounidense.

El 20 de marzo, imprevistamente el Director Camey declaró, durante su comparecencia ante el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, que el FBI estaba investigando al equipo de campaña del presidente Trump. La persistencia de esta investigación enfrentaba a Comey con su jefe directo el Fiscal General Jeff Sessions y con toda la Administración Trump.

Aunque Comey aseguró, en tres oportunidades, a Trump de que no era objeto de ninguna investigación con respecto a sus vínculos con Rusia, el presidente estaba preocupado porque la misma involucrara a algunos funcionarios de su círculo más íntimo. En especial, a su hijo mayor Donald Jr. y a su yerno el empresario y asesor presidencial Jared Kushner.

Finalmente, a principios de mes, el Fiscal General Sessions advirtió al presidente Trump que Comey había solicitado más presupuesto y la posibilidad de nombrar más personal especializado para llevar adelante nuevas investigaciones sobre el tema de los vínculos con Rusia durante la campaña.

Cansado de la pulseada, el presidente Trump decidió cortar por lo sano y cesanteó al Director del FBI.

Si bien la medida no tenía precedentes, tan sólo el presidente Bill Clinton, había despedido, el 19 de julio de 1993, al entonces Director del FBI, Williams Sessions por cargos de evasión impositiva y malversación de fondos públicos. Pero Trump se limitó a ratificar su autoridad diciendo: “Siempre he creído que un presidente puede despedir a un Director del FBI por cualquier motivo e incluso sin motivo. No voy a perder tiempo en ello.”

Conocida la decisión del presidente Trump, el Comité de Inteligencia del Senado inmediatamente invitó al destituido James Comey a testificar voluntariamente. Comey aceptó también rápidamente. Pero, cuando el presidente Trump amenazó por Twitter hacer públicas grabaciones de las conversaciones entre ambos, Comey dio marcha atrás y anunció que no concurriría a testimoniar frente al Comité.

Es indudable, que el motivo principal por el cual el presidente Trump despidió a Comey fue el poner fin a las investigaciones sobre los vínculos de sus asesores con la Embajada de Rusia en Washington.

No obstante, a decir verdad, James Comey hace mucho tiempo que había dejado de comportarse como un funcionario profesional de inteligencia objetivo e imparcial para entrar en un juego de poder y presiones con sus declaraciones y revelaciones sobre las investigaciones en curso del FBI.

Si el FBI hubiera descubierto realmente algo ilegal por parte de un funcionario estadounidense era responsabilidad de Comey el ponerlo en conocimiento de las autoridades competentes y no estar amenazando con promesas de revelaciones y ampliar las investigaciones.

Estos eran motivos suficientes para que el presidente decidiera apartar a su díscolo Director del FBI de su cargo sin más.

Puede ser que, en esta trama de espionaje doméstico y extorsiones, después de todo, Donald Trump no sea el villano sino la víctima.

Mientras, tanto, mucha gente se pregunta que hay en las grabaciones de las conversaciones entre el presidente y su Director del FBI que tanto teme Comey que se conozca.

  

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