sábado, 8 de abril de 2017

MADURO SOLO CUENTA CON LA LEGITIMIDAD QUE EMANA DE LA VIOLENCIA


El desprecio total por la Constitución y las normas del régimen republicano, acompañado del caos económico y social, han despojado al gobierno chavista de cualquier base de legitimidad para seguir rigiendo el destino de los venezolanos.

UN GOBIERNO ILEGÍTIMO

El gobierno de Nicolás Maduro se ha quedado sin ningún sustento de legitimidad. La dudosa elección con la que alcanzó la presidencia el líder chavista erosionó su legitimidad democrática de origen. Mientras que la hiperinflación se elevó en 2016 al 550%, la más alta del mundo, el empobrecimiento del 80% de la población venezolana, el desabastecimiento de alimentos, medicinas y productos de primera necesidad, acompañados de niveles crecientes de criminalidad han destruido totalmente cualquier atisbo de legalidad de ejercicio.

Esto convierte, claramente, al de Nicolás Maduro en un gobierno de facto.
Es por ello que el régimen chavista debe continuamente denunciar conspiraciones y apelar a la violencia para sostenerse en el poder.

Violencia institucional cuando fuerza la interpretación del texto de la Constitución y las leyes. Cuando vulnera el funcionamiento del sistema republicano creando enfrentamientos entre los poderes del Estado.

Cuando restringe o anula la inmunidad parlamentaria, cuando deja sin sueldos a los legisladores en ejercicio, o más grave aun cuando se niega cumplir con el mandato constitucional de convocar y llevar a cabo elecciones o persigue a los dirigentes políticos opositores con cualquier excusa. Maduro ha encarcelado más de un centenar de dirigentes políticos y a otros los ha perseguido retirándoles el pasaporte o, como a Henrique Capriles, le ha suspendido por quince años sus derechos electorales.

Todas estas arbitrariedades no han sido suficientes para dar sustento a su caótico y corrupto gobierno. Por lo tanto, Maduro debe apelar a la represión policial para enfrentar a la agitación opositora que, cerrada toda alternativa de juego institucional, se ha visto forzada a ganar la calle para demandar al gobierno que se atenga a la vigencia del marco jurídico institucional.

El creciente descontento de la población ha hecho que la represión institucional, a través del accionar de los cuerpos de aplicación de la ley, sea insuficiente para acallar las protestas callejeras que deterioran aún más la alicaída imagen internacional del país.

LLAMADA A LAS ARMAS

Jaqueado por la oposición el chavismo apuesta cada día más a una confrontación directa abierta entre los venezolanos.

Uno de los principales dirigentes del chavismo, el diputado Diosdado Cabello convocó a un grupo paramilitar afín al gobierno a estar “alerta” para apoyar al presidente frente a los intentos destituyentes de la oposición.

“Prestos a la Milicia Bolivariana para pasar a la alerta combativa, cuando la derecha cruce la raya y crea que va a darle un golpe de Estado a Nicolás Maduro”; dijo Cabello el pasado jueves desde un palco y ante cientos de militantes oficialistas que se concentraron en el centro de Caracas.

En un incendiario discurso, el número dos del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, señaló que “a partir de ese momento debemos estar en alerta vigilante” frente a “esa derecha desesperada”.

La movilización oficialista se organizó en respuesta a una marcha opositora que derivó en violentos enfrentamientos entre manifestantes, miembros de la militarizada Guardia Civil y grupos chavistas que arrojaron un saldo de un muerto, decenas de heridos y opositores detenidos.

Durante la convocatoria chavista, Freddy Bernal, un ex policía que como funcionario es responsable de un plan oficial de distribución de alimentos subsidiados, afirmó que está dispuesto a tomar las armas “para defender la patria”.

Luciendo la tradicional camisa roja de los chavistas, Bernal no dudó en afirmar: “En el momento en que cada hombre de este país y cada mujer tuviese que agarrar un Kalashnikov para defender la patria de Bolívar, estoy seguro que estaríamos dispuestos a hacerlo.”

GRIETA EN LA OEA

Evidentemente, el chavismo no duda en apelar a la guerra civil si es preciso con tal de mantenerse en el poder. Lo único que impide al régimen chavista apelar a la violencia generalizada, posiblemente, sea la presión internacional.

Esta presión, lamentablemente, no es lo suficientemente enérgica y continuada para permitir restaurar la democracia en Venezuela.

En parte, porque los Estados Unidos parecen estar demasiado atareados en otras partes y no quieren involucrarse directamente en la crisis venezolana. Es posible que Washington tema que una intervención de su parte termine desatando una ola de antiimperialismo y antiamericanismo que sea contraproducente para sus intereses en la región.

Por otra parte, la grieta que divide a los venezolanos también parece haber afectado a los países de la Organización de Estados Americanos.

Un grupo de los catorce países americanos más importantes han suscripto una carta en la que exigen a Venezuela la celebración de elecciones y la liberación del más de un centenar de presos políticos.

Mientras que otros once países, encabezados por Cuba, siguen apoyando al gobierno bolivariano en nombre del principio de no intervención en los asuntos internos de un Estado miembro.

Esta división está paralizando el accionar de los países latinoamericanos y lo torna errático.
Maduro cuenta, además, con la solidaridad de otros países fuera del continente, especial, Rusia, China, Irán y Argelia. Estos apoyos proporcionan aire vital al chavismo.

No obstante, es evidente que el “socialismo del siglo XXI” hace tiempo que está muerto y enterrado.

En Venezuela no se está llevando a cabo ninguna revolución, lo único que hay es un grupo de funcionarios ineptos y corruptos, carentes de toda legitimidad, que se han involucrado con el narcotráfico, mientras insisten en aferrarse al poder frente al temor de terminar sus días en una celda.

Para ellos, cualquier posibilidad, incluso la apelación a la violencia generalizada, es válida para mantener su supervivencia y privilegios.



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