domingo, 31 de agosto de 2014


ESTABILIDAD Y CRECIMIENTO
El Reino de Marruecos, que actualmente desarrolla una activa política internacional buscando diversificar sus mercados de exportación y consolidarse como una potencia emergente en África, ha aplicado un “Plan de Despegue Industrial”, que entre otros logros ha convertido a la región de Tánger – Tetúan en el más importante polo de desarrollo del Mediterráneo Occidental.

Un emblema de este polo de desarrollo y del crecimiento económico del país ha sido la construcción del puerto de Tánger Med, situado a veinticinco kilómetros de la ciudad de Tánger, en la localidad de KsarSghi, dotado de una capacidad inicial para operar con tres millones de contenedores, pero que gradualmente se irá incrementando hasta alcanzar los ocho millones de contenedores hacia el año 2016.

Además, Tánger cuenta con cinco grandes zonas industriales que concentran la actividad productiva. La Zona Franca Tánger Free Zone, enteramente dedicada a la exportación; la Zona Franca de Melloussa, y la Zona Industrial de Tánger Med y las zonas industriales de la Mghogha, Gzenaya; y A Majd. En febrero de 2012 se inauguró la planta de Renault en Tánger que absorbe la producción de las fábricas de autopartistas de SNOP, Relats, etc.

Aproximadamente unas mil cuatrocientas empresas españolas y francesas se han instalado –o relocalizado sus inversiones- en esa región marroquí. A fines de 2012, España destinó cuatrocientos millones de euros a una línea de crédito orientado a financiar proyectos de empresas españolas en Marruecos.

Las características de la regulación laboral, el perfil de la obra y la cercanía con Europa han convertido a la región en un territorio privilegiado para la relocalización de los procesos de producción.

El proceso de crecimiento marroquí ha sido recientemente destacado por el director del Departamento del Magreb del Banco Mundial, Simón Gray, quien es una entrevista concedida al diario “Le Matin du Sahara et du Maghreb” afirmó: “En Marruecos, enormes progresos institucionales fueron realizados estas últimas décadas, y numerosas obras están en curso en el marco de la nueva Constitución” […] “Reforzando significativamente su capital humano e institucional, Marruecos podría realizar ganancias importantes en términos de productividad y acelerar su recuperación económica en comparación con los países más avanzados”.

EN BÚSQUEDA DE NUEVOS MERCADOS

El proceso de crecimiento en que está inmersa la economía marroquí demanda que el país aproveche todas las oportunidades y lleve a cabo una diversificación y ampliación de sus mercados de exportación.

A tal efecto está orientando su acción diplomática hacia el escenario del Asia – Pacífico, donde Rusia y China se están convirtiendo en un eje de desarrollo involucrado en grandes inversiones que demandan volúmenes crecientes de materia prima y productos elaborados.

Rusia en especial constituye un interesante mercado de 146 millones de consumidores para las exportaciones Marruecos. El reino alauí es el segundo cliente árabe de Rusia, después de Egipto, y Moscú es el quinto socio comercial de Marruecos, con un intercambio de aproximadamente 1.600 millones de euros, o sea el 1,7% del comercio internacional marroquí. Las exportaciones marroquíes a Rusia están dominadas principalmente por los cítricos, harina y aceite de pescado. En cuanto a las exportaciones rusas, se componen principalmente de petróleo crudo, carbón, el hierro y azufre en bruto.

Pero, un hecho reciente puede modificar esta relación comercial en favor del país magrebí. El pasado 7 de agosto, el presidente Vladimir Putin estableció un “embargo total” sobre muchos productos agroalimentarios provenientes de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Noruega y Australia en respuesta a las sanciones impuestas por estos países a Moscú por su papel en la crisis de Ucrania. Tan sólo las exportaciones europeas de productos agrícolas a Rusia fueron el año pasado de 11.800 millones de euros, o sea 9,9% del total de las exportaciones de la Unión Europea a este país. Ahora, Rusia deberá reorientar esas importaciones hacia otros proveedores.

La posibilidad de incrementar la participación marroquí en el mercado ruso llega en un momento en que Rabat se ha fijado el objetivo de aumentar, mediante el denominado “Plan Marruecos Verde”, su producción de cítricos hasta los 2,9 millones de toneladas para el 2018 e incrementar sus exportaciones hasta el 1,3 millones de toneladas. Recientemente, la FAO ha premiado a Marruecos por haber alcanzado, con sus planes de desarrollo “Marruecos Verde” y “Alientis”[i],“La Metas del Milenio” en la lucha contra la pobreza y el hambre, dos años antes del plazo fijado.

Hasta hace un tiempo, Marruecos había estructurado su política exterior orientándose tradicionalmente hacia la Unión Europea con quien mantiene un “Estatuto Avanzado” y donde se encuentran sus principales socios comerciales, y hacia los países que forman el “Consejo para la Cooperación del Golfo” donde suele encontrar buenas condiciones de financiamiento para sus inversiones en materia de obras públicas.

En los últimos tiempos, Mohamed VI ha mostrado la firme decisión de ampliar los vínculos diplomáticos y comerciales con otros países que pueden convertirse en importantes socios de Marruecos en sus planes de desarrollo económico. El monarca ha llevado a cabo una política exterior muy activa, especialmente en el África Subsahariana, con eje en los países francófonos de África del oeste, donde ha realizado dos de sus giras más importantes. Así lo ha destacado el propio Mohamed VI al señalar, en su discurso del “61º Aniversario de la Revolución del Rey y del Pueblo”, que “Marruecos ocupa el segundo puesto en tanto que país inverso en África” y que “es considerado como un enlace fundamental en la cooperación triangular y multilateral particularmente en lo que se refiere a la seguridad, estabilidad y desarrollo en África”.

Hace unos días, al pronunciar su discurso de la Fiesta del Trono, que conmemoró el pasado 30 de julio el 15º Aniversario de su coronación, el monarca reiteró su intención de ampliar la presencia de Marruecos en los mercados internacionales, especialmente de Rusia y China. Subrayó que pretende consolidar “las relaciones seculares” que unen a Marruecos con esos dos países “para reforzar la política de apertura y diversificación de socios” internacionales. Con ese objeto, Mohamed VI visitará Rusia en el mes de octubre a los efectos de impulsar la cooperación estratégica entre ambos países y luego hará lo mismo con China.

Marruecos puede proveer a Rusia de muchos otros productos además de los frutihortícolas pero para ello hay que remover algunos obstáculos como mejorar las rutas comerciales y ajustar los aranceles impositivos. Recientemente, por ejemplo, el presidente de la Asociación Marroquí de Exportadores, Hasan Sentisi, destacó que el país produce y vende a la Unión Europea zapatos que luego son reexportados a Rusia, si se mejoran los vínculos económicos se podrá eliminar la intermediación en beneficio de ambas partes. 

NO TODO ESTA HECHO

Este conjunto de buenas señales indican claramente que Marruecos se encuentra en el camino correcto en lo que hace a desarrollo económico, no obstante aún persisten problemas que deben ser corregidos para que el país pueda ingresar al exclusivo club de las potencias emergentes. Así lo ha reconocido el propio Mohamed VI, quien es su referido discurso del “61º Aniversario” señaló: “Es cierto que para sumarse al pelotón de los países emergentes se requiere la constante mejora del clima de negocios, especialmente avanzando en la reforma de la justicia y de la administración, luchando contra la corrupción y moralizando la vida pública, que consideramos como una responsabilidad que atañe a todos los componentes de la sociedad, ya sean ciudadanos o asociaciones y no como un terreno exclusivo del Estado.”

“De igual modo, es necesario consolidar el papel estratégico del Estado, en términos de control y regulación, a la vez que se han de acometer las grandes reformas, especialmente aquellas relativas al régimen de pensiones y al sector fiscal, y velar por la continua aplicación de los principios de buena gobernabilidad en todos los sectores.”

En otro párrafo, el rey hizo referencia a: “la seriedad y dedicación al trabajo que caracterizan a los marroquíes que, efectivamente, han dado prueba de su rendimiento y creatividad siempre que dispongan de los medios necesarios y de las condiciones adecuadas para desempeñar toda labor, cualquiera que fuera su índole o dimensión, tanto intelectual como manual, a pesar del problema de empleo.”

Finalmente, el monarca hizo referencia a los problemas de desigualdad en los ingresos que naturalmente suelen acompañar a todo proceso de crecimiento económico acelerado señalando que: “… no queremos un Marruecos con dos velocidades: una categoría de ricos que se beneficia de los frutos del desarrollo y no hace sino incrementar sus riquezas; y otra de pobres que permanecen fuera del progreso, acentuándose su pobreza y miseria.”

A MODO DE SÍNTESIS

Marruecos es el único país del Norte del MENA que actualmente goza de estabilidad y crecimiento que le permite claramente en la posibilidad de alcanzar la condición de “país de rápido crecimiento”. Este importante logro “… no es producto de la casualidad, sino más bien el resultado de una visión clara, de unas estrategias bien establecidas y del esfuerzo y sacrificio de todos los marroquíes conscientes.” Para decirlo en las palabras de Mohamed VI.

 



[i] PLAN ALIENTIS: constituye un plan de apoyo a la construcción de viviendas, la salud y la educación para los sectores menos favorecidos de la población marroquí.

jueves, 28 de agosto de 2014

UN GOBIERNO SIN PLAN NI IDEAS


CRISTINA COMO RAÚL
No fue necesario que Cristina Fernández de Kirchner comenzara a hablar de mudar la Capital para que muchos comenzaran a recordar la situación que llevó a Raúl Alfonsín a resignar su cargo seis meses antes de la finalización de su mandato presidencial. Ambos presidentes pecaron de un voluntarismo extremo. Alfonsín creyó que el restablecimiento del sistema republicano obraría mágicamente como una panacea para los principales problemas que aquejaban a la sociedad argentina. Pronto se hizo evidente que no era suficiente con invocar a la democracia para solucionar los problemas educativos, sanitarios o alimenticios de los argentinos.

Los Kirchner creyeron que apelar a un discurso seudo revolucionario y revivir el tema de las violaciones a los derechos humanos en la década de los setenta era suficiente para construir un “relato” que finalmente modificara la realidad. Pero, cuando se agotó la bonanza proveniente de las retenciones al agro, el saqueo a las cajas del ANSeS y al Banco Central; como así también a la expoliación impositiva, en lo gobierno no supo cómo hacer para seguir financiando el festival de subsidios, la maquinaria clientelística y la gigantesca corrupción que rodeaba al oficialismo. A la galera del gobierno se le acabaron todos los conejos.
Ambos finales de ciclo se parecen, aunque, justo es decirlo, la calidad institucional y la inserción internacional del país que Don Raúl logró dista mucho de la calamitosa situación imperante actualmente en el país.

Incluso, la calidad política de los cuadros dirigentes que en ese entonces provenían tanto del Movimiento de Renovación y Cambio , como de la agrupación juvenil conocida bajo la denominación de “La Coordinadora”, era muy superior a la que exhiben actualmente los militantes y dirigentes provenientes de esos rejuntados kirchneristas denominado Unidos y Organizados y “La Campora”. El propio Axel Kicillof está muy lejos de la capacidad técnico – profesional que exhibió en su momento el ministro de Economía Juan Vital Sourouille y su equipo. Kicillof jamás sería capaz de diseñar una planificación económica de la complejidad del “Plan Austral”, sencillamente porque hasta el momento no ha sido capaz de diseñar e implementar un plan económico coherente.
Entre los colaboradores del ministro Axel Kicillof no se registran profesionales reconocidos en los medios económicos, además sus conflictos y discrepancias con el presidente del Banco Central Juan Carlos Fabrega son frecuentes.

Kicillof insiste en que tiene “todo estudiado”, pero lo cierto es que desde que ha tomado el timón de la economía nacional no ha hecho más que improvisar y aplicar medidas coyunturales que en muchos casos se contradicen.
UN CUADRO COMPLICADO

Es por ello que hoy el país enfrenta una combinación de dos males: fuerte recesión con inflación desbocada. El principal factor que potencia la baja del consumo consiste en una sumatoria de factores, en especial la caída del empleo y la creciente disminución en los salarios reales.
Menores contrataciones, suspensiones y despidos redujeron el empleo del 42,2 al 41,4% de la población urbana. Equivalente a una pérdida de casi 200.000 puestos de trabajo. Mientras que entre los ocupados, casi el 10% -más de 150.000 personas- trabaja pocas horas.

Al mismo tiempo, los ingresos tuvieron mejoras nominales pero por debajo de la inflación, con una caída del poder de compra que amenaza situarse entre el 9 y 10%. Entre los salarios medios y altos, la reducción es mayor por el incremento de las deducciones por el impuesto a las ganancias.
El resultado de este cuadro es un crecimiento en términos reales de tan sólo el 0,4% en las ventas de los supermercados en el segundo trimestre del año, con caídas del 15,6% en carnes y 37,9% en verduras y frutas, mientras que el consumo de pan se incrementó un 56,4% en el último año. El descenso en el consumo de los sectores populares es el más elevado desde la crisis del 2001 – 2002, además en los últimos meses hubo una caída del 10% de las exportaciones y una reducción del 9% en las importaciones, factores que acentúan la recesión.

Mientras que la inflación se ubica bien lejos de los 25 puntos que registró el año pasado. Ahora se mantiene en el rango de entre 35 y 40% anual, hecho que sitúa a Argentina como el segundo país con mayor inflación en Latinoamérica –sólo superado por Venezuela país que este gobierno parece tomar como referencia en muchos campos- y uno de los países con mayor inflación del mundo. Además, la inflación argentina supera veinte veces el promedio de inflación de los países de la región, una situación que no se vivía desde los últimos meses del gobierno de Raúl Alfonsín.
Además, las reservas son escasas y además el precio de la soja está descendiendo abruptamente, el rojo fiscal va camino de los U$S 230.000 millones y, de tanto exprimirlas las arcas del Banco Central y de la ANSeS flaquean. Mientras tanto la brecha entre la cotización oficial y el dólar ilegal o blue se ubica en el 70%, una diferencia que no se registraba desde enero, cuando se produjo una devaluación del 22%. Sin embargo, la brecha entre el dólar oficial y el ilegal se ha ampliado tanto que muchos economistas auguran una nueva devaluación que nuevamente impactará fuertemente sobre la inflación.

Todo este proceso se desarrolla en momentos en que, pese a toda la retórica oficialista, el país ingresa en un nuevo default. O, como señalan algunos economistas, sin haber salido nunca del default anunciado en diciembre de 2001, ahora se profundiza el cuadro.
MESES DE ANGUSTIA

En este marco, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no cuenta con ideas ni capital político para revertir esta crisis ni para sobrellevar los difíciles catorce meses que le restan de mandato.
Los últimos años, cuando la situación económica y social no era tan grave en diciembre, con cualquier tipo de detonante, se producían ocupaciones ilegales de terrenos y saqueos a comercios que siempre ocasionaban alguna víctima fatal. Ahora que se incrementa la conflictividad sindical y social, cabe preguntarnos cuanto falta para que comiencen a producirse estos lamentables acontecimientos que todos tememos y repudiamos y que hará entonces un gobierno en retirada, aislado internacionalmente, en default y debilitado por el surgimiento en su seno de múltiples candidaturas presidenciales.

No sería más inteligente ir pensando seriamente en un adelanto de las elecciones para que un nuevo gobierno encuentre las soluciones que el “genial” ministro Kicillof no es capaz de encontrar. Especialmente, si consideramos que el futuro gobierno, aun tomando las medidas económicas acertadas, demora aproximadamente dos años en recuperar los niveles de actividad, controlar la inflación y aliviar la situación social de los sectores más postergados.

 

lunes, 18 de agosto de 2014

EL SÁHARA EN EL CONTEXTO ACTUAL

ARGUMENTOS DE PESO

La terrible tragedia bélica y humanitaria que se desarrolla estos días en Gaza ha sido maliciosamente aprovechada por ciertos sectores interesados para realizar disparatadas comparaciones con la situación del Sáhara marroquí. No obstante las diferencias entre ambos conflictos y sus antecedentes históricos son tan grandes y tantas que estas comparaciones no resisten un análisis objetivo de la cuestión.
Para simplificar y no fatigar al lector con argumentaciones excesivamente técnicas concentraremos la cuestión en tres cuestiones centrales.
1.- No ha existido nunca “terra  nullius” en el Sáhara. El llamado Sáhara Occidental fue siempre una parte más del territorio marroquí, ocupado por España a comienzos de siglo y recuperado por Marruecos, en 1975, después del retiro español. Marruecos sólo término con una usurpación colonialista, no invadió ni anexo por la fuerza el Sáhara, solo recuperó lo que anteriormente le pertenecía.
2.- El denominado “principio de autodeterminación de los pueblos” no necesariamente implica otorgamiento de “soberanía” sobre un territorio sino que también puede ser interpretado como reconocimiento del “derecho al autogobierno” de una región o de una población.
3.- La población marroquí denominada “saharaui” por el Frente Polisario, no constituye ni una nación, ni un pueblo, ni siquiera una minoría, por lo tanto, en ningún caso pueden ser titulares del derecho a la autodeterminación.
LA PRIMERA CUESTIÓN: EL TERRA NULLIUS

Desde el comienzo de su usurpación de estos territorios, España ha insistido en que antes de su llegada el Sáhara constituía una “terra nullius”, expresión latina que suele emplearse en el Derecho Internacional para denominar a los territorios sin propietario, como “cosas de nadie”, es decir, territorios que nunca estuvieron sometidos a la soberanía de ningún Estado o persona. Por lo tanto, España fundamentó sus derechos sobre el Sáhara diciendo que el Sáhara no tenía dueño o que en todo caso los propietarios eran algunos jefes tribales que vendieron la soberanía de los mismos por un puñado de monedas de plata.

Las potencias colonialistas suelen recurrir a este tipo de falaces argumentaciones. Recordemos que España también “descubrió América” que era una terra nullius, es decir, que no era propiedad de ningún reino europeo y se apropió de ella gracias a la bula menor “Inter caetera”, otorgada el 4 de mayo de 1493, por el papa Alejandro VI[i], en favor de Fernando e Isabel de Trastámara, reyes de Castilla y Aragón.

Pero en el caso del Sáhara esto era una flagrante mentira. Este territorio fue siempre una parte indisoluble del Reino de Marruecos la única entidad estatal independiente que tuvo continuidad jurídica y existencia real en el Magreb desde el siglo XIII. Como todos los Estados del mundo pasó por periodos de expansión que extendieron su soberanía por territorios que hoy pertenecen a Mauritania, Mali e incluso Argelia. En las etapas de contracción, sufrió importantes pérdidas territoriales a manos de las potencias imperialistas europeas: España, Portugal e incluso Francia.

La actual dinastía alauí, remonta sus orígenes al reinado de Mulay Rashid (1664 – 1672), quien se transformó en líder de su familia a la muerte de su padre Mulay Sherif en 1659. Como muy bien señala Román López Villicaña[ii], profesor de la Universidad de las Américas Puebla, Marruecos fue siempre un reino musulmán independiente del Imperio Otomano y defendió con éxito esta independencia de las potencias colonialistas hasta el primer cuarto del siglo XX. A diferencia de Argelia que fue una provincia de los imperios Omeya y Abasi, paso a ser una provincia marroquí, luego otomana y finalmente francesa hasta su tardía independencia en 1962.

Marruecos resistió con éxito los embates españoles y portugueses durante sus respectivos periodos hegemónicos cediendo únicamente las plazas de Melilla y Ceuta. Para mediados del siglo XVIII se mantenía como una potencia respetable en el Mediterráneo. Hay claros antecedentes de que en ese entonces el Reino de Marruecos era parte del sistema internacional de la época y que mantenía relaciones diplomáticas regulares con otros reinos intercambiando embajadores y suscribiendo tratados. Particularmente, firmó con España su primer tratado en 1767, precisamente en este instrumento de derecho internacional, España reconocía la soberanía marroquí sobre el Sáhara al solicitar al Sultán el permiso para pescar en sus “aguas de la costa del Sáhara”.

Otro acontecimiento que acredita al Reino de Marruecos como parte del sistema internacional es el curioso hecho de que este reino fue el primer Estado en el mundo en reconocer la Independencia de los Estados Unidos y en suscribir un “Tratado de Paz y Amistad” con este país que se encuentra vigente desde el año 1787.

Los antecedentes que demuestran sin lugar a dudas que el Reino de Marruecos era un actor internacional con soberanía sobre la región del Sáhara son innumerables y detallar tan sólo las principales excedería la extensión de este artículo. Digamos simplemente que la soberanía marroquí sobre el Sáhara únicamente fue puesta en cuestión por Portugal, España y Francia que siempre tuvieron ambiciones colonialistas sobre el territorio marroquí. No obstante, estos países conocían perfectamente de la existencia de soberanía marroquí sobre estos territorios por lo cual alternativamente recurrían a la guerra, la diplomacia y al establecimiento de enclaves coloniales ilegales para apropiarse de partes del territorio de Marruecos.

En el primer cuarto del siglo XX, Francia y España consiguieron repartirse la totalidad del territorio de Marruecos y retenerlo hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando los países del Tercer Mundo comenzaron a romper el yugo colonial. Francia logró prolongar su Protectorado sobre Marruecos hasta 1956. España reintegró la región de Tánger a Marruecos, en abril de 1956, la zona de Tarfaya en 1958, y Sidi Ifni en 1969, pero retuvo el Sáhara hasta 1975.

No fue hasta la muerte de Francisco Franco y la crisis del sistema franquista en 1975, que Marruecos pudo controlar a la totalidad de su territorio. Pero la recuperación del Sáhara no fue ni una anexión ni una ocupación, sino que España reintegró la soberanía marroquí por los llamados Acuerdos Tripartitos, suscriptos entre 12 y el 14 de noviembre de 1975, entre España, Marruecos y Mauritania, por los cuales se acordó que España entregaba la administración de esos territorios en forma definitiva el 26 de febrero de 1976. En esa fecha las autoridades marroquíes se establecieron pacíficamente en el Sáhara.

Después del retiro de las tropas españolas, el Frente Polisario contando con el apoyo de Argelia y otros países del Bloque Socialista, decretó la creación de una supuesta “República Árabe Saharaui Democrática”, que solo existe en los campamentos argelinos de Tinduf y comenzó una guerra de guerrillas. En agosto de 1979, Mauritania al ver agotados sus recursos por la continua guerra de guerrillas se retiró del Sáhara, evacuando unilateralmente Dajla y Ued Eddahab. Ante la defección de Mauritania, Marruecos recuperó con sus fuerzas el resto del territorio que históricamente le correspondía.

Como la guerra de guerrillas que el Frente Polisario llevaba a cabo en forma intermitente, contando con el apoyo militar y santuarios seguros en Argelia, era una continua molestia para Marruecos en el Sur, a partir de 1980 comenzó a construir un muro defensivo. Este muro comprende la totalidad de la frontera marroquí – argelina a lo largo de 2.200 kilómetros. La construcción del muro puso fin a las incursiones del Polisario desde Argelia y ambas partes arribaron a un alto el fuego el 6 de septiembre de 1991. Desde entonces el alto el fuego es supervisado por la Misión de las Naciones Unidas. Esa es la situación actual, en el Sáhara marroquí no hay ni Intifadas, ni ataques con cohetes ni violaciones a los derechos humanos. Digámoslo una vez más el Sáhara no es Gaza.

SEGUNDA CUESTIÓN: ACERCA DEL PRINCIPIO DE AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS

Este principio del Derecho Internacional abreva en la compleja pero poderosa idea de “Nación”, una idea que se consolidó en la Europa del Romanticismo, en la última parte del siglo XIX, generalizándose en las primeras décadas del siglo XX. En una época en que las potencias triunfantes en la Primera Gran Guerra Imperialista (1914 – 1918) utilizaron este concepto como argumento para desmembrar a los grandes imperios multiétnicos que resultaron derrotados en la contienda: el Imperio Alemán, el Imperio Austro-Húngaro, el Imperio Otomano y en menor medida el Imperio Zarista.

Precisamente en 1918, el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson propuso en su mensaje ante el Congreso americano catorce puntos que debían guiar la construcción del futuro orden internacional a los efectos de evitar nuevas grandes guerras entre las potencias industriales de la época. En el punto quinto buscó una solución de compromiso al sostener que las reivindicaciones coloniales debían solucionarse de acuerdo con un equilibrio entre los intereses de las poblaciones afectadas y las demandas de las potencias imperiales europeas.

El real objetivo, tanto del presidente Wilson, como de los estadistas aliados reunidos en la Conferencia de París, era fragmentar territorialmente al Imperio Alemán y al mismo tiempo reducir su población, que era la más grande de Europa en ese momentos. El propósito central era que en el futuro si Alemania buscaba una revancha por su derrota –como finalmente ocurrió a partir de 1937- en la guerra, no pudiera disponer de tantos potenciales soldados ni de abundantes materias primas estratégicas para sostener su esfuerzo bélico. Como complemento de esta maniobra geopolítica, los aliados pensaron en contener a Alemania rodeándola de un “cordón sanitario” formado por un conjunto de pequeños estados que al mismo tiempo serían aliados naturales de Francia y el Reino Unido.

El instrumento jurídico empleado para justificar esta mutilación territorial de los grandes imperios fue, tal como hemos dicho, fue la apelación selectiva del “Principio de Autodeterminación de los Pueblos”. Aplicando este principio, las potencias aliadas decretaron la reconfiguración de las fronteras en la Europa del Este. Así se forjó un conjunto de inestables Estados con pretensiones de ser naciones: Checoslovaquia, Yugoeslavia, Polonia, Austria, Hungría, etc.; además se realizaron importantes modificaciones en las fronteras de otros países: Alemania, Rumania, Grecia, etc.

La creación de la Sociedad de las Naciones sirvió de justificación también para reconfigurar el mapa colonial en el Tercer Mundo, Alemania perdió sus colonias y surgió un complejo mapa mundial poblado de “Mandatos” y “Protectorados” que eran meros eufemismos que encubrían una nueva expansión colonialista.

En esta forma se fue sacralizando un supuesto principio del Derecho Internacional, creado por el oportunismo político de las potencias vencedoras en la Gran Guerra, y que a lo sumo tenía algún fundamento en Europa donde el proceso de traspaso de las lealtades de los clanes a las tribus, de estos a los feudos y de las regiones a los reinos y estados republicanos, se había completado en el orden internacional postwestfaliano. Pero, tal principio carece absolutamente de fundamento si se lo pretende aplicar a vastas regiones de Asia y África donde existieron pocos ejemplos de reinos o estados nacionales antes de la ocupación colonial europea.

En esas regiones, la intervención de las potencias coloniales europeas interrumpieron el proceso de formación de las nacionalidades en la etapa tribal. En algunas regiones de Asia y África los Estados y sus fronteras actuales quedaron configurados a grandes rasgos según las necesidades impuestas por el reparto colonial de 1890 y sus sucesivas rectificaciones. Es así, como muchos de estos estados son multiétnicos o al menos multitribales, por lo tanto albergan grandes conflictividades étnicas que afectan a la gobernabilidad y que periódicamente se manifiestan en golpes de Estado y sangrientas guerras tribales.

El principio de autodeterminación de los pueblos es una norma claramente oportunista al punto tal que años más tarde terminó siendo invocado por Adolfo Hitler para justificar sus reivindicaciones territoriales sobre Checoslovaquia y Polonia. Hitler adujo que todos los territorios poblados por alemanes étnicos -en esa época denominados “sudetes”-, sin importar donde habían nacido, debían estar sometidos a la soberanía de Alemania y que este Estado tenía el derecho y la obligación de intervenir en defensa de sus “minorías” encerradas en otros países, cuando en esos países sus derechos o incluso su vida se viera amenazada por la población o los gobiernos que las albergaban.

Podría decirse, sin temor a exagerar, que la aplicación del “principio de autodeterminación de los pueblos” fue uno de los elementos centrales que precipitaron el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

Por último, cabe señalar que los mismos gobiernos que invocan la aplicación del principio de autodeterminación de la población en conflictos de soberanía derivados de la presencia del colonialismo europeo, como ocurre en el Sáhara o en las Islas Malvinas, lo rechazan enfáticamente cuando la población que lo invoca habita en Cataluña o en Escocia. Como siempre la política internacional suele estar poblada de hipocresía y oportunismo.

La vertiente interna del principio de autodeterminación de los pueblos

Por otra parte, cuando el Frente Polisario y sus simpatizantes españoles invocan la aplicación del “principio de autodeterminación”, se cuidan muy bien de decir que la mayoría de los expertos en derecho internacional reconocen la existencia de una “vertiente interna” del mismo que descarta la cuestión de la soberanía.

En su vertiente interna el derecho a la autodeterminación contempla tan solo  otorgar al pueblo que lo invoca, la facultad de decidir sobre su organización política y a perseguir su propio desarrollo cultural, social y económico. Esta interpretación se relaciona, entre otros aspectos, con el derecho de todo grupo a preservar su identidad; también con el derecho de todo ciudadano a participar, a todos los niveles, en la dirección de los asuntos públicos, y por tanto con la democracia. De aquí se deriva que un gobierno debe representar al conjunto de la población, sin establecer distinciones por motivos de raza, credo, color de piel o cualquier otro.

Precisamente, el gobierno de Marruecos ha tomado en consideración esta interpretación del principio de autodeterminación en su propuesta, de abril de 2007, denominada “Iniciativa para la negociación de un Estatuto de Autonomía para la región del Sáhara” que incluye la realización de elecciones libres para nombrar a los miembros de un gobierno para la “Región Autónoma del Sáhara”, con sus tres tramas independientes: poderes ejecutivo, legislativo y judicial. La propuesta consiste en delegar a este nuevo gobierno la administración de justicia y la instrucción pública con la promesa de otorgar los fondos necesarios para su adecuado funcionamiento además de los recursos impositivos que pudieran ser recaudados en la región.

Según este plan de autonomía, el gobierno de Marruecos solo retendría en la “Región Autonomía del Sáhara” el control de los asuntos relacionados con la defensa nacional, las relaciones internacionales, los servicios postales, la moneda y las prerrogativas religiosas del rey como “Comendador de los Creyentes”.

Este proyecto de autonomía fue muy bien recibido en todo el mundo porque se entendió que constituía un importante paso hacia la solución del Conflicto del Sáhara. Pero las autoridades del Frente Polisario se limitaron a rechazar la propuesta de Marruecos sin presentar un plan alternativo para solucionar el conflicto. Por lo cual el estancamiento de las negociaciones se mantuvo.

TERCERA CUESTIÓN: ¿CONSTITUYEN LOS LLAMADOS “SAHARAUIS” UN PUEBLO?

El término del Derecho Internacional, en especial en lo que hace al principio de autodeterminación, el término “pueblos” hace referencia tan sólo a poblaciones víctimas de una dominación colonial y deriva de la Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas Nº 1541 (XV), del 15 de diciembre de 1960, de la interpretación del artículo 1º de los Pactos y del artículo 1.2. de la Carta de Naciones Unidas en relación con los capítulo XI, XII y XVIII de ésta última.

Según la resolución Nº 1541 (XV), un grupo humano puede considerarse “pueblo” en situación colonial en función de dos criterios básicos: la separación geográfica entre la colonia y la metrópoli y las diferencias étnicas y/o culturales. Estos dos elementos existieron entre los marroquíes del Sáhara y España pero no entre los marroquíes del Sáhara y sus compatriotas del Norte. El Sáhara es una continuidad del territorio marroquí del cual no se encuentra separado por ningún accidente geográfico.

En cuanto a las diferencias culturales, puede ser que existan ciertas diferencias leves entre los habitantes del Norte y los del Sur. Pero, acaso no hay diferencias entre un gallego, un castellano, un vasco y un catalán y esto no implica que los gallegos, castellanos, vascos y catalanes sean “pueblos” distintos o que haya que dividir al Reino de España en cuatro o cinco microestados para otorgarle soberanía a cada grupo cultural que tenga su propio dialecto y otras leves diferencias culturales y que en función de ello reivindique la aplicación del “principio de autodeterminación de los pueblos”.

Aún en Argentina, país donde no existen ni han existido nunca grupos separatistas, si pueden detectarse marcadas diferencias étnicas y culturales entre los habitantes de distintas regiones. Por ejemplo entre un habitante de las provincias del Noroeste (Jujuy y Salta) que hable coloquialmente el dialecto quechua o aymará y se vincule étnicamente con los pueblos originarios andinos con respecto de otro argentino que viva en alguna de las provincias del Litoral (especialmente Misiones o Corrientes), se vincule étnicamente con los pueblos originarios amazónicos y se exprese coloquialmente en la lengua guaraní. Incluso estos dos argentinos serán muy distintos étnica y culturalmente de un porteño, es decir, de un habitante de la ciudad de Buenos Aires cuyos abuelos sean españoles, italianos o una combinación de ambos que sólo se exprese en idioma castellano (aunque matizado con términos del lunfardo rioplatense) y lo ignore todo sobre las culturas originarias, sus dialectos, música, etc.

Las mismas sutiles diferencias existen en todos los países más o menos extensos y que han sufrido aportes humanos y culturales provenientes de diferentes regiones y grupos humanos. En este sentido Marruecos no es una excepción, como no lo son otros países africanos, pero la existencia de esos elementos culturales diferentes no son suficientes para que pueda hablarse de la existencia de “minorías” o “pueblos” con derecho a la autodeterminación.

Llegados a este punto, alguien invocará la interpretación del concepto de “Nación” en un sentido “espiritualista” siguiendo la clásica argumentación del escritor francés Ernesto Renán, de 1882. En esta concepción la existencia de una “Nación” estaría determinada en base al deseo de un grupo humano de una pertenencia diferenciada. En otras palabras, según tal interpretación los “saharauis” serían una Nación, con derecho a la autodeterminación y a contar con un territorio propio, por el simple hecho de que así lo ha decidido el Frente Polisario, sin importar lo que piense el resto del pueblo marroquí al respecto.

La verdad es que este argumento no se sostiene por muchas razones; a los efectos de no abundar más en un tema cuya falacia resulta evidente, diremos tan sólo que habría que comenzar por preguntarse si estos marroquíes tuvieron la libertad e independencia de criterio para decidir por sí mismos escapar de su país o si fueron forzados a emigrar por un grupo armado que los retiene ilegalmente dentro del territorio de Argelia. Luego habría que preguntarse en qué medida podrían elegir con objetividad y libertad después de haber sido sometidos a un fuerte adoctrinamiento y lavado de cerebro por los miembros del Frente Polisario durante los últimos cuarenta años.

Además, siguiendo el “principio de autodeterminación” los dirigentes del Frente Polisario luego pueden reivindicar como propio todo el territorio habitado por la población que consideren saharaui y que como sabemos, se trata de tribus trashumantes que recorren tanto el Sur de Marruecos, como el actual territorio del Norte de Mauritania además de regiones de Argelia y del propio Mali. ¿Qué harán entonces Naciones Unidas y la Unión Africana, seguir invocando la aplicación del principio de autodeterminación?

Cómo cualquier lector criterioso y objetivo comprenderá inmediatamente que todo esto constituye un verdadero disparate. Estos argumentos no se sostienen y son sólo escusas para mantener vigente un conflicto que nunca debió haber existido. Los saharauis son marroquíes, el Sáhara es una parte constitutiva de Marruecos y el Frente Polisario, es tan solo un resabio de la Guerra Fría que solo perdura porque le es útil tanto a España como a Argelia para su diplomacia de tensiones en el Magreb. Los dirigentes del Frente Polisario se niegan a aceptar cualquier iniciativa realista que implique la pérdida de sus privilegios como funcionarios de un falso Estado que usufructúa millones de euros en ayuda humanitaria apelando al falaz argumento de la minoría oprimida.

Por último, habría que preguntarse porque debería Marruecos resignarse a perder una parte sustancial de su territorio y de su población en manos de un grupo reducido de sus habitantes que se sienten con derecho a reclamar la independencia, mientras que millones de otros marroquíes consideran suyo ese mismo territorio, se sienten orgullosos de ser marroquíes y están conformes y a gusto con su rey.

CONCLUSIONES

Como hemos expuesto no existe ningún parecido entre la situación de Gaza y la del Sáhara. Marruecos no es una potencia ocupante sino el legítimo propietario histórico del Sáhara. Los saharauis no constituyen ni un pueblo, ni una minoría oprimida, son marroquíes retenidos ilegítimamente en territorio de Argelia por los miembros de una milicia armada y financiada por Argelia.

Crear un estado independiente en el Sáhara y ponerlo en manos del Frente Polisario solo podría llevarse a cabo apelando a la fuerza militar e implicaría crear un estado títere o un protectorado encubierto de Argelia en ese territorio.

 

 



[i] ALEJANDRO VI (1431 - 1503: fue un papa español, nacido como Roderic de Borja (Borgia en italiano) que ejerció el papado entre 1492 y 1503, sucediendo a su tío Calixto III. La Iglesia Católica guarda un triste recuerdo de este papa.
[ii] LÓPEZ VILLACAÑA, Román: “El problema del Sáhara Occidental. Una perspectiva geopolítica”. Puebla 2013.

domingo, 10 de agosto de 2014

COMENTARIOS AL LIBRO DE LAURA DI MARCO: "CRISTINA FERNÁNDEZ. LA VERDADER HISTORIA"


LA AUTORA
Laura Di Marco es una periodista y ensayista argentina que actualmente escribe en los diarios La Nación y en Noticias Urbanas. Entre los libros que ha publicado figuran: “Las Jefas” (2009) y “La Campora” (2012).

Esta biografía no autorizada de la presidente argentina es un texto de 314 páginas, de fácil lectura, claro, ameno, sin demasiada adjetivación y publicado en una adecuada tipografía es un texto que puede leerse en un  par de días. La obra sigue un estilo periodístico, para nada académico, que omite en la mayoría de los casos el origen de los datos consignados, no tiene ni referencias bibliográficas ni nómina de la bibliografía consultada, lo cual es una falencia en la medida que es evidente la consulta de otras obras sobre el tema.
Sin embargo, el libro contiene datos interesantes que nos parece útil reseñar para el lector que no tiene tiempo para leer o por el contrario para orientar a quien se interesa por estos temas, sobre que puede encontrar en el libro de Laura Di Marco.

LA OBRA
Di Marco retrata a la presidente como una persona de escasas ideas propias, sin mayor formación intelectual, que pese a su innata desconfianza termina por caer bajo la incidencia de las personas que la rodean. La mayor influencia en su vida fue su esposo Néstor y tras su muerte, al menos en los primeros tiempos, se sintió un tanto desprotegida, hasta que encontró apoyo en las sugerencias que le formulaba el periodista Horacio Verbitsky. Después de un tiempo comenzó a sospechar de las intenciones de este y dejó de lado sus opiniones para atender los consejos que recibía del Papa Francisco.

La autora describe a la presidente como una mujer empeñada continuamente en ocultar su origen humilde adoptando un vestuario y poses propias de la alta burguesía. A medida que fue pasando su juventud, fue adquiriendo un perfil más propio de una dirigente política, entonces evidenció una mayor ansiedad para ser vista como una “intelectual progresista” una suerte de Rosa Luxemburgo o Hannad Arendt de las pampas. Aunque, ni este libro ni otras biografías escritas sobre Cristina Fernández ponen en evidencia que la presidente tenga algún tipo de real preocupación intelectual o que haya realizado las lecturas suficientes para que alguien la considere una “intelectual”.
El perfil que Laura Di Marco nos traza de la presidente es el de una mujer solitaria, casi sin amigos personales de la infancia o la juventud –salvo el actual embajador en España, Carlos Bettini- que mantiene una relación cuando menos distante con su madre y su hermana. La frialdad y hasta cierta indiferencia llega incluso al vínculo que mantiene con su hija Florencia. Su principal apoyo afectivo y político en la actualidad parece ser su hijo Máximo.

Mucho se ha escrito acerca de la soledad que conlleva el poder, pero la imagen que Di Marco nos proyecta de una presidente pasando sus fines de semana en medio del tedio y viendo películas con la sola compañía de su entrenadora personal, Luciana López o su biógrafa oficial devenida en amiga, Sandra Russo, resulta un tanto insólita por no decir patética.
Esta biografía de Cristina Fernández contiene muchos datos reveladores, hemos realizado una sucinta selección de aquellos datos que nos parecieron más ilustrativos o insólitos para despertar el interés del eventual lector sobre que puede encontrar en este libro. Veamos entonces estos datos:

PRINCIPALES CONTENIDOS
1.- Origen Familiar:

Laura Di Marco pone en cuestión el origen familiar de Cristina Fernández para ello comienza señalando el hecho poco inusual de que su nacimiento se produjo en el domicilio materno y no en un sanatorio u hospital como era usual en ese tiempo. Curiosamente no presenta copia de la partida de nacimiento ni aclara con que nombre fue inscripta de niña la presidente. Pero si consigna, que fue reconocida como hija por Eduardo Fernández cuando se casó con su madre, Ofelia Wilhelm, cuando Cristina tenía seis años de edad. Curiosamente no consigna ninguna referencia sobre el origen de la familia Wilhelm, no sabemos si originariamente provenían de Alemania, Austria o Suiza, ni que religión practicaba el primer Wilhelm que llego al Río de la Plata ni cuando lo hizo. Tampoco ningún autor ha hecho un estudio similar sobre los orígenes de la familia Kirchner antes de su arribo a Santa Cruz.
Luego de analizar en detalle las diferencias físicas entre Eduardo Fernández y su hija adoptiva y la mala relación que siempre tuvieron, Di Marco consigna la versión de que el padre biológico de la presidente en realidad se llamaba Florencio Lattaro, fallecido en 1972, que había sido compañero de trabajo de su madre en la Dirección General de Rentas del Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires durante muchos años. Porqué Lattaro no habría reconocido a su Cristina, la autora consigna lo que denomina la respuesta que dan en los círculos platenses: “Porque no estaba seguro de que fuera hija suya”. (Páginas 32 a 35) 

2.- La Salud de la Presidente
Di Marco realiza un pormenorizado análisis de los males que aquejan la salud presidencial. De ello solo consignaremos que según un equipo médico que habría realizado una evaluación de la personalidad de Cristina Fernández esta presentaría cuatro patologías: Hiperestrés, egocentrismo patológico, síndrome de Hubris y bipolaridad. (Página 67)

La evaluación final de la autora es la siguiente: “La salud de Cristina es frágil. Uno de los médicos de los tres centros de salud en los que está repartida su historia clínica lo detalla así: - Tiene síncopes a repetición, una arritmia y aún no se sabe si va a necesitar o no un marcapasos. Y esos desmayos o síncopes están relacionados con un tema cardíaco. Lo cardiológico en ella es un problema. Está sin tiroides, que se la sacaron innecesariamente. Eso implica que cuando la medicación que la reemplaza está baja, la persona sin tiroides tiende a querer quedarse en cama, no come, el pulso desciende, se deprime, se constipa, tiene sensación de frío. En cambio, cuando la hormona tiroidea sube sucede lo contrario: esta explosiva, con taquicardia, no duerme de noche. No es un cuadro sencillo.” (Páginas 69 y 70)
3.- La Militancia Setentista

Di marco niega que tanto Cristina Fernández como Néstor Kirchner hayan tenido una activa militancia política durante sus años como estudiantes universitarios de derecho en la década de los setenta.
Así consigna la autora: “Cristina había tenido un vínculo muy laxo con el Frente de Agrupaciones Eva Perón (FAEP) –hay testigos que la ubican asistiendo a algunas charlas pero no mucho más, en 1974 ya no existía. Igual que la FURN, donde militaba Kirchner, ambos grupos se habían diluido en 1973 y fusionado con la Juventud Universitaria Peronista. Una síntesis que había acompañado a la Unión de las FAR y Montoneros.

“Lo cierto es que en 1974 no hay testigos que acrediten que Cristina y Néstor Kirchner militaran orgánicamente en alguna organización universitaria; tampoco en las organizaciones armadas, una vía con la que nunca estuvieron de acuerdo. Y Cristina mucho menos que el marido.” (Página 133)
Luego la autora apela al testimonio de Juan Vilaboa, historiador, investigador y profesor en la Universidad Nacional de la Patagonia Austral quien fundó la UES en Río Gallegos: “- Yo estaba desesperado, él me venía a ver en Buenos Aires porque se nos venía el mundo encima. Kirchner estaba desesperado por él, no por los que detenían, ni luego, ya después del golpe, por los que desaparecían. Y esto a mí no me lo contó nadie, lo escuche y lo vi porque lo charlaba conmigo. Kirchner tenía miedo y ya en 1974 comenzó a despegarse de lo poquito que había orbitado en Montoneros. Y así como era el primer montonero en Gallegos en 1973, al año siguiente, cuando Perón echa a Montoneros, empieza con que teníamos que hacernos leales. Recuerdo que tuvimos una larguísima discusión. Nosotros veíamos que había problemas, que habíamos perdido consenso en la sociedad, pero no estábamos para pasarnos a leales. Lo que él quería, luego me quedó claro, era quedar despegado. Y nos quería dividir.” (Página 133)

4.- ¿Es Abogada?
Laura Di Marco nos cuenta que ocurrió con la denuncia presentada en el año 2007, por el abogado Sergio Bergenfeld y el periodista Christian Sanz poniendo en duda de que Cristina Fernández fuera abogada. La denuncia fue presentada ante el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nº 5, a cargo del juez Norberto Oyarbide. La causa fue cerrada debido a una respuesta de parte del rector de la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas, Hérnán Gómez, donde se afirmaba que existían las constancias y pruebas del hecho. En 2014, Gómez fue nombrado fiscal de Estado en La Plata.

Luego agrega: “En el marco de la investigación para este libro, se accedió a su matrícula de abogada a través de fuentes de la Asociación de ABOGADOS DE Río Gallegos. Así, Cristina figura en el padrón de letrados de la Justicia de Santa Cruz con la matrícula 10.433.615, inscripta el 12 de febrero de 1980 (tomo II, folio 160=. También existe una inscripción ante la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia, el 7 de octubre de 1985 (tomo 57, folio 322)

El dato, además, fue corroborado por el socio de Cristina en el Estudio Kirchner, Ortiz de Zarate, y por dos periodistas independientes, Diego Gueler, especializado en temas judiciales y ex integrante del staff de Perfil y Muñoz, de OPI Santa Cruz. Ortiz de Zárate confirmó que la presidenta accedió a su matrícula a través de un oficio presentado ante el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) local.”
¿Lo que ni Di Marco ni nadie parece entender es por qué, si tiene título de abogada, no lo presenta? Nadie lo puede explicar. Gueler especula que se debe a sus bajas calificaciones. Pero el diploma de abogado no consigna el promedio de egreso. Por lo tanto, las sospechas sobre el tema continúan…

Lo que Di Marco no puede explicar es por qué nunca la presidente ha presentado su diploma de abogada poniendo fin al debate, a menos que las inscripciones y constancias no sean auténticas… 
5.- ¿Boudou es Amado?

En lo referente a la relación que une o ha unido a Cristina Kirchner con su vicepresidente Amado Boudou, Laura Di Marco no apela al condicional sino que es clara y directa: “La misma fuente sugiere que la breve relación con el ministro de Economía, a quien Cristina eligió como vicepresidente para secundarla en la fórmula de 2011, podría haber nacido como un refugio, en medio de la depresión de la viudez.

“Como fuere, el hechizo terminó de manera amarga cuando Máximo interceptó –se supone que a través de informes de inteligencia- una comunicación en la que Boudou soltaba frases hirientes sobre la madre: “La gorda ya está molestando de nuevo”, decía. O: “Yo la manejo”, el vicepresidente se jacta así de la supuesta influencia que, luego de la muerte de Kirchner, suponía estar ejerciendo sobre Cristina.

“Así fue como su verborragia terminó provocando el quiebre de la relación con Máximo y, más tarde, con la presidenta.” (Página 65).
La autora no menciona la fuente de esta versión, pero es muy posible que sea el libro de Franco Lindner, titulado “Los amores de Cristina”, que dedica el primer capítulo para analizar la relación entre ambos personajes y donde hay una detallada descripción de la misma que coincide en todos sus aspectos con la referencia de Di Marco.

6.- El Affaire Verbitsky
Laura Di Marco atribuye a la influencia que el periodista Horacio Verbitsky muchas de las decisiones erróneas adoptadas por la presidente en su segunda presidencia.

Para Néstor Kirchner el periodista era un ser casi despreciable, se le atribuye sobre el mismo la siguiente frase: “Muchachos, quédense tranquilos, que yo a éste le doy un pedestal, un espejito para que se mire, y ya lo tenemos…”, dice Laura Di Marco y nuevamente coincide con otra fuente bibliográfica. La misma versión se encuentra en el libro de Edi Zunino, titulado “Periodistas en el Barro. Edición Final”, página 102.

Más tarde insiste sobre el tema:
“Una tarde, Kirchner llamó a uno de sus secretarios.

-       ¿Dónde está la doctora?

-       En su oficina, con Horacio Verbitsky – informó el asistente.

-       Decile que se saque a ese pelotudo de encima y venga.”
Pero como la autora no nos indica que bibliografía consultó para su obra ni realiza citas no podemos saber de donde obtuvo la versión.

Lo que sí sabemos es que le dijo el ex canciller Rafael Bielsa sobre Verbitsky: “- Siempre quiso influir en las sombras. Tiene una enorme capacidad de mentir, de intriga, de sembrar cizaña, de manipulación, una enorme insensibilidad e irresponsabilidad política en sus actos, una incoherencia pasmosa. Tiene la arrogancia despiadada de la enmohecida aristocracia británica. Detrás de la mayoría de las teorías conspirativas que circulan en el gobierno y de los giros jacobinos, está Verbitsky, su patología y sus compromisos con intereses externos a las fronteras del país.” (Páginas 168 y 169).
La autora no parece tener una buena opinión sobre el “perro Verbitsky” y lo deja muy claro en diversas partes del capítulo que le dedica a la relación entre la presidente y el periodista, en especial cuando recoge todas las suposiciones sobre la supuesta colaboración de este con la dictadura militar en los setenta. (Páginas 178 y 179).

EVALUACIÓN FINAL
El libro de Laura Di Marco, más allá de los cuestionamientos metodológicos que puedan formulársele, es un trabajo interesante y valioso. El lector encontrará en él mucho material para el análisis: como la referencia al tiempo en que Néstor y Cristina permanecieron detenidos durante la Dictadura, los complots de Néstor Kirchner para impedir que el cardenal Jorge Bergoglio se convirtiera en Papa, como se construyó la relación entre Francisco y Cristina Fernández, los vínculos con el sindicalismo, etc.

Lamentablemente, también son muchos los temas que se omiten, la relación entre Cristina y sus hijos, los vínculos con Hebe de Bonafini y Estela Carlotto, los vínculos económicos con Lázaro Báez y Cristóbal López, etc. Seguramente, la autora en el futuro podrá analizar estos temas en otro libro.
Recomendación: no se lo pierda.

 

 

lunes, 4 de agosto de 2014

¿PORQUE NO ADELANTAR LAS ELECCIONES?


LA TENDENCIA FUNDACIONAL EN LA POLÍTICA ARGENTINA

En Argentina, los políticos cuando llegan al gobierno suelen adoptar en su gestión un tono fundacional. Es decir, en la etapa inicial de su gobierno, cuando gozan de un amplio consenso, y especialmente si la economía atraviesa por una etapa de prosperidad y crecimiento, los gobernantes parecen renegar del principio de continuidad jurídica del Estado. En otros casos esta negación de la continuidad está originada por el hecho evidente de que el gobierno precedente fue tan caótico y nefasto que, los nuevos habitantes de la Casa Rosada buscan establecer claras diferencias con sus antecesores.

En la mayoría de los casos quienes así proceden suelen olvidar que formaron parte de los elencos gubernamentales del pasado y que tienen claras responsabilidades en los hechos de los cuales están renegando.

En síntesis, en Argentina los nuevos gobiernos al asumir suelen presentarse como algo nuevo y superador de los errores y males del pasado.

Así, muchos nuevos gobernantes parecen sentir que están viviendo en 1810 y por tanto gestando una nueva república o al menos, un nuevo orden social y político. En algunos casos incluso, a los efectos de acentuar esa ruptura con el pasado, declaran muy sueltos de cuerpo que están llevando a cabo una “revolución”.

TODO COMENZÓ EN 1916

Probablemente la tendencia fundacional en Argentina comenzó en 1916 cuando Hipólito Yrigoyen llegó a la presidencia por aplicación de la Ley Sáenz Peña que aseguró la pureza de los procesos electorales. El célebre “Peludo” comenzó por identificar al radicalismo con “la causa nacional” que venía a poner fin al “régimen falaz y descreído” que había gobernado el país los últimos cincuenta años. Es decir, los presidentes que habían construido al Estado Nacional e inaugurado una prolongada etapa de crecimiento económico que no habría de repetirse desde entonces.

La verdad que más allá de la retórica –hoy diríamos del “relato”- el radicalismo en el poder afortunadamente se diferenció muy poco de los gobiernos que lo precedieron. Es cierto que se efectuaron algunos cambios cosméticos, se renovaron los elencos dirigentes y se amplió la participación política a los sectores medios de la sociedad, pero nada más. El radicalismo no implicó ninguna transformación profunda en las relaciones de poder internas ni en la inserción internacional del país. En síntesis, el radicalismo ni fundó una nueva república ni llevó a cabo una revolución.

LAS REFUNDACIONES MILITARES

La pretensión fundacional resurgió en 1930 cuando el general José F. Uriburu desalojó a los radicales del gobierno. Lo primero que hizo el general golpista fue anunciar que venía a poner fin a los abusos creados por la Ley Sáenz Peña y la corrupción del personalismo yrigoyenista. En nombre de la moralidad política, Uriburu creía que bastaba un golpe de Estado llevado a cabo por un minúsculo grupo de militares –esencialmente cadetes del Colegio Militar de la Nación- para poder cambiar el sistema institucional del país gestando un régimen corporativo de inspiración fascista. Como esas ideas eran extrañas al sentir de la mayoría del pueblo argentino, Uriburu y el grupúsculo de nacionalistas que lo rodeaban pronto se encontraron aislados y cuestionados por los propios militares que habían tolerado pasivamente sus atropellos a la constitución. Finalmente primó la cordura, en un arrebato de racionalidad, Uriburu convocó a unas elecciones fraudulentas, que llevaron a la presidencia al general Agustín P. Justo y se retiró discretamente a morir en París.

Así, lo único que Uriburu logró fundar fue una era de golpes de Estado y protagonismo político de los militares que asolaría a las instituciones del país por los siguientes sesenta años.

En 1943, se produjo un nuevo cuartelazo que también prometió moralizar al país. Esta vez los militares, conscientes o no de lo que hacían, sí dieron origen a cambios más profundos y duraderos en las instituciones del país. En 1946, un militar salido de las filas revolucionarias logró formar una nueva coalición de fuerzas políticas que le otorgó un protagonismo central en el escenario nacional por los siguientes treinta años. En esta forma se gestó “La Nueva Argentina de Perón y Evita” como insistiría hasta el hartazgo la propaganda oficial del momento.

Lo cierto es que el peronismo fue el único gobierno que, de alguna forma, estuvo más cerca de introducir un cambio en el orden social y político vigente. Nuevas leyes sociales y laborales, sumadas a una reforma constitucional, apuntaron hacia esa transformación. Lamentablemente, en el peronismo quienes conducían al Estado comenzaron a comportarse como jueces de la vida de los argentinos determinando que se debía hacer o pensar. El Estado se convirtió en un gran empresario que no debía preocuparse por ser eficiente sino por crear y mantener “fuentes de trabajo”. En nombre de la justicia social los funcionarios públicos se convirtieron en árbitros de la economía con facultades para determinar que empresas debían obtener ganancias y cuales eran condenadas a la bancarrota.

Los dirigentes sindicales, hasta entonces obreros que representaban a otros obreros en la lucha por obtener mejoras salariales y laborales, se transformaron en burócratas al servicio del partido gobernantes. Con el tiempo, los gremialistas irían cada adquiriendo el carácter de empresarios, más dispuestos a negociar con el Estado para mantener sus privilegios, que en defender los intereses de los obreros.

Por último, el peronismo inauguró la era del clientelismo más descarado. Dirigentes nacionales y punteros barriales comenzaron a crear una red de lealtades políticas estructuradas sobre la base del intercambio de “ayuda social” por votos. Las movilizaciones masivas dejaron de ser expresiones de la voluntad popular parar pasar a constituir una demostración del poder de convocatoria de los distintos aparatos políticos ante su líder. Al mismo tiempo, los adversarios políticos se convirtieron en enemigos que no merecían “ni justicia”.

Los liderazgos políticos, y hasta los más altos cargos públicos, pasaron a transformarse en una suerte de “bienes gananciales” que los dirigentes graciosamente compartían con sus consortes del momento.

El presidente de la República dejó de ser un ciudadano electo por el voto de otros ciudadanos para convertirse en “el gran conductor” de una revolución en marcha y, por tanto, en el único interprete del destino de la Nación.

Pero, como el poder absoluto termina por corromper al más pintado, finalmente en 1955 llegó la “Revolución Libertadora” que prometió poner fin a la “Segunda Tiranía” –recordemos a los lectores más jóvenes que, en esta interpretación, la primera tiranía fue el gobierno de Juan Manuel de Rozas-. Pero lo único significativo que hicieron los revolucionarios del 55 fue fusilar a los revolucionarios del 56. No sólo les fue imposible terminar con el peronismo sino que acabaron anulando ilegalmente la constitución, estableciendo una nueva proscripción y entregando el poder a un presidente –Arturo Frondizi- que había pactado su ingreso a la Casa Rosada precisamente con Perón. Otro éxito de un golpe de Estado militar.

Así, de planteo militar en planteo militar el país arribó a 1966, cuando el general Juan Carlos Onganía y sus camaradas de armas decidieron instaurar “La Revolución Argentina”. Esta vez los militares habían llegado para quedarse –al menos hasta que Perón se muriera en su exilio madrileño, por aquello de muerto el perro…- Después de todo si Francisco Franco llevaba treinta años gobernando a  España, Onganía bien podía hacer los mismo durante los siguientes veinte.

Afortunadamente, Argentina no era España, ni Onganía era Franco. El adusto y solemne general de los grandes bigotes se mantuvo en el poder por escasos cuatro años. Una combinación de movilizaciones populares, acciones terroristas y conspiraciones militares lo forzaron a renunciar. Le sucedieron otros generales –Levinston y Lanusse- que trataron infructuosamente de emparchar el proceso militar hasta que los hechos los obligaron a aceptar lo inaceptable: es decir, el retorno de Perón.

En mayo de 1973, dio comienzo un nuevo proceso fundacional que esta vez se hizo bajo el lema de “La Argentina Potencia”. Se inició con el “gobierno nacional y popular” del dentista Héctor J. Cámpora que se prolongó por interminables 49 días y siguió con el retorno del “Primer Trabajador” a la Rosada.

Perón aseguró que retornaba como “un león herbívoro”, sin embargo se hizo tiempo para inaugurar el terrorismo de Estado de la mano de la Triple A y para dejarle el país como herencia a su esposa María Estela Martínez Carta. Perón partió hacia la eternidad dejando tras de sí un país en llamas. Posiblemente, él no inició el incendio pero tampoco contribuyó a apagarlo.

Fue entonces cuando los “jóvenes idealistas”, en un arranque más de infantilismo revolucionario, creyeron que había que “agudizar las contradicciones” para que el pueblo tomara verdadera conciencia de quien defendía sus intereses. Para ello comenzaron a asesinar militares, atacar cuarteles y hasta trataron de convertir a los montes tucumanos en una nueva “Sierra Maestra”. Juventud maravillosa…

En la confrontación de aparato militar contra aparato militar triunfó el que más “fierros” tenía; pero en la lucha política los “imberbes” encontrarían su compensación. Los militares entraron en su juego y pusieron fin a las instituciones democráticas, sin medir que al hacerlo perdían la legitimidad de su lucha.

En marzo de 1976, comienza una nueva utopía fundacional. Como la palabra “revolución” podía llevar a equívocos en ese momento, los militares decidieron bautizar su intervención como “Proceso de Reorganización Nacional”, un nombre algo pomposo pero que pone de relieve cuál era su pensamiento. El resultado de esta reorganización es bien conocido: casi siete mil “muertos – desaparecidos”, la generalización de la tortura, niños apropiados a quienes se les robo su identidad y el amor de sus familias biológicas, para culminar el Proceso con una guerra internacional que, aunque justificada, fue una muestra más de la improvisación y el mesianismo en que habían caído los militares.

La derrota en Malvinas terminó con cualquier atisbo de sustentabilidad o consenso de que pudiera gozar el gobierno de facto. Los militares, en estampida, decidieron retornar a los cuarteles antes de que la movilización popular los forzara ello.

LA DEMOCRACIA TAMBIÉN PUEDE SER FUNDACIONAL

En diciembre de 1983, inesperadamente Raúl Alfonsín se convierte en presidente constitucional de una república recuperada. El pueblo argentino tenía muy presente el caótico período de 1973 a 1976 y no quiso correr el riesgo de repetir la experiencia. Pero, ni Alfonsín ni los muchachos de la Coordinadora radical que lo rodeaban hicieron esa lectura. En sus cinco minutos de gloria, Don Raúl creyó que estaba fundando el “Tercer Movimiento Histórico” y que “Cien días de democracia” eran suficientes para garantizar “Cien años de Democracia”, pero se equivocaba. Ni el Plan Austral, ni la acelerada democratización de la sociedad, pudieron evitar la Semana Santa de 1987. Finalmente, la “casa estaba en orden” pero, el gobierno debió archivar sus sueños de refundar la República.

El peronismo retornó al gobierno en julio de 1989, de la mano del impredecible riojano Carlos S. Menem. La Argentina en plena crisis económica debía enfrentar a un mundo que cambiaba, terminaba la Guerra Fría y el “Consenso de Washington” imponía las reglas de un “nuevo orden internacional”, el peronismo para gobernar tuvo que adaptarse. Se abandonó el estatismo dirigista, las empresas del Estado fueron privatizadas, un peso se hizo igual a un dólar, desapareció la inflación y gracias a las “relaciones carnales” con los EE. UU., la Argentina pasó a ser un país, o casi. Quizás Menem no refundó a la Argentina pero si fundó un nuevo tipo de peronismo. ¿Cómo no pensar entonces en la reelección? Así surgió la reforma constitucional que permitió a Menem presidir el país por diez años y seis meses y lo convirtió en el argentino que más tiempo seguido ejerció la presidencia durante el siglo XX. Pero, como toda fiesta llega a su fin, la re-relección se esfumó, el menemismo se quedó sin sucesor y se agotó como expresión política y electoral.

En diciembre del 2001, la debacle del gobierno de La Alianza, presidido por Fernando De la Rúa, y la alegre proclamación del default por Adolfo Rodríguez Saá unos días más tarde, crearon unas explosivas condiciones. Era el fermento adecuado para que alguien elucubrara un nuevo proyecto fundacional.

El encargado de hacerlo fue Néstor Kirchner, el primer argentino que llegó a la presidencia de la Nación sin triunfar en los comicios y con el más escaso apoyo electoral de la historia (tan sólo el 22% de los votos emitidos). Pese a ser una expresión política minoritaria, el kirchnerismo contaba con la decisión, la falta de escrúpulos y la resolución necesaria para “ir por todo”.

Néstor y Cristina, una vez en la Casa Rosada decidieron quedarse algunas décadas en la presidencia. Hay que reconocer que la idea era buena. El matrimonio se alternaría en el gobierno indefinidamente sin necesidad de reformar la constitución.

La diarquía gobernante inmediatamente contó con el apoyo irrestricto de los sectores progresistas. Los sobrevivientes de la debacle revolucionaria de los años setenta rápidamente comprendieron que el kirchnerismo les brindaba la revancha histórica que venían rumiando desde entonces.

Todo marchaba relativamente bien cuando surgió el factor sorpresa. En 2010, contra todo lo previsto, Néstor abandonó el escenario político y la vida. Cristina se quedó sola y el proyecto perdió a su fundador y pilar esencial. La presidente enfrentó la tragedia con entereza y sin amilanarse encaró la reelección apoyándose en su imagen de viuda doliente. Con los fondos que el ANSES distribuía generosamente y la economía de soja todavía floreciente, el 54% del electorado puso sus esperanzas en que “el modelo de crecimiento con inclusión” siguiera funcionando, al menos por un tiempo, pero más sabiendo que Cristina se quedaba sin reelección. Por un momento, Cristina, como Menem, se cree eterna y sueña con la reelección indefinida.

Pronto se hizo evidente que era sólo un sueño de primavera, todo comenzó con el invierno recesivo que mostró la fragilidad de “el modelo”. y los escándalos de corrupción: primero los Sueños Compartidos de Schoklender y la Madres, luego Boudou y el Affaire Ciccone, seguidos de error tras error en la gestión económica que dinamitaron lo poco bueno de ese “modelo”. Comprendiendo que se acercaba el fin del ciclo kirchnerista, sus aliados comenzaron a desertar, florecieron las rebeldías y las aspiraciones políticas postergadas de muchos.

ADELANTAR EL FINAL

La presidente ha tratado, con renovados gestos de terquedad y autoritarismo, que la retirada del kirchnerismo no se transforme en una desordenado desbandade. Aspira, a partir del 2015, a reagrupar a sus incondicionales, sobre la base de un núcleo duro de diputados y el activismo de La Cámpora, en un frente opositor capaz de bloquear cualquier persecución judicial o política. Pero hoy, también este objetivo parece muy difícil de alcanzar.

Ante un cuadro de situación que muestra al 27% de la población viviendo en la pobreza, los precios en las góndolas de los supermercados incrementándose un 40% en el último semestre, a la recesión devorando 25.000 empleos en tan sólo un trimestre, mientras que el gasto público aumenta un 40%, la inflación ronda el 35%, crecen los despidos, suspensiones y vacaciones anticipadas al mismo tiempo que cierran negocios y restaurantes por doquier, en tanto que el gobierno intenta negar un segundo default en trece años, se hace evidente que no hay “relato” capaz de encubrir el terrible desaguisado en que se ha convertido la actual gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Es quizás por ello que algunos dirigentes comenzaron a pensar que posiblemente quinientos días sean mucho tiempo para esperar un traspaso ordenado del poder.

Nadie quiere ser el primero en expresarlo, pero muchos creen que adelantar las elecciones al primer semestre de 2015 no es tan mala idea. Incluso, que el 9 de julio de 2015 podría ser una buena oportunidad para el traspaso del gobierno. En esta forma se preservaría el principal capital que hoy les queda a los argentinos: una república, algo devaluada pero todavía democrática. El otro escenario, en el que nadie quiere pensar, se parece demasiado a Venezuela y no vale la pena evaluarlo.