Una extemporánea decisión de
la Unión Africana (UA), adoptada en su XXIIIª Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno, realizada en junio pasado en Malabo, Capital de Guinea Ecuatorial, al
designar en forma ilegal e inconsulta un “representante
especial para el Sáhara Occidental” constituye una grave provocación a
Marruecos y una interferencia en el accionar las Naciones Unidas.
La Unión África es un
organismo interestatal formado por 54 países africanos. Se creó, el 26 de mayo
de 2001, en Adís Abeba, y comenzó a funcionar el 9 de julio de 2002, en
Sudáfrica, reemplazando a la Organización para la Unidad Africana. El único
estado africano que no forma parte de esta organización regional es Marruecos
que se alejó de la misma cuando está, respondiendo a presiones de Argelia,
reconoció como estado miembro a la fantasmal República Árabe Saharaui
Democráticas –RASD-.
Por lo tanto, la medida
adoptada por la UA carece de sentido y precedentes, un organismo regional no
puede intervenir en forma unilateral e inconsulta en una controversia entre un
Estado que no es miembro y por lo tanto no está sujeto a su jurisdicción y una
entidad como la RASD, que aunque ese organismo la asigne la calificación de
Estado, carece de los requisitos básicos que el derecho internacional claramente
exige para que se pueda hablar de la existencia de un sujeto susceptible de
contraer derechos y obligaciones internacionales. Es decir, de la existencia de
un Estado.
Por otra parte, ese
territorio que la UA denomina como “Sáhara Occidental”, es en realidad una
parte constitutiva del territorio nacional marroquí al que el gobierno de Rabat
no está dispuesto a renunciar bajo ningún concepto. Lo único que los organismos
internacionales pueden discutir sobre ese territorio es el establecimiento de
un régimen de autonomía y un mecanismo para el retorno de la población marroquí
que Argelia ilegalmente retiene en verdaderos campos de confinamiento dentro de
su territorio.
Así lo han entendido los
gobiernos de Rusia, China, los EE. UU., el Reino Unido, Francia y España –entre
otros- que se han opuesto a recibir en visita oficial al supuesto
“representante oficial”.
UNA
DECISIÓN A MEDIDA DE ARGELIA
Por otra parte, el elegido
para el cargo de “representantes especial” es el cuestionado ex presidente de Mozambique,
Joaquim Chissano (1986 – 2005), quien siempre ha sido un reconocido
simpatizante del Frente Polisario.
En síntesis, la UA ha
generado un nuevo escenario de conflicto en el Norte de África al designar,
bajo la influencia de Argelia, Sudáfrica y Nigeria, un “representante especial”
conocido por su parcialidad en el diferendo en cuestión. Además, por atentar
contra la soberanía territorial de un Estado no miembro interviniendo en una
cuestión que hasta el momento se encuentra en manos del Consejo de Seguridad de
la ONU, organismo que incluso ha establecido una misión militar –MINURSO- sobre
el terreno.
Pareciera que entre los
países miembros de la UA no existen otros conflictos que las reclamaciones
territoriales que Argelia formula sobre el territorio marroquí bajo la pantalla
que le brinda el Frente Polisario, pero todos sabemos no es así.
Esta organización ha
fracasado estruendosamente en cuanto conflicto se ha involucrado, no podido
terminar con las guerras, los golpes de Estado, las hambrunas periódicas, las
migraciones ilegales, el narcotráfico y otras calamidades que asolan al
continente africano.
¿Qué puede llevarnos a
pensar que la UA encontrará una solución justa y equitativa para la disputa
sobre el Sáhara. Especialmente, cuando deja en manos de un hombre como Joaquim
Chissano la búsqueda de esa solución.
UNA
FIGURA POLÉMICA
Un análisis especial merce
la figura de Joaquim Alberto Chissano, el designado “representante especial”.
Comenzaremos señalando que se trata de un antiguo guerrillero marxista que
presidió Mozambique durante 19 años y se alejó del cargo bajo acusaciones de
corrupción y narcotráfico.
Chissano se incorporó en su
juventud al prosoviético Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), el
partido marxista leninista que gobierna en este país africano desde la
independencia de Portugal en 1974. En sus años de guerrillero, las
vinculaciones con el Bloque Socialista lo llevaron a estudiar en la Universidad
Patrick Lumumba de Moscú, donde también recibió instrucción militar de los soviéticos.
El 3 de noviembre de 1986
fue nombrado presidente de Mozambique, tras la misteriosa muerte del anterior
Jefe de Estado, Samora Machel, en un accidente aéreo en el norte de Sudáfrica.
La caída del Muro de Berlín y la pérdida del apoyo económico y militar de la
URSS, en 1989, forzaron a Chissano a dar un violento viraje ideológico.
Como afirmaría el escritor
italiano Giusseppe Tomassi di Lampedusa, en su libro “Il gatopardo”: todo debía
cambiar en Mozambique para que nada cambiara. El FRELIMO abandono el marxismo-
leninismo, ingresó a la Internacional Socialista, se acercó a los países de
Occidente y se celebraron elecciones libres, que por supuesto ganó Chissano.
Durante sus años como
presidente, Mozambique, aplicando su propia versión de las políticas
neoliberales del “Consenso de Washington”,
se debatió en la pobreza y las frecuentes hambrunas. Mientras que Chissano y su
familia eran blanco de acusaciones de corrupción. En el año 2000, su hijo mayor
Nyimpine Chissano fue acusado de ordenar el asesinato del periodista Carlos
Cardoso que investigaba un fraude de catorce millones de dólares en la
privatización del Banco Comercial de Mozambique, la mayor institución
financiera del país. Aunque se detuvo al asesino material la investigación
penal contra Nyimpine como autor intelectual del crimen no prosperó por la
intervención de su padre.
Otro aspecto entre
pintoresco y preocupante de Joaquim Chissano es su adhesión fanática hacia el
orientalismo de la Secta de Meditación Trascendental y su imposición a los
militares y funcionarios públicos de la obligatoriedad de practicar la técnica
de “vuelo yóguico”. Menos simpático
es el hecho de que Chissano entregó a esta secta la propiedad de 20.000.000 de
hectáreas, un cuarto de la superficie de Mozambique para que este grupo
religioso lleve a cabo un emprendimiento denominado “Proyecto de Desarrollo Cielo en la Tierra”.
Pero, el mayor
cuestionamiento que existe sobre la figura de Chissano es su vinculación con
las redes de narcotráfico en el África Subsahariana.
En junio de 2010, gracias a
las revelaciones de Julián Assange en Wikileaks, que fueron reproducidas por el
diario francés “Le Monde”, se conoció
que el Encargado de Negocios de la Embajada de los EE. UU. en Maputo, Todd
Chapman informó a Washington que el presidente Armando Guebuza y el ex
presidente Joaquím Chissano estaban involucrado en la protección de las redes
de narcotráfico que atraviesan Mozambique.
Este país se ha convertido
en un importante centro para el narcotráfico en África. La cocaína llega a
Mozambique procedente de Brasil directamente por vía aérea a Maputo. En tanto
que el hachís, el mandrax y la heroína arriban por rutas marítimas procedentes
de Pakistán, Afganistán e India. Las drogas una vez en territorio mozambiqueño
abastecen el mercado sudafricano y toman rumbo a Europa.
Según las autoridades
americanas, el narcotráfico está en manos de dos ciudadanos mozambiqueños de
origen asiático. Por un lado, Mohamed Bashir Suleiman, que cuenta con una
organización bien financiada y coordinada, de tráfico y lavado de dinero,
centrada en el conglomerado empresarial familiar denominado MBS.
El segundo barón del
narcotráfico en Mozambique es Ghulam Rassul Moti, que dirige el contrabando de
hachís y heroína en la provincia de Nampula, en el norte de Mozambique, desde
1993.
Tanto Moti como Suleiman
montaron sus organizaciones durante el gobierno de Chissano contando con su
protección. En contrapartida los narcotraficantes financiaron las campañas
presidenciales de Chissano, aportaron fondos al FRELIMO y corrompieron a los
principales funcionarios públicos que obstaculizaban sus negocios.
Este es el personaje que la
Unión Africana eligió como “representante
especial para el Sáhara Occidental”, un ex marxista convertido en “demócrata liberal”, que no sólo adhiere
a extrañas sectas religiosas sino al que el gobierno de los Estados Unidos
considera como un protector de las redes de narcotráfico y lavado de dinero que
operan en el sur de continente. Si no fuera demasiado trágico hasta resultaría
cómico.
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