Mao Zedong, uno de los
estrategas más brillantes que ha tenido la guerra de guerrillas, solía insistir
a sus tropas que el verdadero combate era político y se libraba en la mente del
enemigo y no en el campo de batalla. Mao estaba anticipando que las guerras del
futuro se librarían a través de campañas de propaganda y desinformación.
En la otra punta del
espectro ideológico, Adolfo Hitler sostenía algo parecido, cuando escribía en Mein Kampf que: “La propaganda opera sobre el público en general desde el punto de
vista de una idea y los prepara para la victoria de esta idea”.
En la actualidad la política
internacional alberga algunos conflictos larvados en donde se tejen toda suerte
de intrigas y donde se desarrollan arteras de campañas de acción psicológicas
destinadas a influir en la opinión pública. Pero es particularmente irritante
cuando esas operaciones de propaganda involucran a niños necesitados y explotan
los sentimientos altruistas y la buena fe de las personas.
Este es el caso del llamado
“Programa vacaciones en paz” que todos los años, al llegar el verano, lleva a un nutrido
contingente de varios miles de niños marroquíes provenientes de los campamentos
argelinos de Tinduf a pasar una estadía con familias españolas.
El Programa es implementado,
desde la década de los noventa, por el Frente Polisario, el movimiento que
controla los campos de secuestrados marroquíes, y un conjunto de ONG españolas.
Formalmente, el propósito de dicho programa es que algunos niños provenientes
de los duros campos establecidos en la hamada argelina puedan escapar a los
rigores del verano sahariano, conozcan la cultura y la lengua española y
reciban atención médica en la Península.
Los niños llegan a España
acompañados, vaya uno a saber porque, por un par de centenares de dirigentes
polisarios en calidad de “monitores”.
Nadie conoce con certeza para que son necesarios estos “monitores”, que funciones cumplen, donde se alojan y quien
solventa económicamente sus “vacaciones”
en la Península.
En la práctica la presencia
de los niños es explotada por los dirigentes del Polisario para involucrarlos a
ellos y a sus “padres” de acogida en actividades de propaganda en favor de su
movimiento.
LOS
NIÑOS EN EL TOTALITARISMO
La verdad es que los
regímenes totalitarios de partido único, similares al que impera, desde hace
décadas, en el seudo estado de la República Árabe Saharaui Democrática, como
denomina el Polisario al conjunto de precarios campamentos que ha instalado en
los territorios cedidos por Argelia, se suelen adoctrinar a los niños desde la
más tierna edad.
Los precursores en este tipo
de manipulación política fueron los bolcheviques que, en 1918, a menos de un
año del triunfo de la Revolución de Octubre crearon lo que después sería el “Komsomol”, apocope de “Kommunoisticheski Soyuz Molodiozhi”,
que junto a los “Pioneros de Octubre”
eran organizaciones del PCUS para el adoctrinamiento de los niños soviéticos.
En Cuba, el mismo papel lo cumple hoy en día la “Organización de Pioneros José Martí” y hasta la República Socialista
de Vietnam cuenta con su propia organización de “pioneros” para encuadrar políticamente a la juventud vietnamita
desde la infancia.
También en los regímenes
fascistas se apeló a estos mecanismos de adoctrinamiento. Benito Mussolini, en
Italia, creó, en 1926, la Opera Nazionale
Balilla[i]
a la que debían ingresar obligatoriamente todos los niños y niñas italianos
entre los 4 y 18 años de edad. Algo similar sucedió en Alemania con la Juventud Hitleriana y la Liga de Jóvenes Alemanas creadas para
adoctrinar en el nazismo y el culto a Hitler a los niños alemanes entre 10 y 18
años.
Como los tiempos han
cambiado, los dirigentes polisarios no insisten tanto en el adoctrinamiento,
aunque quienes hemos visto su documental de propaganda “Los hijos de las nubes”, recordamos su patético final donde tres
jóvenes de los campos de Tinduf juran con fanatismo ofrecer su vida en pos de
lo que llaman su “causa”. Lo que resulta indudable es que los dirigentes
del Polisario emplean a los niños de su pueblo, desde la más tierna edad, con
propósitos de agitación y propaganda e involucran en estas actividades a las
familias españolas que creen de buena fe estar participando en una tarea
humanitaria.
Nadie sabe con exactitud que
mecanismo utilizan los funcionarios para establecer que niños se hacen
acreedores al “premio” de unas
vacaciones en España, ni que mecanismo se emplea para determinar cuáles
familias españolas son adecuadas para recibir a estos niños. Mucho menos se
conoce si existen mecanismos de seguimiento sobre las condiciones de estadía de
los menores, su adaptación al nuevo ambiente, los controles sanitarios que se
realizan, etc. Todo el proceso es manejado en forma reservada por funcionarios
del Polisario.
En algunos casos, la
presencia de los niños marroquíes secuestrados ha servido para determinar las
inhumanas condiciones de vida en los campamentos de Tinduf donde los dirigentes
polisarios insisten en retener a la población marroquí. A muchos de los niños
los médicos españoles le detectan cuadros de anemia crónica, enfermedades
intestinales producto del consumo de agua y alimentos contaminados y otras
patologías.
Incluso se ha constado la
existencia de casos de esclavitud en esos campamentos, como el protagonizado
por una niña mauritana, Saltana, hecha pasar por marroquí por su propietaria
saharaui. La niña arribó a España, en 2002, como parte del programa “Vacaciones
en paz” y fue asignada al matrimonio formado por Rosa Marìa Sánchez y Gregorio
Martínez. Los padres de acogida no solo detectaron que la niña padecía de una
enfermedad hepática sino también que era retenida en condiciones de esclavitud
en Tinduf, por lo cual la justicia española decidió mantenerla en la Península para
su protección. El caso del Saltana inspiró a la escritora española Reyes
Monforte a escribir su célebre novela “Besos de Arena”.
Son muchos los casos en que
los funcionarios del Polisario aprovechan su influencia para solicitar
contribuciones económicas a los padres españoles de acogida a los efectos de
enviar el año próximo el mismo niño a sus hogares, en otros casos se les pide
que firmen solitudes en favor del Frente Polisario o que realicen otras
actividades de apoyo a sus reclamos.
Con frecuencia los mismos niños
que pasan sus vacaciones en España y sus padres de acogida son obligados a participar
en actos proselitistas y de recolección de fondos. Porque esta es otra de las
facetas que presenta el “Programa Vacaciones en Paz”, mantener siempre presente
ante la opinión pública local la responsabilidad que tiene España en el tema de
los exiliados marroquíes en Argelia.
El Frente Polisario obtiene
grandes donaciones de gobiernos, ayuntamientos, asociaciones y ONG españolas,
tan sólo el Gobierno de Canarias dona dos millones de euros al año, además de
ayuda material: alimentos, medicamentos, vehículos usados y materiales
diversos. Toda esta ayuda económica es administrada por el Polisario en forma
discrecional sin rendir cuenta a ninguna institución internacional.
Qué mejor para motivar los
sentimientos de culpa de los españoles de seguir financiando las aventuras del
Polisario que exhibir a un conjunto de niños carenciados y enfermos. A quien le
importa si los niños disfrutan de estas “vacaciones” o no. En muchos casos se
trata de niños muy pequeños que, aunque reciban afecto y atenciones de quienes
los hospedan, extrañan sus hogares, a sus padres, sus costumbres y hasta su
religión.
Además se encuentran
librados a su suerte en un país extraño, si tienen algún inconveniente en el
hogar de acogida, en el mejor de los casos solo pueden recurrir al
representante regional del Polisario, un funcionario solo preocupado por
preservar la buena imagen del Programa evitando que transciendan sus aspectos
negativos.
Tampoco nadie se ha
preocupado seriamente sobre el impacto psicológico que sufren los menores.
Primero el desarraigo de sus hogares y de su ambiente. Luego el efecto que les
provoca el tener que retornar a la miseria de su campamento en medio de un desierto
de arena y piedra después de haber probado las delicias de la vida en una
sociedad opulenta de Europa. A partir de su regreso a Tinduf, esos niños
estarán seguros de una cosa: el paraíso existe pero no es para ellos…
En realidad, lo más
sorprendente e indignante de todo esto, es la tolerancia con que los sucesivos
gobiernos españoles han soportado –e incluso alentado- estas infames prácticas
enmascaradas de gesto humanitario por parte del Frente Polisario.
[i]
BALILLA: Era el apodo de Giovanni Battista Perasso, un niño genovés que, según
la leyenda local, inició la revuelta de 1746 de los italianos contra las
fuerzas de los Habsburgo que ocupaban su ciudad durante la Guerra se Sucesión
de Austria (1740 – 1748), arrojando una piedra contra los ocupantes.
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