lunes, 30 de junio de 2014

LA FORTUNA DE PERÓN

 ¿ERA RICO PERÒN?
En este tiempo en que la corrupción y el enriquecimiento ilícito de los gobernantes es un tema de gran actualidad parece oportuno analizar uno de los mitos de la historia argentina. Es decir, tratar de dilucidar algunas afirmaciones que durante años han dividido a los argentinos. ¿Perón se enriqueció desmedidamente o no durante sus gobiernos? Veamos si podemos responder a esta pregunta o al menos aportar algunos elementos para este debate
      
Perón comenzó su vida política a los cincuenta años, en diciembre de 1943, hasta entonces no tuvo otros ingresos y más fortuna que los provenientes de sus salarios como militar. Si bien en esa época los salarios militares eran acordes a las responsabilidades y riesgos propios del empleo militar, en modo alguno permitían acumular una gran fortuna. Así lo testimonia su declaración jurada de bienes de 1949. Seis años más tarde sus bienes se habían incrementado considerablemente sin que exista una justificación adecuada sobre el origen de esas nuevas propiedades. Veamos los datos.
Su primera declaración de bienes fue confeccionada cuando Perón llevaba tres años desempeñando el cargo de presidente de la Nación y seis desde que ocupó su primer cargo político. Las denuncias de la oposición sobre el enriquecimiento de Perón y de la familia Duarte llevaron al presidente a dar a conocer el monto de sus bienes.
 
En esa oportunidad los bienes que Perón declaró poseer en forma conjunta con su esposa, eran los siguientes: Una quinta con casa habitación en la localidad de San Vicente, provincia de Buenos Aires, con dieciocho hectáreas; un automóvil marca Packard, efectos personales. Bienes heredados indivisos: un establecimiento de campo en Sierra Cuadrada, Comodoro Rivadavia, con instalaciones y hacienda; una bóveda en el cementerio de la Chacarita y un terreno en el pueblo de Roque Pérez, provincia de Buenos Aires. Se declaró deudor, del Banco Hipotecario Nacional por la suma de 50.000 pesos con garantía real sobre la casa quinta.
 
LOS BIENES DE PERÓN EN 1955
 
En 1956, después del triunfo de la Revolución Libertadora, la investigación llevada a cabo por la Comisión Nacional de Investigaciones –Creada por Decreto Ley 479, del 7 de octubre de 1955- determinó que además de los bienes denunciados seis años antes, continuaba como propietario de la finca de San Vicente, pero con mejoras por valor de 3.410.000 pesos. Poseía, además, los siguientes inmuebles: Gelly y Obes 2287/89, de ocho pisos altos y terraza –actualmente sede del ministerio de Justicia y Seguridad-; Callao 1944 –este es el edificio donde se suicidó Juan Duarte- con igual cantidad de plantas y 17 departamentos[i]; Teodoro García 2102, con tasación judicial de 545.000 pesos; una finca en Casa Grande, provincia de Córdoba, con valuación fiscal de 160.000 pesos. Poseía, también, acciones del establecimiento Santa María del Monte, provincia de Buenos Aires; por tres millones de pesos, que Juan Duarte entregó a Héctor J. Díaz, presidente entonces del Banco de la Provincia de Buenos Aires, para ser depositadas con la manifestación verbal de que “sólo podía disponer de ellas Juan D. Perón”, acciones de la Territorial La Victoria S. A. del Uruguay, por 200.000 pesos oro uruguayos, tenía a su sola disposición y sin cargo de rendir cuentas, la suma de 5.623.707 pesos pertenecientes a la Fundación Eva Perón. Por otra parte en sus diversas residencias se encontraron mil doscientas plaquetas de oro y plata, 756 objetos de platería y orfebrería, 650 alhajas, 144 piezas de marfil, 211 motocicletas y motonetas, diecinueve automóviles, un avión, dos lanchas, 394 objetos de arte, 430 armas (antiguas y modernas), además de otros objetos valiosos.[ii]
Cabe destacar que Perón nunca negó la propiedad de esos bienes. Su apoderado, el escribano Raúl F. Gaucherón, al presentarse ante la Junta de Recuperación Patrimonial, presidida por el general Celso, no sólo reconoció la propiedad de todos esos bienes sino que manifestó que los mismos habían ingresado al patrimonio de Perón como producto de “obsequios”. Resulta evidente entonces que las acusaciones sobre enriquecimiento ilícito por parte de Perón en sus dos primeros gobiernos estaban sobradamente fundadas.
 
A estos bienes se les aplicó el decreto 5.148/55 que establecía que “está dentro de la tradición jurídica el disponer que los enriquecimientos ilegítimos obtenidos por los funcionarios del régimen depuesto y sus cómplices pasen al patrimonio de la Nación”.[iii]
 
PERÓN RECUPERA LO QUE NO ERA SUYO
 
Perón recuperó el valor de esos bienes dieciocho años más tarde sin que nadie cuestionara la legitimidad de los mismos. Veamos cómo se compensó a Perón por la pérdida de esos bienes y que se hizo con el dinero pagado según lo consigna Julio González. “Semanas después de regresar al país en forma definitiva (20 de junio de 1973), el Congreso Nacional resolvió por ley restituirle a Perón todos sus bienes que, en los dieciocho años transcurridos desde 1955, habían pasado al Estado, a terceros que los habían comprado de buena fe, y también a funcionarios de primer y segundo orden que los guardaron para sí, de mala fe. Y no precisamente porque fueran peronistas o coleccionistas de objetos históricos”.[iv]
“Como era imposible recomponer físicamente el patrimonio, el 13 de septiembre de 1973, por decreto 1174 del Poder Ejecutivo, se formó una comisión encargada de evaluar los bienes. Realizando este acto, en cumplimiento de los términos de la ley de restitución, la Tesorería General de la Nación pagaría al ciudadano Juan Domingo Perón la suma de pesos equivalente a los bienes de los que había sido ilícitamente desposeído, a los valores actuales del momento de pago. La comisión fue integrada por el doctor Carro, en representación del ministerio de Justicia, por el doctor Romero, en representación del ministerio de Bienestar Social, y por el contador Lumi, en representación de la cartera de Economía. Carro era el Jefe del Gabinete de Asesores del ministro Benítez, Romero, director de Políticas del ministerio de Bienestar Social; y Lumi, secretario de Hacienda de la Nación”
“No hemos podido conocer el modus operandi de la comisión, ni la forma en que ejecutó su mandato. La única referencia documental ha de hallarse en la Escribanía Mayor de Gobierno, porque, cuando Benítez era ministro del Interior, hizo un día comparecer ante Isabel al escribano mayor de Gobierno, protocolizó un paquete de documentos que, según refirió a la Presidente, eran las actuaciones de la comisión. La escritura correspondiente la suscribió sólo Isabel como requirente. A pesar de estar presente, Benítez no compareció en el documento notarial. Fue entonces cuando la Presidenta me comentó que el trámite de restitución de bienes a Perón lo habían manejado Gelbard, López Rega y Benítez.”[v]
González, debido posiblemente a su adhesión a Perón y a María Estela Martínez Carta de Perón, olvida mencionar cual fue la suma restituida al líder justicialista. Tampoco emite juicio sobre cómo pudo Perón reunir ese dinero legítimamente si sólo contaba con su retiro de general y su sueldo de presidente de la Nación.
Afortunadamente, Hugo Gambini no tiene esos prejuicios. En su libro “Historia del peronismo. La obsecuencia (1952 – 1955)” consigna el monto del dinero “restituido” a Perón en 1973.
“Al año siguiente, Perón regresó definitivamente al país y se dictó la ley 20.530 por la cual se le devolvían la totalidad de los bienes interdictos en diciembre de 1955. Mediante el decreto 1.174/73 del presidente provisional Raúl Lastiri, yerno de José López Rega (secretario privado de Perón), se valuaron los bienes y se aprobó una indemnización total de $85.534.206 (ocho millones y medio de dólares), la que se saldó en nueve pagos.[vi]
      
“Los nueve pagos fueron éstos: 1.- $24.481.000, el 10/10/73; 2.- $35.888.780, el 11/10/73; 3.- $1.451.000, el 21/11/73; 4.- $7.200.480, el 3/1/74; 5.- $6.290.000, el 8/1/74; 6.- $4.528.000, el 18/1/74; 7.- $1.103.932, el 19/3/74; 8.- $769.014, el 22/4/74 y 9.- $3.801.200, el 21/5/74.”
“Los recibos firmados por María Estela de Perón quedarían en poder de Santiago Carro, presidente de la Comisión de Restitución de bienes a Juan D. Perón.”[vii]
 
Además de esa suma de dinero, durante el gobierno militar del general Alejandro A. Lanusse, Juan D. Perón recibió la restitución de sus sueldos de presidente hasta la finalización constitucional de su mandato y la total de sus haberes de pensión que le habían sido retenidos durante diecisiete años.
¿QUÉ OCURRIÓ CON LA FORTUNA DE PERÓN?
Para conocer que ocurrió con esa inmensa suma de dinero debemos retomar el autorizado relato de Julio González, quien sucedió a José López Rega como secretario privado de la Presidenta María Estela Martínez de Perón.
“‘El dinero, escarmentados por lo que ocurrió en 1955 –me refirió Isabel-, se lo dimos a Gelbard[viii] para que nos lo ubicase en el exterior. Nosotros no vimos un solo peso, con excepción de unos quinientos millones de pesos viejos[ix]  que me dieron a mí, y que puse a plazo fijo en el banco Santander’”
“Tiempo después, hacia fines de 1975, Isabel me solicitó que le renovase su depósito en ese banco. Por entonces, el capital con los intereses (que eran aproximadamente del 60% anual) le sumaban mil quinientos millones de pesos viejos, más o menos”.
“En otra oportunidad, Isabel me hizo saber su preocupación por el dinero que le había dado a Gelbard para que se los administrara. Su único comprobante era un sobre cerrado que el ex ministro de Economía le había dejado, y que, según él contenía instrucciones para el caso de necesidad”.
‘Vamos a abrirlo a ver que dice –me dijo Isabel. Y trajo el sobre y lo abrió en mi presencia. El sobre tenía un mensaje dactilografiado y sin firma que decía: “En caso de dificultades, véalo a mi hijo”.[x]
Podemos concluir que posiblemente ni la propia María Estela Martínez de Perón sea capaz de responder que ocurrió exactamente con los cuantiosos bienes que el Estado argentino pagó a Perón. Casi con certeza ni ella conozca con exactitud el destino de esa fabulosa fortuna. Por nuestra parte, no podemos menos que pensar  que si así cuidaban su patrimonio, como cuidarían los dineros de la República. Cómo no preguntarnos en manos de quién había caído el país entre 1973 y 1976. Argentina fue siempre un país muy generoso. En esa época mucho más. ¿Usted qué opina?


[i] NOTA DEL AUTOR: Según afirma Julio González: ese edificio era un legado que el armador de buques Alberto Dodero hizo a Perón en su testamento. González no aclara por qué motivo un millonario naviero efectuaba un regalo millonario al Presidente de la Nación. No cabe menos que pensar que Dodero oficiaba de testaferro de Perón en la adquisición de ese inmueble o estaba retribuyendo algún favor político recibido de Perón. GONZÁLEZ, Julio: Isabel Perón. Intimidades de un gobierno. Ed. El Ateneo, Bs. As. Julio 2007, p. 249.
[ii] COMISIÓN DE INVESTIGACIONES: Libro negro de la segunda tiranía. Bs. As. 1958, p. 49.
[iii] COMISIÓN DE INVESTIGACIONES: Ob. Cit. p. 50
[iv] GONZÁLEZ, Julio: Ob. Cit. p. 250.
[v] GONZÁLEZ, Julio: Ob. Cit. p. 251.
[vi] GAMBINI, Hugo: Historia del peronismo. La obsecuencia. Ed. Vergara. Bs. As. 2007. P. 77.
[vii] GAMBINI, Hugo: Ob. Cit. p. 90
[viii] NOTA: José Ber Gelbard: Ministro de Economía de los presidentes Campora, Lastiri, Perón y María Estela Martínez Carta de Perón.
[ix] NOTA DEL AUTOR: 500.000.000 de pesos moneda nacional, pesos viejos como los denomina Isabel Perón, correspondían a 5.000.000 de pesos Ley 18.188, creados en 1971, que fue la moneda en que se le restituyeron sus bienes a Juan D. Perón.
[x] GONZALEZ, Julio: Ob. Cit. p. 251.

domingo, 29 de junio de 2014

CUANDO LOS NIÑOS SE CONVIERTEN EN UN INSTRUMENTO DE PROPAGANDA


 
LAS GUERRAS DE INFORMACIÓN

Mao Zedong, uno de los estrategas más brillantes que ha tenido la guerra de guerrillas, solía insistir a sus tropas que el verdadero combate era político y se libraba en la mente del enemigo y no en el campo de batalla. Mao estaba anticipando que las guerras del futuro se librarían a través de campañas de propaganda y desinformación.

En la otra punta del espectro ideológico, Adolfo Hitler sostenía algo parecido, cuando escribía en Mein Kampf que: “La propaganda opera sobre el público en general desde el punto de vista de una idea y los prepara para la victoria de esta idea”.

En la actualidad la política internacional alberga algunos conflictos larvados en donde se tejen toda suerte de intrigas y donde se desarrollan arteras de campañas de acción psicológicas destinadas a influir en la opinión pública. Pero es particularmente irritante cuando esas operaciones de propaganda involucran a niños necesitados y explotan los sentimientos altruistas y la buena fe de las personas.

Este es el caso del llamado “Programa vacaciones en paz” que todos los años,  al llegar el verano, lleva a un nutrido contingente de varios miles de niños marroquíes provenientes de los campamentos argelinos de Tinduf a pasar una estadía con familias españolas.

El Programa es implementado, desde la década de los noventa, por el Frente Polisario, el movimiento que controla los campos de secuestrados marroquíes, y un conjunto de ONG españolas. Formalmente, el propósito de dicho programa es que algunos niños provenientes de los duros campos establecidos en la hamada argelina puedan escapar a los rigores del verano sahariano, conozcan la cultura y la lengua española y reciban atención médica en la Península.

Los niños llegan a España acompañados, vaya uno a saber porque, por un par de centenares de dirigentes polisarios en calidad de “monitores”. Nadie conoce con certeza para que son necesarios estos “monitores”, que funciones cumplen, donde se alojan y quien solventa económicamente sus “vacaciones” en la Península.

En la práctica la presencia de los niños es explotada por los dirigentes del Polisario para involucrarlos a ellos y a sus “padres” de acogida en actividades de propaganda en favor de su movimiento.

LOS NIÑOS EN EL TOTALITARISMO

La verdad es que los regímenes totalitarios de partido único, similares al que impera, desde hace décadas, en el seudo estado de la  República Árabe Saharaui Democrática, como denomina el Polisario al conjunto de precarios campamentos que ha instalado en los territorios cedidos por Argelia, se suelen adoctrinar a los niños desde la más tierna edad.

Los precursores en este tipo de manipulación política fueron los bolcheviques que, en 1918, a menos de un año del triunfo de la Revolución de Octubre crearon lo que después sería el “Komsomol”, apocope de “Kommunoisticheski Soyuz Molodiozhi”, que junto a los “Pioneros de Octubre” eran organizaciones del PCUS para el adoctrinamiento de los niños soviéticos. En Cuba, el mismo papel lo cumple hoy en día la “Organización de Pioneros José Martí” y hasta la República Socialista de Vietnam cuenta con su propia organización de “pioneros” para encuadrar políticamente a la juventud vietnamita desde la infancia.

También en los regímenes fascistas se apeló a estos mecanismos de adoctrinamiento. Benito Mussolini, en Italia, creó, en 1926, la Opera Nazionale Balilla[i] a la que debían ingresar obligatoriamente todos los niños y niñas italianos entre los 4 y 18 años de edad. Algo similar sucedió en Alemania con la Juventud Hitleriana y la Liga de Jóvenes Alemanas creadas para adoctrinar en el nazismo y el culto a Hitler a los niños alemanes entre 10 y 18 años.

Como los tiempos han cambiado, los dirigentes polisarios no insisten tanto en el adoctrinamiento, aunque quienes hemos visto su documental de propaganda “Los hijos de las nubes”, recordamos su patético final donde tres jóvenes de los campos de Tinduf juran con fanatismo ofrecer su vida en pos de lo que llaman su “causa”.  Lo que resulta indudable es que los dirigentes del Polisario emplean a los niños de su pueblo, desde la más tierna edad, con propósitos de agitación y propaganda e involucran en estas actividades a las familias españolas que creen de buena fe estar participando en una tarea humanitaria.

Nadie sabe con exactitud que mecanismo utilizan los funcionarios para establecer que niños se hacen acreedores al “premio” de unas vacaciones en España, ni que mecanismo se emplea para determinar cuáles familias españolas son adecuadas para recibir a estos niños. Mucho menos se conoce si existen mecanismos de seguimiento sobre las condiciones de estadía de los menores, su adaptación al nuevo ambiente, los controles sanitarios que se realizan, etc. Todo el proceso es manejado en forma reservada por funcionarios del Polisario.

En algunos casos, la presencia de los niños marroquíes secuestrados ha servido para determinar las inhumanas condiciones de vida en los campamentos de Tinduf donde los dirigentes polisarios insisten en retener a la población marroquí. A muchos de los niños los médicos españoles le detectan cuadros de anemia crónica, enfermedades intestinales producto del consumo de agua y alimentos contaminados y otras patologías.

Incluso se ha constado la existencia de casos de esclavitud en esos campamentos, como el protagonizado por una niña mauritana, Saltana, hecha pasar por marroquí por su propietaria saharaui. La niña arribó a España, en 2002, como parte del programa “Vacaciones en paz” y fue asignada al matrimonio formado por Rosa Marìa Sánchez y Gregorio Martínez. Los padres de acogida no solo detectaron que la niña padecía de una enfermedad hepática sino también que era retenida en condiciones de esclavitud en Tinduf, por lo cual la justicia española decidió mantenerla en la Península para su protección. El caso del Saltana inspiró a la escritora española Reyes Monforte a escribir su célebre novela “Besos de Arena”.

Son muchos los casos en que los funcionarios del Polisario aprovechan su influencia para solicitar contribuciones económicas a los padres españoles de acogida a los efectos de enviar el año próximo el mismo niño a sus hogares, en otros casos se les pide que firmen solitudes en favor del Frente Polisario o que realicen otras actividades de apoyo a sus reclamos.     

Con frecuencia los mismos niños que pasan sus vacaciones en España y sus padres de acogida son obligados a participar en actos proselitistas y de recolección de fondos. Porque esta es otra de las facetas que presenta el “Programa Vacaciones en Paz”, mantener siempre presente ante la opinión pública local la responsabilidad que tiene España en el tema de los exiliados marroquíes en Argelia.

El Frente Polisario obtiene grandes donaciones de gobiernos, ayuntamientos, asociaciones y ONG españolas, tan sólo el Gobierno de Canarias dona dos millones de euros al año, además de ayuda material: alimentos, medicamentos, vehículos usados y materiales diversos. Toda esta ayuda económica es administrada por el Polisario en forma discrecional sin rendir cuenta a ninguna institución internacional.

Qué mejor para motivar los sentimientos de culpa de los españoles de seguir financiando las aventuras del Polisario que exhibir a un conjunto de niños carenciados y enfermos. A quien le importa si los niños disfrutan de estas “vacaciones” o no. En muchos casos se trata de niños muy pequeños que, aunque reciban afecto y atenciones de quienes los hospedan, extrañan sus hogares, a sus padres, sus costumbres y hasta su religión.

Además se encuentran librados a su suerte en un país extraño, si tienen algún inconveniente en el hogar de acogida, en el mejor de los casos solo pueden recurrir al representante regional del Polisario, un funcionario solo preocupado por preservar la buena imagen del Programa evitando que transciendan sus aspectos negativos.

Tampoco nadie se ha preocupado seriamente sobre el impacto psicológico que sufren los menores. Primero el desarraigo de sus hogares y de su ambiente. Luego el efecto que les provoca el tener que retornar a la miseria de su campamento en medio de un desierto de arena y piedra después de haber probado las delicias de la vida en una sociedad opulenta de Europa. A partir de su regreso a Tinduf, esos niños estarán seguros de una cosa: el paraíso existe pero no es para ellos…

En realidad, lo más sorprendente e indignante de todo esto, es la tolerancia con que los sucesivos gobiernos españoles han soportado –e incluso alentado- estas infames prácticas enmascaradas de gesto humanitario por parte del Frente Polisario.

 



[i] BALILLA: Era el apodo de Giovanni Battista Perasso, un niño genovés que, según la leyenda local, inició la revuelta de 1746 de los italianos contra las fuerzas de los Habsburgo que ocupaban su ciudad durante la Guerra se Sucesión de Austria (1740 – 1748), arrojando una piedra contra los ocupantes.

sábado, 28 de junio de 2014

1914: LA MANO NEGRA INCENDIA A EUROPA


LA BELLE EPOQUE TOCA A SU FIN

El 28 de junio de 1914, la Belle Epoque tuvo un abrupto final. Un brutal asesinato ensangrentó a Europa interrumpiendo una época dorada y desatando una cruel guerra que pronto se extendería por las más diveras geografías del planeta.

La Gran Guerra involucró a setenta millones de combatientes, diez millones de los cuales perdieron su vida en el conflicto y muchos más resultaron heridos o mutilados. Tres grandes imperios desaparecieron (el Imperio Austro-Húngaro, el Imperio Ruso y el Imperio Otomano) y fueron reemplazados en el escenario internacional por un conjunto de estados débiles e inestables. Los nuevos países nacieron enfermos. En su seno albergaban elementos que dificultaban su gobernabilidad: minorías iderrentas, fronteras artificiales con las cuales nadie parecía estar conforme, conflictos étnicos y religiosos diversos que despertaban pasiones nacionalistas desbocadas, etc.

Ese día fatídico, en la ciudad de Sarajevo, por entonces capital de la provincia austro-húngara de Bosnia y Hersegovina, fue asesinado Francisco Fernando, Archiduque de Austria-Este, príncipe imperial de Austria, príncipe real de Hungría y Bohemia, junto a su esposa morganática,[i] Sofía Chotek, duquesa de Hobenberg.

EL POLVORÍN DE LOS BALCANES

En 1878, el Tratado de Berlín pusó el vilayet de Bosnia, bajo administración austrohúngara, aunque oficialmente continuó formando parte del Imperio Otomano. Por ese mismo tratado, Austro–Hungría, el Imperio Británico, Francia, Alemania, Italia, el Imperio Otomano y el Imperio Ruso reconocieron al reino de Serbia como un Estado soberano.

En un primer momento, los monarcas serbios aceptaron reinar dentro de los límites establecidos por ese tratado, aunque un millón de serbios permanecieron como subditos del Imperio Austro–Húngaro ansiando reunirse con sus compatriotas. Unas décadas después, el nacionalismo serbio irrumpió desenfrenado, prosperaron las organizaciones secretas y el fanatismo contra las autoridades austrohúngaras.

En 1909 se formó en Belgrado, una sociedad secreta denominada Narodna Odbrana (Defensa Nacional). Su propósito era convencer a los austrohungaros de entregar a Serbia, la provincia de Bosnia, intimidándolos con atentados   terroristas. Ese mismo año, el Imperio Austro–Húngaro exigió  al gobierno serbio que impidiera el accionar de los nacionalistas fanáticos y que pusieran fin a la propaganda antiaustríaca en su país. El gobierno serbio inicialmente pensó resistir las demandas del Imperio, pero se encontró con a reticencia de su aliado tradicional, el Imperio Zarista, a involucrarse en el conflicto y debió, por el momento, ceder a las exigencias austríacas.

LA MANO NEGRA

El rencor contra la monarquía austro-hungara se incrementaba en los serbios con cada nueva exigencia. En mayo de 1911, diez funcionarios del gobierno se reunieron en secreto para conspirar. El propósito de los conspiradores era la creación de la Gran Serbia, un reino que agrupara a todos los territorios que eran habitados por población serbia. Para ello crearon un sociedad secreta denominada    "Ujedinjenje ili Smrt" (Unión o Muerte), y oficialmente tanto en el ejército como el gobierno se la conocia como la Mano Negra (Chorna Ruka). A diferencia de las otras organizaciones secreta que había en Serbia, esta contaba con el apoyo incondicional del ejército y del gobierno serbio.

La Mano Negra estaba dirigida por el coronel Draguitin Dimitrijević, conocido como “Apis”, jefe de Inteligencia Serbia del Estado Mayor del Ejército Serbio, en estrecha colaboración con el mayor Voja Tankosić, jefe de las escuelas de entrenamiento para agentes saboteadores de Belgrado. Ambos oficiales contaban con el respaldo del general Milos Ciganović, miembro del Parlamento.

Los extremistas serbios al ingresar a la Mano Negra juraban solenmemente: "Juro por Dios, por mi honor y por mi vida, que me llevare todos los secretos de ésta organización a la tumba conmigo".

Durante las guerras balcánicas, miembros de la Mano Negra, entrenados para llevar a cabo operaciones clandestinas, fueron enviados al frente y con ayuda de los soldados, realizaron acciones exitosas de sabotaje contra trenes, depósitos de armas, y otras instalaciones de los ejercitos turco y búlgaro. El gobierno serbio les proporcionaba dinero, armas, documentos y ordenes para llevar a cabo sus acciones. Al principio conto con más de dos mil miembros. Entre ellos, personas destacadas del gobierno y ejército serbios. Había diputados, tesoreros, ministros, jueces, funcionarios, oficiales de las fuerzas armadas, miembros de la nobleza serbia e incluso de la familia real.

La Mano Negra contaba con una enorme red de células en todas las áreas de la península balcánica que estaban bajo dominio austrohúngaro. Hasta se piensa que tuvo células en Checoslovaquia, por ese entonces una provincia imperial y mantenía contactos con algunos líderes de la Triple Entente a quienes informaba de los movimientos de Austria-Hungría y sus aliados.

En 1913, el emperador Francisco José I de Austria le encargó a su sobrino y heredero, el archiduque Francisco Fernando, que asistiera a las maniobras militares que se desarrollarían en Bosnia en junio de 1914. []Tras la inspección, el archiduque planeaba visitar Sarajevo con su esposa, donde inauguraría las nuevas instalaciones del museo público.

A comienzos de 1914, tras recibir un telegrama de camaradas serbios desde Zagreb (Croacia), la Mano Negra se entera de la petición del Archiduque Francisco Fernando, de visitar Sarajevo con motivos militares el 28 de junio. Integrada por fanáticos nacionalistas serbios, la Mano Negra interpretó esa visita como un insulto a la soberanía serbia, y por ello, sus tres líderes, tras un minucioso proceso de selección, escogieron ocho jovenes serbios para llevar a cabo el  magnicidio. Dos de los asesinos, Nedjelko Čabrionović y Gavrilo Princip, eran enfermos terminales de tuberculosis. Los conspiradores seleccionaron  también a un bosnio, Mehmed Mehmedbašić, para que el grupo no levantara inicialmente demasiadas sospechas.

El 28 de junio de 1914, siete asesinos de la Mano Negra, armados con pistolas y bombas de mano, incluyendo a Gavrilo Princip, se establecieron en Sarajevo a lo largo de la ruta que seguiría la comitiva imperial para matar al Archiduque Francisco Fernando.

EL MAGNICIDIO
La mañana del 28 de junio de 1914, Francisco Fernando y su comitiva salieron en tren de Ilidža hacia Sarajevo, donde fue recibido con gran pompa por el gobernador Oskar Potiorek. Seis coches fueron puestos a disposición de la comitiva. Al mismo tiempo, por equivocación, tres agentes de la policía local montaron en el primer coche junto con el jefe de seguridad especial, mientras que los oficiales a su servicio fueron dejados atrás. El segundo coche llevaba al alcalde y al jefe de la policía de Sarajevo. El tercer coche era un Gräf & Stift Double Phaeton, donde iban Francisco Fernando, Sofía, el edecán imperial, el teniente-coronel, conde Franz von Harrach y el gobernador Potiorek. Según el programa oficial de la visita, la primera parada de la comitiva fue un cuartel, para una rápida inspección. A las 10 de la mañana, el grupo siguió hacia el ayuntamiento.
La comitiva pasó delante del primer terrorista, Mehmedbašić, enfrente del jardín del café Mostar. Sin embargo, no consiguió tirar la bomba sobre el coche del archiduque. Vaso Čubrilović, que estaba a su lado con una pistola y una bomba, tampoco consiguió reaccionar. El siguiente terrorista por el que pasó la comitiva era Nedeljko Čabrinović, armado con una bomba, que se encontraba en el lado opuesto de la calle paralela al río Miljacka.
A las 10:10, el coche de Francisco Fernando se acercó y Čabrinović lanzó la bomba. Sin embargo, el artefacto rebotó en la capota abierta del vehículo, cayó en la calle y explotó bajo el coche siguiente de la comitiva. La explosión abrió en el suelo un agujero de 30 cm de diámetro e hirió a un total de veinte personas. Tras el ataque, Čabrinović se tragó una cápsula de cianuro y se tiró al río Miljacka. Sin embargo, el intento de suicidio fracasó pues el terrorista vomitó el veneno, ya que el cianuro dentro de la cápsula estaba en mal estado, y el río tenía allí muy escasa profundidad. Detenido por la policía, Čabrinović fue agredido por la multitud antes de ser llevado al cuartel.
Después del ataque, la comitiva real se reorganizó rápidamente, los heridos fueron trasladados al hospital, el coche averiado fue reemplazado y se dirigió nuevamente hacia el ayuntamiento. Los restantes asesinos: Cvjetko Popović, Gavrilo Princip y Trifun Grabež no consiguieron efectuar ningún ataque contra el grupo debido a la velocidad a la que se desplazaban y sufrieron un momento de confusión.
Luego de la ceremonia en el ayundamiento de Sarajevo, Francisco Fernando y Sofía decidieron cancelar su agenda para visitar a los heridos por el atentado. El conde von Harrach se apostó en el estribo izquierdo del coche para proteger al archiduque. A las 10:45, Francisco Fernando y Sofía subieron, como antes, al tercer coche de la comitiva. Para evitar el centro de la ciudad, el gobernador Potiorek decidió que el vehículo imperial debía seguir en línea recta por los embarcaderos Appel hasta el hospital de Sarajevo. Sin embargo, a Potiorek se le olvidó avisar al conductor, Leopold Lojka, de esto. De camino al hospital, Lojka giró a la derecha en la calle Francisco José.
Tras saber que el plan del asesinato había fracasado, Princip fue hasta una tienda de delicatessen de las proximidades. Estando allí, el terrorista serbio observó pasar al coche abierto de Francisco Fernando maniobrando cerca del Puente Latino. En ese momento, el conductor daba la vuelta para tomar el camino correcto hacia el hospital de Sarajevo, pero el motor del vehículo se paró durante la maniobra y Princip aprovecho su oportunidad.
Princip avanzó y disparó dos tiros a una distancia aproximada de cinco metros, empleando una pistola semiautomática FN Browning, modelo 1910, calibre 9 X 17 mm o .380 ACP.[ii] La primera bala alcanzó al archiduque en la yugular y la segunda dio en el abdomen de la duquesa que se encontraba encinta. Princip fue detenido inmediatamente. Durante el juicio, afirmó que su intención no era matar a Sofía, sino al gobernador de Bosnia, Potiorek.
Gravemente heridos, llevaron a la pareja real para que les atendiera un médico en la residencia del gobernador. Según el relato del conde Harrach, las últimas palabras de Francisco Fernando fueron “¡Sofía!, ¡Sofía! No te mueras... vive para nuestros hijos”, seguidas de seis o siete “No es nada”, en respuesta a las preguntas del conde sobre su estado. Sus palabras fueron seguidas por un largo estertor. Sofía murió antes de llegar a la residencia del gobernador. El Archiduque Francisco Fernando falleció tan solo diez minutos después.
Las autoridades austrohúngaras capturaron y procesaron a los conspiradores de Sarajevo, así como a los agentes y los campesinos que ayudaron a ejecutar los planes. Mehmedbašić fue apresado en Montenegro, pero escapó hacia Serbia, donde se unió a las tropas auxiliares del mayor Tankosić. En 1916 fue finalmente apresado.
La principal acusación fue alta traición por conspirar con el Reino de Serbia, cuya pena era la muerte. El juicio se celebró entre el 12 y el 23 de octubre y el veredicto fue dictado el 28 de octubre de 1914. Tres de los conspiradores: Danilo Ilić, Veljko Čubrilović y Mihaijlo Jovanović fueron condenados a muerte y ejecutados. Los otros procesados sufrieron condenas que iban de tres a veinte años de cárcel. Princip y Čabriović, por ser menores de edad, fueron condenados a veinte años de cárcel, pero murieron de tuberculosis en la prisión.

Dragutin Dimitrijević –Apis- fue ejecutado por el gobierno serbio en 1917, Voja Tankosić murió en el campo de batalla y Muhamed Mehmebašić, condenado a quince años de cárcel en 1917, fue liberado en 1919. Tras la guerra, el gobierno de una Serbia victoriosa, perdonó a los miembros de la ex Mano Negra.

En 1920 el gobierno, el ejército, la Mano Negra y otras organizaciones nacionalistas  realizaron un funeral de honor, en Sarajevo, para Gavrilo Princip, tras la entrega de su cuerpo por parte del gobierno de la Checoslovaquia independiente. En 1992, Gavrilo Princip fue declarado héroe nacional de Serbia y se designó con su nombre el Puente Latino.
CONSECUENCIAS
El asesinato del archiduque Francisco Fernando conmocionó a toda Europa y causó un clima de simpatía internacional por la posición austriaca. Dos días después del asesinato, Austria-Hungría y Alemania exigieron a Serbia la apertura de una investigación, pero Slavko Gruić, secretario general del Ministerio de Exteriores serbio, respondió con un “No se ha hecho nada hasta ahora y el asunto no atañe al gobierno serbio”. Hubo enseguida una tensa negociación entre el encargado de negocios austriaco en Belgrado y Gruic.
El gobierno austríiaco, tras realizar una investigación criminal y asegurarse de que Alemania iba a honrar su alianza militar envió una carta formal al gobierno de Serbia recordándole su compromiso de respetar la decisión de las grandes potencias sobre Bosnia y Herzegovina y de mantener buenas relaciones con Austria-Hungría. La carta exigía también medidas para evitar la divulgación de propaganda alusiva a la destrucción violenta de Austria-Hungría, la destitución de los responsables que pertenecían a las fuerzas armadas serbias, la cárcel para todos los involucrados en la trama de asesinato que se encontraran en su territorio  y terminar con el contrabando de armas y explosivos desde Serbia.
El gobierno austrohúngaro amenazó con retirar a su embajador en Belgrado si Serbia no aceptaba todas las exigencias en un plazo de 48 horas. A esto se le conoció como la crisis de julio. Tras recibir un telegrama de apoyo de Rusia, Serbia movilizó a su ejército y respondió al ultimátum aceptando los artículos Nº 8 —que exigía el fin del contrabando de armas y el castigo para los oficiales fronterizos que habían colaborado con los asesinos— y Nº 10 —que exigía un informe sobre la ejecución de las medidas impuestas conforme se fueran realizando. Astutamente, Serbia aceptó de forma parcial y rechazó cortésmente los elementos del preámbulo y los artículos Nº 7 y 9. Austria-Hungría reaccionó rompiendo relaciones diplomáticas con Serbia.
El día siguiente, reservistas serbios, transportados por barcos, cruzaron la frontera austrohúngara del río Danubio, en Temes-Kubin, y fueron advertidos por soldados austríacos con disparos al aire. El informe de este incidente fue esbozado y relatado inicialmente al emperador Francisco José I como “un conflicto considerable”. Ante esto, Austria-Hungría declaró la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914 y movilizó a la parte de su ejército que iba a enfrentarse al ya movilizado ejército serbio. En los términos de la alianza franco-rusa, Rusia y Francia también se verían obligados a movilizar sus ejércitos. Pronto, todas las grandes potencias, a excepción de Italia y Gran Bretaña, habían escogido sus aliados para el conflicto, que pasaría a la historia como la Primera Guerra Mundial.




[i] MATRIMONIO MORGANÁTICO: Se conoce con ese hombre a la unión realizada entre dos personas de rango social desigual —por ejemplo, entre un príncipe y una condesa o entre un noble y una  plebeya—, en el cual se impide que el cónyuge y cualquier hijo de dicha unión herede u obtenga los títulos, privilegios y propiedades del noble.
[ii] PISTOLA FN BROWNING: Esas pistolas eran muy precisas y rara vez se encasquillaban, a partir de ese hecho fueron conocidas como “Mataduques”. Tres de esas armas, muy modernas por ese entonces, fueron adquiridas por el Ejército serbio y terminaron en manos de los asesinos de Francisco Fernando. Fabricadas en calibre 7,65 x 17 ó .32 ACP y 9 x 17 mm ó .380 ACP, estas pistolas fueron ampliamente utilizadas en ambas guerras mundiales y sirvieron de modelo para el diseño de las otras pistolas muy famosas, como la alemana Walter PPK y la  rusa Makarov. Es posible observar una de estas pistolas en el Museo de la Policía Federal Argentina.

viernes, 20 de junio de 2014

LA MASACRE DE EZEIZA

 RECORDANDO CON DOLOR

El 20 de junio no sólo se conmemora el Día de Bandera, para los peronista, al menos, es el día en que el general Perón regresó definitivamente a su patria después de diecisiete años de forzado exilio. Para algunos de nosotros, que hemos vivido esa jornada, recordamos con dolor al 20 de junio de 1973, en que el enfrentamiento entre los sectores de izquierda y derecha del peronismo, en proximidades del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, mientras aguardaban el regreso de su líder, terminó ensangrentando los bosques de Ezeiza.

Escribir sobre estos temas se torna necesario toda vez que existen sectores dispuestos a convertir a la historia argentina en un relato y en confundir a las nuevas generaciones, que tuvieron la suerte de no ser testigos de esos días aciagos pero, que hoy se preguntan sobre las causas de la decadencia argentina.

LOS PREPARATIVOS

Al aproximarse el 20 de junio de 1973, fecha fijada para el retorno definitivo de Perón, el pulso del país parecía detenerse y todas las expectativas se relacionaban con este suceso. En ese entonces, existía una disociación entre el desempeño formal del gobierno, en manos del odontólogo Héctor J. Cámpora, y la ubicación del poder político real, que residía sin duda en Perón. Tal disociación habría de resolverse, por lo tanto, con el arribo al país del líder justicialista, que se convertiría en árbitro de la situación.

Como una consecuencia de los desbordes protagonizados por los sectores juveniles durante la asunción del tercer gobierno peronista, el 25 de mayo, esta vez Perón dejó la organización del acto de recepción bajo la responsabilidad de los sectores verticalistas y sindicales del movimiento. Se creó la “Comisión Organizadora por el regreso Definitivo del General Perón a la Patria” que centralizó las tareas bajo la autoridad del Consejo Nacional del Partido Justicialista.

La comisión estaba dirigida por el “delegado militar” de Perón y Subsecretario de Deportes y Turismo del Ministerio de Bienestar Social, Teniente Coronel ® Jorge Osinde. La integraban además Norma Kennedy por la rama femenina, el secretario general del Movimiento, Juan Manuel Abal Medina; por las 62 Organizaciones Lorenzo Miguel y por la CGT, José I. Rucci. Varios “coordinadores de área” completaban esa comisión entre ellos: Alberto Brito Lima, del derechista Comando de Organización, en Transporte y el cantante y director de cine Leonardo Favio en Ornamentación y Sonido.

Los sectores identificados con la Tendencia Revolucionaria y con el presidente Cámpora, fueron marginados de la preparación del evento. Al respecto Juan Manuel Abal Medina, reconoció que fue excluido de las reuniones de esa comisión y cuando quiso participar no pudo hacerlo. Algo similar ocurrió con la policía de la provincia de Buenos Aires, a pesar que el acto central se realizaría en su jurisdicción. Ello se debía a que tanto el gobernador Oscar Bidegain, como el subjefe de la policía bonaerense, Julio Troxler –un sobreviviente de los fusilados en los basurales de José León Suárez en junio de 1956-, mantenían fluidos contactos con ese sector.[i] 

Los organizadores resolvieron levantar una tribuna sobre el puente denominado “El trébol” en la intersección de la Autopista General Richieri y el camino de comunicación con la ruta 205, a unos tres kilómetros del Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Reservaron espacio en el palco oficial para la comitiva que acompañaría a Perón, para una orquesta sinfónica nacional y para el periodismo. También se determinó el lugar donde aterrizaría el helicóptero que trasladaría al general Perón desde el aeropuerto al palco. El ministerio de Bienestar Social tomó a su cargo la instalación de 117 puestos de auxilio, fijos y móviles, y siete hospitales de campaña, además de poner en estado de alerta a todos los nosocomios de la zona. Como precaución, el Ministerio editó y distribuyó una cartilla con instrucciones elementales.

SANGRE EN LOS BOSQUES

El 20 de junio de 1973, una gigantesca manifestación de aproximadamente un millón de personas se había congregado pacíficamente en el lugar del acto para recibir al líder peronista. Fogatas, bombos y estribillos, darían marco al histórico encuentro del líder con su pueblo. Con un pueblo que, con su tumultuosa presencia, seguía haciendo notar su propósito de ser protagonista y no mero espectador de la historia. No obstante, lo que debía ser una fiesta popular degeneró en una abierta confrontación armada entre grupos peronistas que enlutó al país. Los incidentes se originaron en la puja de sectores peronistas ideológicamente antagónicos que intentaban ocupar los lugares centrales al palco donde hablaría Perón.

Por un lado estaban los sectores sindicales aliados en esta ocasión al lópezrreguismo, con grupos portando armas largas. Por el otro las columnas de la Tendencia Revolucionaria. Era notorio que los sectores militantes, de uno y otro signo, procurarían  aportar su presencia masiva para obrar con una “primera impresión” sobre el ánimo de Perón. Ello dio lugar a una pugna por la ubicación, por los primeros 300 metros en las proximidades del palco.

La ubicación principal fue tempranamente ocupada –desde la tarde del 19- por las columnas de la UOM, la Juventud Sindical Peronista –que respondía a la CGT- y los grupos derechistas del Comando de Organización –que respondía a Alberto Brito Lima- y el Comando Nacionalista Universitario -CNU-. Estos sectores tenían el propósito de evitar que la Tendencia hiciera valer su mayor poder de convocatoria y movilización.

Según Verbitsky: “El 19 de junio mil civiles armados hasta los dientes ocuparon posiciones cerca del palco, por indicación del teniente coronel Osinde” [...] “Detrás del vallado se identificaron con brazaletes verdes y un escudo negro los guardias de la Juventud Sindical. Los custodios del estrado empuñaban carabinas, escopetas de caño recortado, ametralladoras y pistolas”.[ii]

Durante la noche se escucharon algunos disparos y gritos pero, en los distintos campamentos que habían organizado los asistentes para atemperar el frío de junio mientras esperaban la llegada del general al día siguiente, la gente no les prestó mayor atención. El clima festivo imperaba por doquier, la situación sería muy distinta en la mañana siguiente.

En las primeras horas del día 20, la Columna Sur de la Tendencia avanzó por la ruta 205 y avenida Jorge Newbery, intentando rodear la parte trasera del palco, para pasar al otro lado y ubicar el grueso de sus militantes frente al estrado central. La columna estaba acompañada de micros -suministrados por algunas intendencias-  y su conducción se desplazaba en un jeep, cuyos ocupantes tenían armas cortas y una ametralladora. Los líderes de la columna la mantuvieron compactada, para evitar que sus integrantes se dispersaran, los militantes iban tomados de las manos para impedir el ingreso de desconocidos y evitar provocaciones. Portaban pancartas y banderas de FAR y Montoneros. Verbitsky explica gráficamente como pretendían acercarse al palco: “Un centenar de militantes de Berisso abriría el vallado del Comando de Organización, a cadenazos, como era habitual por uno y otro bando en esos años turbulentos”.[iii]

Los incidentes, que comenzaron desde temprano, se incrementaron hacia las 14.30 horas cuando las columnas de la Tendencia hicieron su aproximación final hacia el palco y sus fueron recibido con disparos por parte de sus ocupantes.

Pese a haber roto el cordón, sólo los primeros trescientos manifestantes llegaron hasta el palco de invitados especiales, detrás de los responsables. El resto fue detenido por la densidad de la manifestación.

Mientras tanto, la conducción de la Tendencia se encontraba en la zona del palco en un micro suministrado por la Universidad de Buenos Aires al que se le había agregado algún tipo de blindaje. En esta forma lo testimonia Juan Manuel Abal Medina: “Así llegamos a ese día y se producen los hechos que son conocidos. Sin duda la agresión partió del palco, esto está más que probado. Pero también es cierto que una columna de Montoneros con un camión que llevaba algún blindaje al frente, donde iba entre otros Rodolfo [Galimberti], intentó forzar el paso para ponerse frente al palco y tuvo una disputa por el control del acto. En mi opinión era una disputa suicida para todos. Pero bueno, era el clima de efervescencia que se vivía.”[iv]

Este testimonio coincide con el relato del dirigente montonero Roberto Cirilo Perdía: “Con otros compañeros y montados en un viejo colectivo nos aproximamos al palco, junto a una parte de nuestras columnas. Allí, sobre el centro de la calzada y a unos 80 ó 100 metros del palco, imaginábamos vivir uno de los mejores momentos de nuestras vidas.”

“Fuimos sorprendidos, horas más tarde, cuando sentimos algunos disparos. Proyectiles sin rumbo comenzaron a rebotar en la carrocería del vehículo donde estábamos”.[v]

Según el diario Clarín, del 21 de junio de 1973: “Desde anteayer, cerca de mil civiles armados, algunos con metralletas, ocuparon posiciones cerca del palco. Su consigna era impedir que se acercaran al palco columnas con carteles de la Juventud Peronista, la Juventud Universitaria Peronista, la Juventud Trabajadora Peronista, las FAR, los Montoneros, Guardia de Hierro, Frente Estudiantil Nacional y el Encuadramiento”.

Al margen de esta confrontación entre los sectores más politizados del peronismo quedó la amplia mayoría de los concurrentes al acto. Miles de personas no directamente encuadrados en algún grupo del peronismo, en muchos casos familias con niños pequeños, ancianos nostálgicos de otro peronismo o simples curiosos –como quien escribe estas líneas- que habían concurrido a lo que pensaban sería una fiesta popular y que de pronto se encontraron en medio del fuego cruzado de los violentos de izquierda y derecha.

En el campo cercano al palco, los asistentes no sabían muy bien quien era amigo y quien no. Alguien disparaba indiscriminadamente hacia un lado y desde allí otro replicaba. En medio, gritos, insultos y personas que corrían tratando de cubrirse para salir del campo de tiro. Desesperada la gente corría angustiada, muchas veces llorando con desesperación. De pronto, alguien caía herido y era socorrido. Nunca estaba clara la identidad ni la pertenencia ideológica de los heridos ni de los eventuales socorristas. Pronto el caos total imperó en los bosques de Ezeiza.

Con la desconcentración silenciosa de la gente y un doloroso saldo de muertos y heridos, que –aunque no existen registros fidedignos- arrojaron un saldo 13 muertos y 365 heridos por armas de fuego[vi], culminaba la jornada. Inmediatamente después comenzarían las acusaciones mutuas y el enrostramiento de responsabilidades.

Así relató los hechos la revista Panorama, del 28 de junio de 1973: “Juan Perón aterrizó en la base aérea militar de Morón en la tarde del miércoles 20. Pocos kilómetros al sur, entre los arboles jóvenes de Ezeiza, frente al palco y los dos millones de personas que esperaban su presencia, el seco trepitar de las ráfagas de metralla marcó con sangre las disidencias internas del justicialismo”. [vii]

Al día siguiente Perón pronunció un discurso que cayó como un balde de agua fría para los sectores afines con la Tendencia. Perón habló de la necesidad de establecer una paz constructiva, y de volver al orden legal y constitucional. Formuló para ello, una convocatoria a todos los argentinos, a las fuerzas armadas, sectores políticos, económicos y sociales. “El justicialismo no ha sido nunca ni sectario ni excluyente” –dijo- “Llama hoy a todos los argentinos sin distinción de banderías. Es preciso llegar a una sola clase de argentinos: los que luchan por la salvación de la Patria, gravemente comprometida en su destino por los enemigos de afuera y de adentro”.

Evidentemente era necesario restablecer una imagen de orden y solidez, y el gobierno procuraba hacerlo así. Pero su suerte estaba echada.

“Montoneros –relata Perdía-, a través de su equipo de inteligencia dirigido por Rodolfo Walsh, elaboró un completo informe sobre los sucesos de Ezeiza. Por el vertiginoso ritmo y el rumbo que fueron tomando los acontecimientos no fue publicado en su momento. Muchos años después de desaparecido Rodolfo Walsh, Horacio Verbitsky actualizó la información y le dio estado público”.[viii] La forma en que el informe tomo estado público parece ser el libro ”Ezeiza”, de Verbitsky , que es sin duda la obra mejor documentada sobre estos sucesos y que hemos empleado como fuente principal para realizar esta crónica.

EL OCASO DE LA TENDENCIA

Los sucesos del 20 de junio de 1973, que se conocen con el trágico nombre de “la masacre de Ezeiza”, marcan un punto de clivaje en el desarrollo de la Tendencia Revolucionaria. La izquierda peronista había incrementado el número de sus integrantes incorporando sectores juveniles desde finales de la década del sesenta. También fueron los mayores beneficiarios de la expectativa que despertaba la perspectiva del regreso de Perón. Ernesto Jauretche tiene una curiosa –pero acertada- forma de denominar a este proceso: lo llama “el engorde” y lo describe en la siguiente forma: “El engorde tuvo tres vertientes perfectamente diferenciadas: dos, provenientes de las capas medias estudiantiles y profesionales; la otra, de las agrupaciones políticas y sindicales del peronismo combativo.”

“La primera se caracterizó por la extrema juventud del grueso de los militantes. Es la época del florecimiento de la UES y la JUP, que más adelante nutrieron de ‘soldados’ al Ejército Montonero.”

“Otra fue la llamada ‘brigada 11 de marzo’[ix], que aludía al oportunismo de políticos, profesionales y además recién llegados a ocupar los lugares ganados por otros en años de lucha.”

“La última, de edades algo mayores, alimentó las filas de la JP en el territorio y la JTP en las fábricas. Fueron los activistas que hicieron el ‘rodriguazo’.”[x]

Sin embargo, sus dirigentes demostrarían, en pocos meses de 1973, no estar totalmente preparados para conducir a su sector en un proceso histórico tan complejo como el que les cupo en suerte protagonizar.

Tras la asunción de Cámpora, se lanzaron con entusiasmo e imprudencia a capturar espacios de poder dentro del Movimiento Peronista y del “Gobierno Popular”. Así abrieron todos los frentes al mismo tiempo. Atacaron simultáneamente a todos los sectores del Movimiento – e incluso de la sociedad- que se unieron en una alianza informal para frenar su avance.

Por su falta de experiencia política –y de madurez- no alcanzaban a comprender que carecían de suficientes cuadros preparados para gobernar. Aún cuando esta carencia no había impedido que la juventud recibiera el veinticinco por ciento de los cargos electivos, en las listas del 11 de marzo, tal como había establecido Perón.

Los desbordes populares que impulsaron –ocupación de oficinas públicas y fábricas, remoción de funcionarios, etc. Contribuyeron a crear la impresión que el gobierno de Cámpora se debatía en el caos y la anarquía. Esta imagen fue aprovechada por los enemigos de Cámpora dentro del Movimiento –el lópezrreguismo, los sindicalistas, etc.- para desacreditarlo ante los ojos del “General”.

También los sectores antiperonistas, los militares y los grupos conservadores, interpretaban el clima de descompresión, típico de un proceso de transición a la democracia, como una situación “prerrevolucionaria” que anunciaba el peligro de una “guerra civil”.

Su incapacidad política para manejarse en medio de esta turbulencia política y social impidió a la Tendencia Revolucionaria percibir que descuidaban los espacios de poder que el mismo Perón le había adjudicado y que su accionar imprudente sólo contribuía a erosionar la estabilidad de los dirigentes que detentaban cargos oficiales y partidarios.

Cuando tomaron conciencia de ello –después de los sucesos de Ezeiza- fue demasiado tarde. Perón llegó a la conclusión que no podía controlar la imprudencia y los ímpetus revolucionarios de los sectores juveniles y de izquierda. Comenzó así un proceso de acción y reacción entre Perón y la juventud que no habría de detenerse ni con la muerte del anciano líder.

Perón comenzó a recortar drásticamente el poder de la Tendencia Revolucionaria desplazando a los dirigentes que le eran adictos. Comenzando por el mismo Cámpora que dejaría la presidencia,  el 13 de julio siguiente, tras escasos 49 días de caótica gestión. Finalmente, José I. Rucci, Secretario General de la CGT, pagaría con su vida por la violencia en Ezeiza, pero, esa es otra historia…


[i] PERDIA, Roberto Cirilo: Op. Cit. Pág. 167.
[ii] VERBITSKY, Horacio: “Ezeiza”. Ed. Contrapunto. Bs. As. 1986. Pág. 84.
[iii] VERBITSKY, Horacio: Op. Cit. 109.
[iv] JAURETCHE, Ernesto: Op. Cit. Pág. 198.
[v] PERDIA, Roberto Cirilo: Op. Cit. Pág. 170
[vi] VERBITSKY, Horacio: “Ezeiza”. Ed. Contrapunto. Bs. As. 1986. Pág. 118.
[vii] MACEYRA, Horacio: Op. Cit. Pág. 82
[viii] PERDIA, Roberto Cirilo: Op. Cit. 173.
[ix] BRIGADA 11 DE MARZO DE 1973: Se refiere a quienes se sumaron al peronismo después del triunfo en los comicios presidenciales celebrados ese día.
[x] JAURETCHE, Ernesto: Op. Cit. Pág. 58.