LA MINURSO EN EL OJO DE LA TORMENTA
Marruecos se ha adjudicado una nueva e importante baza en la rivalidad que
mantiene con Argelia por la primacía regional en el Magreb. La firme actitud
del rey Mohammed VI, ha logrado que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
atienda los reclamos marroquíes y renueve por un año más la Misión de Naciones
Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental –MINURSO- en el sur de su
territorio. Misión que en esencia consiste en supervisar el alto el fuego entre
las fuerzas armadas marroquíes y las milicias del Frente Polisario que operan
desde Argelia.
Marruecos enfrenta desde 1975, fecha del retiro de España de su territorio, un intento de secesión de sus
provincias del sur llevado a
cabo por un grupo de marroquíes
de origen saharaui al servicio de los intereses argelinos.
Los saharauis son un conjunto de tribus que practican una agricultura de trashumancia
por el desierto de los actuales
estados de Marruecos, Argelia y Mauritania. Como todo pueblo nómada los
saharauis no reconocen fronteras, pero,
desde tiempos remotos, reconocen
la soberanía del rey de Marruecos en el
marco de sus tradiciones, usos y costumbres como culturas tribales.
Al momento del cese de la dominación colonial española en el Sáhara, un
grupo de estudiantes de la universidad de Rabat, muy influenciados por algunos
de sus profesores e intelectuales franceses de ideas socialistas sucumbieron al
discurso de “liberación nacional” y “panarabismo” que por entonces difundía
la Libia del coronel Muammar Gaddafi y, desde Argelia, el Frente de Liberación
Nacional y su presidente Houari Boumedienne. Así fue como los petrodólares de Gaddafi y las armas del
FLN auspiciaron las actividades insurgentes del Frente Polisario.
Hoy, casi cuarenta años después de la Marcha
Verde, que culminó con la recuperación de gran parte del territorio
marroquí usurpado por potencias coloniales europeas, el conflicto separatista
en la región sigue estancado.
Mientras que Marruecos lleva a cabo
un enorme desarrollo económico, social y político en el conjunto de su
territorio nacional y aun mas en sus provincias del sur, Argelia utiliza
el conflicto del Sáhara para mantener a Marruecos fuera de la Unión Africana y contrarrestar
su natural influencia sobre los países del Magreb y el Sahel.
La ONU, como en muchos otros conflictos poscoloniales de soberanía –tal
como ocurre en Malvinas-, se ha demostrado incapaz de encontrar una solución
negociada para el diferendo. A falta de soluciones sólo aporta el mantenimiento
de un statu quo que perjudica especialmente a Marruecos y que impacta
negativamente sobre la integración, la prosperidad y seguridad del Norte de
África.
El mantenimiento del conflicto permite al Frente Polisario, seguir contando
con el apoyo político, económico y militar de Argelia, manteniendo como rehén a
la población marroquí confinada en los míseros campamentos argelinos de Tinduf.
Pero, los grandes beneficiarios de esta situación son los dirigentes del
Polisario, que se han erigido ante el mundo como representantes de una
población que nunca los ha votado y a la que mantienen forzadamente fuera de
sus hogares en el sur de Marruecos. Mientras tanto, ellos residen cómodamente
en Árgel, actuando en ocasiones como líderes revolucionarios de un “movimiento
de liberación nacional” o si las circunstancias los permiten como autoridades
de un estado fantasma que denominan República Árabe Saharaui Democrática. Una
entelequia que no tiene territorio –porque la superficie que reclama- es territorio marroquí.
Lo único cierto con respecto a la pseudo
RASD es que desde hace cuarenta años tiene el mismo presidente –quien nadie
eligió- y un solo partido político que
es el Frente Polisario, movimiento que se auto designó único representante de la
población de los campamentos, y cuyo Secretario
General es precisamente el “presidente” Mohammed Abdelaziz.
Este autoproclamado presidente vitalicio no duda en designar ministros y
embajadores entre sus parientes y
seguidores más cercanos. Una ficción que permite a los dirigentes
saharauis acceder a millones de euros en ayuda internacional generosamente
suministrada por todo tipo de organizaciones humanitarias europeas.
Es lógico pensar, que los dirigentes del Polisario, no están interesados en
arribar a algún tipo de solución para este conflicto porque ello significaría
el fin de sus privilegios y de sus abultados ingresos.
MARRUECOS COMO FACTOR DE ESTABILIDAD
Y DESARROLLO
Es importante recordar que, desde el estallido de la Primavera Árabe, en
2010, Marruecos es el único país del Norte de África que goza de verdadera
gobernabilidad. Es el único Estado de la región que ha contenido con éxito al
terrorismo yihadista y frenado la expansión del islamismo
salafista.
Al mismo tiempo, Marruecos como actor regional suministra estabilidad y
previsibilidad a los débiles gobiernos del Sáhel azotados por grupos
criminales, islamistas radicales y milicias separatistas.
El principal factor que hace la estabilidad de Marruecos es la combinación
de firmeza y tolerancia con que la monarquía Alauí ha sabido conducir a la
sociedad marroquí en una transición gradual hacia mayores niveles de libertad y
crecimiento económico.
Marruecos no es un país occidental y tampoco aspira a serlo. Marruecos es
un país modelo del Norte de África que sin olvidar su tradición cultural y
religiosa aspira a hacer una simbiosis de sus valores con las libertades
individuales e instituciones occidentales.
El éxito de esta síntesis y de la estabilidad en todo el Norte de África
dependerá en gran medida de la forma en que la comunidad internacional ayude a
encontrar una solución negociada al conflicto del Sahara y reconsiderar el proyecto de autonomía
propuesto por Marruecos como una solución seria y viable a este diferendo.
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