miércoles, 2 de abril de 2014

UNA HOJA DE RUTA PARA MALVINAS

 EL RIESGO DE OPINAR

Si yo fuera prudente o mejor dicho si fuera inteligente nunca escribiría este artículo porque el riesgo de ser mal interpretado, o más aún de ser considerado un traidor por algunos argentinos bien intencionados pero con opiniones distintas, es muy alto. Pero es el 2 de abril y el ejemplo de nuestros muertos en aquella gesta heroica me inspira y me da la audacia necesaria para decir lo que creo debe decirse.

Desde el fin de la guerra en 1982, el tema Malvinas se ha convertido en una piedra en el zapato de la política exterior argentina. En el artículo anterior, referido a Rusia, mencioné que todo Estado que pierde una guerra sufre tres consecuencias: pierde territorio, es desarmado y su economía es dañada como una forma de evitar que recupere la capacidad ofensiva. Analicemos brevemente como éstas consecuencias han producido en la Argentina.

Como consecuencia de nuestra derrota en Malvinas hemos perdido el control de una gran extensión de nuestro mar continental y de nuestra plataforma marítima, que nos ha afectado económicamente al privarnos de la explotación de los recursos de esa área.

En lo militar, comparativamente nuestro potencial es relativamente muy inferior al que el país disponía al momento de iniciarse el conflicto bélico. Hemos perdido nuestro portaviones, se ha reducido sensiblemente nuestra flota de mar y el número de nuestras unidades de infantería de marina. En tierra, los vehículos blindados y helicópteros además de ser pocos, están en pésimo estado de mantenimiento y son de modelos obsoletos. Algo similar ocurre con nuestra Fuerza Aérea que ha perdido no solo su capacidad de reabastecimiento en vuelo, se han reducido sus medios de transporte aéreo y en número de sus aviones de combate. La Argentina, tras suprimir el servicio militar obligatorio y reducido –o mejor dicho suprimido- la instrucción de combate en sus Liceos Militares, carece de una reserva militar adecuadamente instruida y con un mínimo estado de alistamiento como para que sea de utilidad en caso de una crisis militar. No voy a entrar en detalle sobre el estado de preparación, instrucción y espíritu de combate de los cuadros de las FF. AA., para no ofender a nadie o cometer injusticias con quienes hoy visten el uniforme de la Patria. Pero, el lector puede sacar sus propias conclusiones al respecto.

En cuanto a la destrucción de nuestra economía la verdad es que no podría responsabilizar a país alguno por los problemas financieros que hoy atraviesa la Argentina. Para eso los argentinos somos autosuficientes.

UNA PEQUEÑA AYUDA DE NUESTROS AMIGOS BRITÁNICOS

Pero, en lo que hace a la degradación de nuestra capacidad militar estoy convencido que obraron influencias externas, especialmente provenientes del Reino Unido y de sus aliados de la OTAN, para llevarnos a la situación actual.

Empleando como ariete al tema de las violaciones a los derechos humanos y el haber involucrado al país en una guerra insensata que nos enfrentó con nuestros aliados del bloque occidental se ha creado un abismo entre las FF. AA. Y el pueblo argentino. No importa que hayan transcurrido treinta años desde que los militares abandonaron el poder, hay sectores interesados en infectar a las nuevas generaciones con el odio del pasado y en mantener las heridas en el cuerpo social permanentemente abiertas.

Este enfrentamiento entre las FF. AA. y su pueblo debilitan a la Nación y a cualquier gobierno argentino que quiera presentar un frente nacional unido para lograr que el Reino Unido entable algún tipo de negociación con respecto a la soberanía de las Malvinas.

Además, el Reino Unido hace valer sus influencias y sus alianzas políticas para impedir que la Argentina adquiera equipamiento militar de última generación. Cuanto mayor sea la capacidad ofensiva de las FF. AA. argentinas mayores serán los costos británicos para garantizar la seguridad de las islas. Una mayor capacidad bélica de Argentina también influirá sobre el análisis de riesgos de las empresas internacionales interesadas en explotar los recursos naturales del Atlántico Sur.

Pero, lo que más afecta a los intereses argentinos no es su inferioridad militar sino la falta de un plan coherente y de objetivos realistas con respecto a las Islas Malvinas.

El Reino Unido además de tener la posesión de las Islas, un experimentado  aparto militar y el apoyo de la población local exhibe un plan concreto y coherente. Su estrategia consiste en crear un consenso internacional –especialmente en el marco regional- que propicie y acepte la creación de un “Estado títere” en Malvinas que luego de declarar su independencia y obtener el reconocimiento internacional probablemente suscribirá un tratado de alianza militar con la OTAN, solicitará su ingreso a la OEA. Así protegerá su soberanía de cualquier amenaza militar argentina sin necesidad de albergar efectivos militares británicos. Los recursos petroleros y pesqueros de nuestra plataforma marítima serán más que suficientes para garantizar un alto nivel de vida a una población de tan sólo 2.400 habitantes. Además, para sostener la economía de un enclave tan pequeño y de escas población,  siempre se puede recurrir a crear allí una suerte de “paraíso fiscal”, aún cuando el clima tenga poco de paradisíaco.

La posición geoestratégica de las Malvinas, que las sitúa como una suerte de portaviones natural para la explotación no sólo del Atlántico Sur sino especialmente de la Antártida y los recursos de toda la región, serán suficientes para vencer cualquier prurito que puedan tener la mayoría de los veintiocho países de la Alianza Atlántica.

Frente a este plan británico, la cancillería argentina ha pretendido hacer como si nunca hubiera perdido una guerra en la cual, el país actuó como agresor abandonando el tenue paraguas protector que le brindaba el derecho internacional y el hecho de haber sufrido un despojo colonial. Se ha limitado a desempolvar antiguas resoluciones de Naciones Unidas y a realizar agotadoras negociaciones y presiones diplomáticas para mantener el apoyo regional en las votaciones de cada foro internacional. Los ministros que pasaron por el Palacio San Martín han insistido en negarse a aceptar negociar con los isleños bajo el argumento de que son parte de la potencia ocupante sin mayores derechos.

UNA PROPUESTA OSADA

Albert Einstein ha advertido que “la locura consiste en hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes”, sin embargo esto es más o menos lo que la diplomacia argentina ha hecho durante ciento ochenta años. Ahora el tiempo se nos está acabando y ha llegado el momento de ser realistas y pragmáticos. Aceptar lo que no hemos querido aceptar hasta hoy.

La única forma de intentar debilitar la posición diplomática británica es proponer un diálogo franco y directo con los isleños de ser posible en una mesa de negociaciones sin la directa participación del Reino Unido. Claro que para llevar adelante una negociación productiva con los isleños, Argentina debe hacer una oferta generosa y tentadora que despierte el interés de los habitantes del Archipiélago.

Por ejemplo, negociar para un reconocimiento de nuestra soberanía en forma gradual y a largo plazo. Podría establecerse un período de cien años para la asimilación de las Islas a la Argentina. Durante esa etapa de transición nuestro país podría comprometerse a no enviar a las islas personal militar o político alguno, tan sólo una suerte de “Delegado Presidencial” con funciones similares a las de un embajador, los isleños podrían disfrutar de doble nacionalidad, las islas se desmilitarizarían, pero los isleños conservarían sus propias instituciones y leyes, elegirían sus propias autoridades y tendrían representación en el Senado de la Nación y en la Cámara de Diputados como cualquier otra provincia argentina. El inglés y el español serían reconocidos como lenguas oficiales. Los argentinos e isleños podrían ingresar y radicarse indistintamente en el territorio continental o isleño, desparecerían las áreas británicas de exclusión en torno a las aguas y el espacio aéreo del Archipiélago, pero la Argentina se comprometería a no enviar navíos militares a la misma. Los detalles de esta propuesta serían objeto de negociación, pero creo haber reseñado el espíritu de la propuesta que sería necesario formular para captar la atención de los isleños.

El gobierno argentino y los isleños podrían explotar en conjunto los recursos naturales del Atlántico Sur, pero la Argentina acordaría con los habitantes del Archipiélago un mecanismo de reconocimiento especial para sus intereses económicos en la región. Lógicamente el gobierno isleño tendría autonomía para administrar su economía e incluso se acordaría el uso de una moneda común o un mecanismo económico para preservar a las Islas de los vaivenes de la economía argentina.

Ambas partes se beneficiarían con la desaparición de las tensiones. Argentina retomaría el control pleno de su plataforma marítima y mejoraría sus relaciones diplomáticas con el Reino Unido superando las sanciones invisibles que su hostilidad genera. Los isleños no sólo podrían continuar con su vida sin alteraciones sustanciales por los siguientes cien años, sino que tendrían acceso a los servicios y mercados argentinos para su abastecimiento, comunicaciones y productos de exportación. Podrían incorporarse al Mercosur, etc. La distensión en el Atlántico Sur seguramente atraería mayores inversiones, etc.

Esta iniciativa tiene la ventaja que si los isleños se niegan a sentarse a negociar o incluso si el Reino Unido impide de algún modo dicha negociación, la Argentina al menos podrá mostrar al mundo que ha abandonado su intransigencia, que está dispuesta a respetar los intereses y deseos de los isleños y que no es un obstáculo para solucionar el conflicto. Todo ello mejoraría la actual posición diplomática argentina y daría argumentos a los distintos gobiernos del Tercer Mundo para seguir apoyando los reclamos argentinos de una negociación sobre la soberanía en Malvinas.

Claro que esta propuesta constituye tan sólo un borrador, un aporte de ideas para superar una situación crítica que si no sufre una sustancial rectificación solo puede agravarse.

Al pueblo argentino se le está ocultando lo que realmente ocurre en torno al tema Malvinas y cuando descubra esta dolorosa realidad posiblemente sea demasiado tarde para corregir el rumbo.

En ocasiones debe aceptarse aún lo inaceptable. Cualquier concesión a los isleños será preferible a la creación de un Estado que nos sea hostil en el Atlántico Sur. No sólo perderíamos sustanciales recursos naturales.

Nuestro principal problema geoestratégico es que la Patagonia argentina quedaría comprometida entre Chile y las Islas Malvinas, sometida a una amenaza a dos frentes.

Chile con sus inocultables ambiciones sobre nuestro territorio patagónico y su tradicional alianza diplomática con el Reino Unido, sería posiblemente el más favorecido si en las Islas Malvinas se establece un Estado seudo-independiente que gradualmente entraría en su esfera de influencia permitiéndole proyectarse hacia el Atlántico Sur como una suerte de hegemónica potencia bioceánica orientada hacia el control de los pasos interoceánicos y de la Antártida con sus recursos. Por esos motivos considero que debe actuarse con prontitud y decisión.

Espero que si el lector no coincide conmigo en este tema al menos comprenda que este artículo pretende ser al mismo tiempo un llamado de atención y un patriótico aporte de ideas destinado a proteger nuestros inalienables derechos en Malvinas y el Atlántico Sur.

Seguramente, el problema Malvinas será uno de los primeros desafíos que deba afrontar el gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015.   

   

 

 

 

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