miércoles, 6 de marzo de 2013

LA PRIMAVERA ÁRABE DEJA UN INVIERNO INTEGRISTA EN EL MAGREB


LA PRIMAVERA ÁRABE DEJA UN INVIERNO INTEGRISTA EN EL MAGREB
Por el Dr. Adalberto C. Agozino

El presente artículo constituye un anticipo de las investigaciones realizadas para mi próximo libro "Geopolítica del conjunto saharo - sahelí", donde analizo los problemas de seguridad y gobernabilidad que afectan al África Occidental en su conjunto. Espero que el presente artículo sea de su interés.

CLAROS Y OSCUROS DE UN PROCESO DE CAMBIO
            Dos años después de su prometedor inicio, la Primavera Árabe que sacudió al Norte de África con fuertes vientos de renovación y democracia parece desembocar en un Invierno Integrista caracterizado por tormentosas convulsiones y revueltas que no sólo asolan el Magreb sino que extienden sus perniciosos efectos por la contigua región saheliana.
            Todo parece indicar que la Primavera Árabe, como suele ocurrir con la mayoría de los procesos revolucionarios violentos, ha provocado mayores perjuicios que beneficios. Es cierto que ha removido a algunos sanguinarios dictadores vitalicios y terminado con gobiernos autocráticos que expoliaban a sus pueblos y cercenaban todo tipo de libertades. Pero el precio pagado en vidas humanas, sufrimientos y destrucción ha sido probablemente demasiado alto.
            En este sentido, Marruecos constituye una clara excepción. El rey Mohammed VI ha sido el único líder de la región con capacidad de atender las demandas de mayor participación de la población en un marco de orden y continuidad que no afectaron a la gobernabilidad de su reino.
            Lamentablemente, las grandes convulsiones políticas, las guerras civiles (en Libia, Siria y Malí), la violencia y las vidas humanas perdidas no sirvieron para que el norte de África avanzara hacia modelos políticos más democráticos y participativos, más permisivos y respetuosos de los derechos humanos.
            Todos aquellos que esperaban ver en el Norte de África una transición rápida hacia una democracia estable se han visto rápidamente decepcionados. Las revoluciones suelen ser sólo el comienzo de un largo proceso de inestabilidad. Incluso después de una “revolución pacífica”, consolidación de cualquier tipo de régimen estable supone aguardar, generalmente, al menos década. Si surge una guerra civil (tal como ocurre en Libia y Siria) o incluso un proceso contrarrevolucionario, la reconstrucción del Estado demorará aún más.[i]
            Las sociedades árabes, que fueron al mismo tiempo protagonistas y víctimas de este proceso, no se han inclinado hacia los valores de la modernidad occidental, la democracia y el igualitarismo. Muy por el contrario, parecen aferrarse a los valores de la tradición y la fe. En todo el norte de África puede observarse un avance del islamismo tanto en su versión más moderada y gradualista como, lamentablemente, en su vertiente más rigorista e inclinada a las interpretaciones del yihadismo salafista.
            Hoy los radicales islámicos han adquirido mayor presencia en la región. Estos grupos han demostrado mayores dotes de adaptabilidad y más dinamismo que los sectores políticos más afines con Occidente y por eso disponen de un margen de maniobra más amplio del que podía preverse al inicio de este proceso de cambio.
            El desplazamiento de los jefes de Estado en Túnez, Egipto, Libia y Malí, al guerra civil en Siria y las presiones a que son sometidos frecuentemente los gobiernos de Argelia, Marruecos, Mauritania o Níger proporcionan un panorama claro de la gravedad de la situación política en esta vasta región.
CREENCIAS, ARMAS Y HOMBRES
            Las revueltas han dinamizado nuevos frentes de captación transfronteriza de yihadistas salafistas (hacia los campos de batalla en Siria o del norte de Malì), han facilitado la movilidad de actores islamistas de diversa orientación por la región (las giras de Ismail Haniya, líder de Hamas en Gaza, por Túnez y Egipto o la presencia de predicadores y líderes radicales como el egipcio Yusef El Qaradawi o el marroquí Mohamed Hidouci, Pero, especialmente hay mucho armamento en circulación, muchos negocios ilícitos en marcha y demasiados presos salafistas que no volverán fácilmente a sus prisiones.
            Armas procedentes de los arsenales de Muammar el Gadaffi han ingresado al territorio de Argelia, Egipto y Túnez. En febrero de 2012, el jefe del departamento General de Investigación Criminal anexo al Ministerio del Interior egipcio, general Ahmed Helmi Azab declaró que las patrullas fronterizas egipcias habían confiscado en 2012 unas seis mil armas y detenido a dieciocho mil criminales prófugos que habían intentado ingresar al territorio de su país.[ii]
            Algunas de las armas libias han recorrido al menos ochocientos kilómetros por el sur de Argelia y/o Níger en convoyes de 4X4 guiados por GPS, sin ser detectados. Los servicios de inteligencia occidentales estiman que esas armas han ingresado a Mali e incluso llegado a Yemen y Somalia donde estarían en manos de la milicia yihadista Al Shabab.
            Durante la guerra civil en Libia los almacenes de armamentos fueron saqueados y su contenido se esparció por toda África. Los gobierno occidentales están especialmente preocupados por el destino de los “manpads” por sus siglas en inglés (man-potables-defense system), SA-24 y SA-27 de fabricación rusa, de los cuales libia contaba con unas veinte mil unidades. Estos lanzamisiles portátiles miden alrededor de metro y medio, pesan entre diez y quince kilogramos y son relativamente sencillos de emplear.
            Argelia confiscó en 2012, cuarenta y tres de estos misiles junto a grandes cantidades de armas portátiles, granadas, minas antipersonales y municiones de todo tipo cuando intentaban ser contrabandeadas a su territorio se desconoce cuantas otras de estas armas han logrado ingresar exitosamente al mismo.
            Aún más preocupación despierta en Occidente el destino final de las cuantiosas armas químicas que integraban los arsenales del depuesto dictador libio.
            En un comienzo muchos expertos occidentales consideraron a la Primavera Árabe como el triunfo de la voluntad popular frente al despotismo. Lo que estos expertos no alcanzaron a percibir es que los jefes de Estado hasta ahora derrocados (Ben Alí, Mubarak y hasta incluso Gadaffi o Traoré- eran para Occidente interlocutores relativamente predecibles mientras que, para Al Qaeda, todos ellos constituían una barrera infranqueable a su expansión ideológica. Los salafistas los consideraban apóstatas y aliados de los infieles por lo tanto su caída fue para ellos un importante logro.
            Todos los dirigentes depuestos eran veteranos en el ejercicio del poder, todos gobernaban en forma autocrática apoyándose en fuertes y eficaces aparatos de seguridad e inteligencia que, aunque perduren, se encuentran muy debilitados y han perdido muchas de las facultades de que arbitrariamente gozaron en el pasado. Este fue pues un rédito marginal para los yihadistas, que pudieron desarrollar sus actividades de propaganda e incluso militares sin ser eficazmente  controlados o combatidos.
            Sin claros límites o controles a su accionar, los grupos y células radicales aprovecharon el clima de cambio y hasta de cierto caos para expandir sus actividades. Así se produjeron escaramuzas armadas en Túnez –incluso el asesinato del abogado Chukri Bel Aid, líder del opositor Partido de los Patriotas Demócratas Unificados- aunque el gobierno proislámico desarticuló algunas células armadas en Jedunba y Medenine. Mientras que se mantiene el caos en su frontera con Libia. Incluso resulta sumamente llamativo  que entre los terroristas que atacaron el complejo gasífero de In Amenas, en Argelia, el grupo más numeroso (11terroristas) eran de nacionalidad tunecina.
 LOS TUAREGS EN PIE DE GUERRA
            Pero lo más significativo es el estallido de una nueva revuelta de los Tuareg en el norte de Malí, en el Azawad, a comienzos de 2012. Desde la creación del Estado de Mali, en 1960, luego del retiro de Francia de la región, los tuareg se han rebelado contra el gobierno central en 1990 a 1996, nuevamente en 2006 y de 2007 a 2009. Nunca antes una rebelión había alcanzado una expansión de tal magnitud impulsada por el ideario salafista y alimentada por combatientes y armas provenientes del escenario libio.
            La denominación de “tuareg”, es una palabra árabe, popularizada en Europa para denominar a un pueblo nómade que se llama así mismo “kel tamashek” (gente del tamashek) identificándose por su idioma: el tamashek que es una lengua bereber.
            Los tuareg son por su origen una población blanca, libico – bereber, que a su llegada al Sáhara absorbió a grupos humanos preexistentes, en especial negros y libertos, cuyas culturas incorporó parcialmente. Hoy la sociedad tuareg, está conformada por hombres blancos o negros en un conglomerado, culturalmente integrado, estrictamente estratificado y jerarquizado que habla el tamashek y que lo escribe con su propio sistema de escritura, el tifinar, [iii]y practica un modo característico de vida.
            Los tuareg habitan la parte central – sur del Sáhara y la zona saheliana lindante, distribuyéndose por el territorio de Malí, Níger, Argelia y en menor grado por las partes colindantes de Libia, Burkina Fasso, e incluso una estrecha franja al norte de Nigeria. Los tuaregs se dividían en varios grupos principales llamados en la literatura occidental “confederaciones”. El grado de cohesión política de estas confederaciones, cada una de las cuales están formadas por varias tribus, ha sido cambiante con el tiempo, y además, las guerras internas, escisiones y migraciones dieron lugar a lo largo de la historia a su constante remodelación.
            La sociedad tuareg presenta la particularidad de que la nobleza la confiere el carácter guerrero de la tribu, que se hereda por el simple hecho de nacer en su seno. Es decir, que la sociedad turareg se divide entre señores y vasallos.
            En la cúspide de la sociedad tuareg se encuentran las tribus nobles, blancas, nómadas y guerreras, denominadas imhar o imajegham. Estas tribus dominan un territorio dentro del cual se encuentran las tribus plebeyas, vasallas, que forman las clases de los imrad que pagan tributos.
            Las tribus nobles forman las confederaciones gobernadas por un jefe, el amenokal cuyo signo de poder es un gran tambor de forma esférica, llamado tobol.
            Los tuaregs nunca se sintieron integrados a un estado donde los cargos gubernamentales, la administración pública y las fuerzas armadas quedaban en manos de la etnias Songhai y Fulani, que constituyen el 95% de la población malinense y donde ellos eran claramente minoritarios.
MALI EN LA ENCRUCIJADA
            La República de Mali, es un estado sin fronteras marítimas que se encuentra situado en el África occidental. Es el séptimo país más extenso del continente y limita al norte con Argelia, al este con Níger, al oeste con Mauritania y Senegal y al sur con Costa de Marfil, Guinea y Burkina Fasso. Su superficie es de 1.240.000 km² y su población se ha estimado en alrededor de doce millones de personas.
            La estructura económica del país se centra en la agricultura y la pesca. Pese a que algunos de sus recursos naturales son el oro (es el tercer productor de África, después de Sudáfrica y Ghana), el uranio, el petróleo, los fosfatos y la sal. Azotada por frecuentes hambrunas es considerada una de las naciones más pobres del mundo. Su gobierno mantenía buenas relaciones con los Estados Unidos –que entrenaba a su mal pertrechado ejército- y con Francia y la Unión Europea que financiaban el 70% de su presupuesto.
            La nueva rebelión en el norte de Malí, estuvo protagonizada por una alianza de distintos grupos separatistas y terroristas yihadistas que puso en jaque al gobierno del presidente Amadu Toumani Touré en tan sólo un par de meses.
            Para incrementar el problema, en marzo de 2012, un golpe de Estado encabezado por el capitán Amadou Haya Sanogo, al frente de las unidades de élite y paracaidistas, depuso al presidente de Malí,  Amadou Toumani Touré. El golpe de Estado originó el cese de la ayuda internacional que tanto necesitaba el país. Además, las endémicamente débiles fuerzas armadas de Malí pronto se vieron divididas por las pujas de poder.
            Un mes después la presión de Francia llevó a un proceso de transición con el nombramiento del presidente de la Asamblea Nacional, Diondunda Traoré  como presidente y Cheick Modibo Diarra como primer ministro de un gobierno provisional. Aunque Sanogo sigue ejerciendo el poder en la sombras. En esas condiciones las autoridades de Bamako no podían hacer frente a las milicias yihadistas.
            Rápidamente los rebeldes lograron arrebatar al gobierno central el control de las más importantes ciudades del Norte: Kidal, Gao y Tombuctú. En esta forma los rebeldes pasaron a controlar un territorio de más de 820.000 km², el 65% de la superficie de Mali pero habitada solamente por 1,3 millones de personas.
            La coalición de fuerzas insurgentes era una peligrosa mezcla de nacionalistas tuareg con árabes salafistas. A grandes rasgos los rebeldes se agrupaban en tres organizaciones:
-       El Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad: que se formó en 2011 por la fusión del Mouvement National d’Azawad y el Mouvement Tuareg du Nord Mali. Agrupaba a separatistas tuareg en gran medida laicos. Sus integrantes eran intelectuales, políticos y antiguos rebeldes tuaregs. Agrupaba también a centenares de mercenarios tuaregs que en la década de 1990 emigraron a Libia para formar las milicias de Gadaffi y que tras su caída retornaron a sus tierras trayendo todas las armas libias que les fue posible. Entre sus líderes figuran Bilal Ag Acherif y Mohammed Ag Najim quienes pretenden unir a todos los tuaregs superando los tradicionales antagonismos tribales.

-       Ansar al Din: (Defensores de la Fe): Se trata de un movimiento yihadista salafista creado por Iyad Ag Ghaly, un líder tuareg ifora que acaudilló la rebelión de 1990 a 1996 y a quien sus partidarios denominan el “León del desierto”. Ag Ghali inspira su salafismo en los principios del movimiento paquistaní Tablighi Jama’at. Su principal preocupación no es el crear un estado tuareg sino la aplicación de la sharia o ley islámica.

-       Al Qaeda del Magreb Islámico: constituye la franquicia de Al Qaeda en el Norte de África. Su líder es Mokhtar Belmokhatar, un argelino, antiguo mujaidín, que se inició como jefe de una banda de contrabandistas de cigarrillos (lo que le ganó el apodo de “Mister Malboro”) que también desarrollaban otros negocios ilegales como el secuestro de viajeros  extranjeros, la trata y tráfico de personas y el tráfico de armas. Al declarar su obediencia a Al Qaeda su preocupación principal pasó a ser la “yihad global” aunque para financiar sus actividades proselitistas continua con sus antiguos negocios.

-       Movimiento por la Unidad y la Yihad en África Occidental: Se lo considera un desprendimiento del grupo anterior y por lo tanto se trataría de un grupo salafista subordinado a Al Qaeda.   
            El 6 de abril de 2012, estos grupos acordaron declarar la independencia de los territorios bajo su control con el nombre de “Estado Islámico de Azawad”. [iv]Aunque no lograron el reconocimiento de otros estados africanos. La Unión Africana, por ejemplo, rechazó la declaración de independencia considerándola “nula y de ningún valor” e hizo un llamamiento al resto del mundo para que la ignore.
            La aplicación de la sharia con penas de mutilaciones y lapidaciones, así como la destrucción del patrimonio cultural islámico en los territorios bajo control de los insurgentes yihadistas y las luchas violentas entre las distintas facciones insurgentes provocaron el éxodo de más de doscientos sesenta mil personas del norte de Mali hacia la ciudad capital: Bamako y hacia los otros países de la región.
            Los milicianos de Ansar Dine destruyeron gran parte del patrimonio cultural de Tombuctú, en el marco de l su concepción radical del Islam. Comenzaron por demoler siete mausoleos o “morabitos” de santones musulmanes ancestrales de la zona y luego destruyeron la puerta de manera labrada de la mezquita de Sidi Yahia (del siglo XV, declara patrimonio de la humanidad por la UNESCO. A los ojos de los salafistas esos monumentos eran haram (pecado).
            No obstante, sus diferencias y las luchas de facciones los insurgentes pronto se encontraron a las puertas de Bamako con la intención de unificar a Mali en un estado yihadista en el centro de África y a las puertas de la Unión Europea. Fue entonces, que, para impedir que los yihadistas se hicieran con el control total de Mali, se hizo precisa la intervención militar de Francia, en su antigua colonia,  en enero de 2013. Los 1.700 soldados franceses y los aviones de su fuerza aérea lucharon para asegurar la vida de los seis mil ciudadanos franceses residentes en Mali y para proteger los intereses estratégicos galos en la región, en especial su abastecimiento de uranio.
            Precisamente, el conflicto en Mali se mantiene como el mayor desafío a la seguridad en el Sahel. En opinión del profesor Alaya Allani, de la Universidad de Manouba en Túnez, “los yihadistas van a desarrollar una guerra de desgaste desde las zonas de difícil acceso en las que se han refugiado”[v].
            Recordemos que, el Sahel es una inmensa franja de tierra, de transición entre el desierto del Sáhara y la sabana africana que comienza en Sudán. Abarca una extensión de 5.400 kilómetros, desde el océano Atlántico, por el oeste, hasta el mar Rojo, por el este. Incorpora territorios de varios países: Senegal, Mauritania, Malí, Argelia, Níger, Chad, Sudán y Eritrea. En esta parte del continente africano, se desarrollaron en el pasado algunas de las civilizaciones africanas más avanzadas cuyas huellas arquitectónicas y culturales constituyen un preciado legado para la Humanidad.
            En esta suerte de “patio de atrás” del Magreb pasan algunas de las rutas ilícitas que descargan inmigrantes subsaharianos y drogas en las costas europeas. Allí operan los terroristas yihadistas en estrecha alianza con organizaciones del narcotráfico y grupos de bandidos que se dedican al secuestro de extranjero, trafican con la ayuda humanitaria que llega a los campos de exiliados saharauís de Tinduf y desarrollan todo tipo de operaciones de pillaje.      
             Desde el estallido de la Primavera Árabe, la región Saharo – Saheliana se ha convertido en un vasto espacio sin ley donde se intentaron instalar “Estados Fallidos” como la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, la más reciente República Islámica de Azawad y en gran medida el propio Malí. Un ámbito donde prosperan toda suerte de negocios ilícitos y donde operan con total impunidad organizaciones criminales, grupos terroristas y servicios de inteligencia  de todo el mundo.
            En este contexto poblado de mercenarios, criminales y terroristas la droga parece ser uno de los negocios que mayores réditos arroja. Como ejemplo basta mencionar el remanido caso del Air Cocaine, el avión Boing 747 que aterrizó en el desierto del Sahel para descargar la mercancía que procedía de Venezuela y, tras unos problemas técnicos, no pudo despegar y fue quemado para no dejar pistas.
            Según fuentes de inteligencia occidentales, en el Golfo de Guinea desembarcan entre cincuenta y setenta toneladas anuales de cocaína proveniente de Sudamérica para luego ser transferidas, atravesando el desierto del Sahel, el sur de Argelia o Libia. Un maliense puede ganar hasta dos mil euros por viaje como correa transmisora de la droga. Si los narcotraficantes requieren protección militar, los miembros de los grupos terroristas la suministran a cambio de una compensación económica o el suministro de armas.
            Los servicios de inteligencia europeos estiman que Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) cobre un “peaje” que supera los treinta mil euros por cada caravana que atraviesa su territorio transportando drogas. Es así como las milicias mafiosas, los narcotraficantes y los terroristas salafistas  unen sus fuerzas para desarrollar negocios y actividades que atentan contra la seguridad no solo de todos los países de la región sino también de Occidente.
            En gran medida la crisis en la región Saharo - Saheliana tiene su origen en la falta de estabilidad y de cooperación en el Norte de África, y por la ausencia de una acuerdo argelino – marroquí para consolidar un Magreb unido. El único factor positivo es que ante el conflicto de Malí, por primera vez, los gobiernos de Argelia y de Marruecos se encuentran del mismo lado y apoyan la intervención europea en la región.
            Aunque, a decir verdad, la posición de Argelia fue variando a medida que se desarrollaba la crisis. En 2012, cuando se inició la rebelión tuareg, Argel, que siempre albergó ambiciones hegemónicas sobre sus vecinos del sur: Mali y Mauritania, se opuso a cualquier intervención foránea en la región de Azawad incluso el envío de una misisón militar de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO). Luego, el temor a la instalación de un estado tuareg en manos de radicales salafistas en su permeable frontera sahariana poblada también por minorías de nómades tuaregs, la preocupación por el destino de sus derechos de prospección y explotación de hidrocarburos en el Azawad,  sumados a la presión europea –especialmente la de Francia- llevó al gobierno argelino a ceder y aceptar no sólo la intervención extranjera sino incluso a abrir su espacio aéreo a los aviones de combate franceses que bombardearon a las milicias salafistas en Gao y otras ciudades ocupadas por los rebledes. 
            A partir de ahora es posible esperar que Argel y Rabat encuentren la forma de cooperar para enfrentar los mismos enemigos y los mismos desafíos en el futuro. Ya es hora de abrir las fronteras entre ambos países y de alcanzar la reconciliación y, sobre todos, de encontrar una solución realista al problema del Sáhara Occidental lejos de toda posición extrema. El entendimiento entre Marruecos y Argelia es el requisito básico, el punto de partida de cualquier procesos sustentable de desarrollo y seguridad en la región.
            El mundo no podrá dormir tranquilo si el vasto espacio sin ley de la región Saharo Saheliana se convierte en el refugio del islamismo radical. En una suerte de Afganistán a las puertas de Europa. De la estabilidad de este vasto conjunto depende en gran medida la seguridad europea y el progreso de los países del África Occidental.
            Por ello resultan alentadoras que surjan iniciativas como la propuesta formulada por el ministro del Interior de España, Jorge Fernández Díaz, a comienzos de año, a sus homólogos de Marruecos, Francia y Portugal para crear mecanismos de cooperación policial al más alto nivel para coordinar la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo en la región.


[i] GOLDSTONE, Jack: “Descifrando las revoluciones de 2011”. Artículo publicado en Archivos del Presente. Revista Latinoamericana de Temas Internacionales, Año 15. Nº 56, Bs. As. Octubre 2012. Ps. 51 a 64, p. 61.
[ii] CORREO DEL ORINOCO: “Según prensa egipcia. Armas de contrabando se trasladan de Libia a Egipto”, Venezuela 21/2/12. Fuente Ria Novosti.
[iii] TIFINAR: Constituye un sistema de grafía que puede escribirse tanto de derecha a izquierda como de izquierda a derecha y tanto de arriba abajo como de abajo a arriba. La existencia de algunas letras que tiene una orientación, ayuda a determinar en que sentido debe leerse la escritura.
[iv] AZAWAD: esta palabra hace referencia a la cuenca desértica de un extinto afluente afluente del río Níger.
[v] CEMBRERO, Ignacio: “El yihadismo rebrota en el desierto”. Artículo publicado en el diario El País, edición internacional, Madrid, 02/02/2013.