sábado, 27 de octubre de 2012

LAS TENDENCIAS DEMOGRÁFICAS DEL SIGLO XXI Y SU IMPACTO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES


III JORNADAS DE RELACIONES INTERNACIONALES DE LA FLACSO

LAS TENDENCIAS DEMOGRÁFICAS DEL SIGLO XXI Y SU IMPACTO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES
RESUMEN:

El creciente aumento de la población ha generado a su vez un crecimiento en los indicadores de otras variables tales como urbanización, migraciones internacionales, explotación de recursos naturales, calentamiento global y cambio climático, desarrollo metodologías de producción de alimentos más agresivas para el medio ambiente y elevación de los niveles de consumo en general. Al mismo tiempo ha disparado las tasas de marginalidad, pobreza y violencia social. Esta dinámica se ha proyectado también al campo de las relaciones internacionales en forma de restricciones a los movimientos de población, aparición de fronteras fortificadas, resurgir de peligrosas tendencias nacionalistas y racistas, acompañadas de un crecimiento de las expresiones políticas (partidos y dirigentes) que explotan los sentimientos xenófobos. Hoy la forma en que se resolverá el problema demográfico determinará el futuro de la humanidad.
“Si miro el mundo objetivamente, creo que será un milagro si los seres humanos sobreviven en un mundo decente dentro de cien años”

Noam Chomsky

EL ANTROPOCENO
            Hace unos pocos años atrás, precisamente el 12 de octubre de 1999, las Naciones Unidas anunciaron solemnemente que la Humanidad había alcanzado la asombrosa cifra de 6.000 millones de individuos. Una década más tarde, ese mismo organismo internacional realizó un nuevo anuncio: los tripulantes de la “nave Tierra” habían aumentado sustancialmente y en el 2012 arribaron a la cifra de 7.200 millones de seres humanos. En ambos casos se trataba, desde luego, de estimaciones fundadas en censos y estadísticas, por cuanto resulta absolutamente imposible medir con exactitud el tamaño de la población, especialmente si se trata de la todo el planeta.

            Poco importa la precisión del cálculo, lo significativo es el ritmo de crecimiento de la población mundial y sus múltiples implicaciones. Una breve revisión a la cronología de los anteriores hitos, o, lo que es lo mismo, a las fechas aproximadas en las que el tamaño de la población mundial sumó los anteriores millones de personas, puede proporcionar una primera aproximación a la peculiar dinámica de su crecimiento. (Tabla 1)
HITOS EN LA EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN MUNDIAL

AÑO
MILLONES DE HABITANTES
NÚMERO DE AÑOS ENTRE HITOS SUCESIVOS
1804
1.000
¿?
1927
2.000
123
1960
3.000
33
1974
4.000
14
1987
5.000
13
1999
6.000
12
2010
7.000
11

Tabla Nº 1

            Tal como pone en evidencia la tabla anterior más de la mitad del actual tamaño de la población mundial se generado en los últimos cincuenta años, y seis séptimas partes del mismo, en el corto lapso de apenas dos siglos. En otras palabras, hace cincuenta años el número de los humanos era menos de la mitad del actual; y hace sólo doscientos, la séptima parte. La tabla también revela que el número de años que la población humana ha necesitado para añadir mil millones a su volumen ha tendido a reducirse conforme se acercaba al presente; y pone de manifiesto que tardó muchísimo más en alcanzar los primeros mil millones que en sumar los seis millares siguientes. Por consiguiente, la tabla apunta a la existencia de dos fases en la historia de la población humana, separadas inicialmente por la Revolución Industrial, es decir, aproximadamente la fecha en la que se alcanzaron los primeros mil millones de habitantes: una muy larga, de crecimiento lento, casi imperceptible, y otra muy corta, de crecimiento muy acelerado, en forma de bola de nieve. (ROMERO:2010:58)
            Pero, la siguiente tabla será aún más ilustrativa.

EVOLUCIÓN DEL TAMAÑO DE LA POBLACIÓN MUNDIAL EN FECHAS ELEGIDAS

AÑO
TAMAÑO DE LA POBLACIÓN
(en millones)
TASA DE CRECIMIENTO ANUAL
(en %)
AÑOS NECESARIOS PARA DUPLICAR A ESA TASA
11.784 a. C
------
------
-----
8.000 a. C.
8
0.00076
91.204
0
300
0,0453
1.530
1750
800
0,056
1.238
1800
1.000
0,446
155
1850
1.300
0,525
132
1900
1.700
0,535
129
1950
2.500
0,771
90
1975
4.100
1,979
35
2000
6.000
1,523
46
2012
7.200
1,453
43

Tabla Nº 2

            La primera columna de la Tabla Nº 2 se compone de cierto número de fechas seleccionadas por su significado, simbólicas o simplemente indicativas. La segunda proporciona el tamaño estimado de la población mundial para cada una de ellas. La tercera registra la tasa de crecimiento de esa misma población entre esa fecha y la inmediatamente precedente. La cuarta columna, finalmente, presenta el número de años que tardaría en duplicarse la población mundial si creciera a la tasa de crecimiento de ese momento. No hace falta insistir en que las dos últimas columnas indican o ponen de manifiesto el ritmo o velocidad del crecimiento de cada fase.
            Por lo que hace a las fechas, la más difícil es la primera que comprende el comienzo del Holoceno al fin de la última glaciación. El comienzo del período interglaciar en el que la temperatura se hizo más suave y la capa de hielo se derritió. Momento en que se sitúa el punto de partida del homo sapiens sapiens es decir, la actual especie humana diferenciada de sus antecesores.
            La denominación de Holoceno, etimológicamente, una era “enteramente nueva”, fue establecida por  el Congreso Internacional de Geología de 1885, para designar el paso de una sociedad de cazadores – recolectores a una basada en la agricultura. Esa fecha es, por supuesto, incierta y aproximada. De hecho, varía a medida que nuevos descubrimientos arqueológicos y antropológicos retrotraen a fechas más antiguas los vestigios humanos más remotos de los que se tiene noticias. En esta ocasión supondremos que la especie humana se diferenció de sus predecesores y que originariamente estuvo compuesta por dos individuos, aunque lo más probable es que consistiese en un conjunto de bandas itinerantes que contaban unos pocos miles de individuos. Las restantes cifras,  para las siguientes fechas, ya son estimaciones cuya verosimilitud aumenta a medida que nos aproximamos al presente.

            En la maraña de cifras contenidas en la tabla 2, especialmente en los indicadores recogidos en las columnas tercera y cuarta, pueden reconocerse tres discontinuidades, tres cambios de ritmo, especialmente llamativos. Son las que corresponden a los años 1750, 1950 y 1975. La primera es la que divide en dos grandes fases la historia de la población humana: una larga y lenta, de crecimiento pausado, casi imperceptible en el largo plazo; y una segunda breve y rápida. Puede decirse que el período excepcional durante el cual la población del mundo adquirirá el grueso del volumen que tiene en la actualidad se inicia a mediados del siglo XVIII –más bien a sus comienzos, si utilizáramos datos más desagregados-. El profesor Thomas McKeown propuso aceradamente para este período la denominación de “la era del Moderno Crecimiento de la Población” (MCP), por analogía con la expresión “Moderno Crecimiento Económico” con la que los economistas designan a la era inaugurada por la Revolución Industrial. Aunque más adecuada nos parece el neologismo: “Antropoceno”, creado por el premio Nobel de Química holandés, Paul Crutzen, para describir el transcurso de los dos últimos siglos, en los que el hombre se ha convertido en una fuerza geofísica capaz de transformar profundamente la naturaleza (AKAL:2009:169).
            Precisamente, este término describe el efecto cada vez mayor de la humanidad sobre  la biosfera, a partir de alrededor de 1800, con el surgimiento de la sociedad industrial, el crecimiento exponencial de la población, la urbanización y la utilización masiva de combustibles fósiles.
            Según Crutzen, actualmente nos encontramos en la fase II (1945 – 2015) del antropoceno, a la que da el nombre de “gran aceleración”, ya que el efecto negativo del crecimiento de la Humanidad sobre el planeta se ha acelerado considerablemente durante el período.
            Tras haberse multiplicado sin precedente, durante los últimos cincuenta años, la especie humana ha modificado drásticamente el medio ambiente, alterado la maquinaria climática y deteriorado el equilibrio de la biosfera. Es difícil no alarmarse frente a un crecimiento poblacional que, en 2012, es alrededor de ochenta millones de individuos al año. Los mantos freáticos se agotan, la erosión del suelo avanza, los glaciares se derriten y nuestras reservas de peces desaparecen. Casi mil millones de personas padecen hambre a diario y en unas cuantas décadas tendremos que alimentar a dos mil millones de bocas adicionales, nacidas sobre todo en países pobres. ¿Cómo funcionará el planeta en estas condiciones? (KUNZIG:2011)
EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
            Resulta evidente que a partir de la Revolución Industrial la población humana entro en una fase de expansión acelerada. En pocas palabras cada día somos más y pronto seremos muchos más aún. Para colmo de males nuestro estilo de vida nos lleva a consumir cada vez más. El hombre primitivo producía poco impacto sobre el ecosistema que los albergaba. Se conformaba con los alimentos que podía cazar o recolectar. Su vestimenta era escasa y al igual que su vivienda esta construida con materiales biodegradables (pieles de animales y elementos vegetales). Incluso sus residuos orgánicos eran rápidamente asimilados por el ecosistema.

            Mientras que el hombre actual, es un ser cada vez más urbano e industrial, que vive usando e inmediatamente descartando gran cantidad de productos suntuarios, desarrolla actividades que impactan fuertemente sobre el medio ambiente, depreda recursos fósiles no renovables al mismo tiempo que genera ingentes cantidades de desechos contaminantes y no degradables.

            A pesar de la menguante tasa de natalidad, todo indica que la población mundial seguirá aumentando en las próximas décadas, sobre todo en los países más pobres. Si los miles de millones que anhelan salir de la pobreza siguen el camino trazado por las naciones en desarrollo, también ingresarán a la sociedad de alto nivel de consumo por lo cual terminaran haciendo uso intensivo de los recursos de la Tierra hasta agotarlos.

            Este breve trabajo no pretende investigar las causas que llevaron al brusco crecimiento de la población sino analizar las consecuencias que el mismo acarrea a los efectos de alertar sobre el peligro a que nos enfrentamos como especie.

            A priori diremos que es posible apreciar que el crecimiento desmedido de la población impacta directamente sobre diversos ámbitos potenciando ciertos problemas que afectan a la humanidad. Ellos son:

·         Urbanización.

·         Migraciones.

·         Sociedad de consumo / industrialización.

·         Explotación de Recursos Naturales.

·         Contaminación / Desechos domiciliarios.

·         Pobreza, marginalidad y delito

 

1.    URBANIZACIÓN

            En la primera década del siglo XXI la población mundial se ha convertido en predominantemente urbana. La trascendencia de la transformación es tanto mayor si se tiene en consideración la velocidad, progresivamente acelerada, en que se ha incrementado la población urbana. La tabla 3 (ROMERO:2007:280) ilustra este crecimiento:

AÑO
PORCENTAJE DE LA POBLACIÓN MUNDIAL
1800
3%
1900
13%
1967
27%
1980
33%
2000
47%
2007
51%

            Como ilustra esta tabla, en términos históricos la urbanización es pues, un proceso relativamente reciente y notablemente acelerado. Es evidente que la consolidación del capitalismo y sus efectos concentracionistas llevó a la formación mundial de centros políticos y progresivamente industriales, en muchos casos capitales de nuevas potencias que se iban añadiendo a los países en rápida y creciente industrialización como Berlín, San Petersburgo o Tokio. Sin embargo, los crecimientos de población más espectaculares siempre correspondieron a las ciudades manufactureras e industriales, protagonistas también de la progresiva concentración de capital y estructura financiera que caracterizó al capitalismo a ambas orillas del Atlántico, como Chicago, Nueva York o Filadelfia , en los Estados Unidos, o la inglesa Manchester, el centro mundial de la producción textil.

            El desarrollo de las megaciudades ha originado una enorme serie de problemas de enorme gravedad. En términos generales, los elementos de esa crisis pueden ser sintetizados en dos aspectos:

1.- Los recursos necesarios demandados por las ciudades.

2.- La generación de residuos.

            Tanto uno como otro elemento involucran a su vez una serie de cuestiones de primerísima importancia que van desde la organización y distribución física de la población hasta la contaminación ambiental genera una población concentrada de millones de personas.

            La aglomeración de personas en las grandes urbanas trae aparejada la falta de viviendas adecuadas, con la consecuente conformación de zonas semi o precariamente urbanizadas en las que las condiciones de vida no guardan ni las condiciones de seguridad ni las de higiene básica. Se trata de grandes concentraciones que ocupan terrenos no aptos para la vivienda, como morros a la vera de las ciudades brasileñas, donde se han multiplicado las “favelas”, o las áreas inundables a la orilla de arroyos y ríos contaminados en las grandes ciudades argentinas.

            Estos “espacios de marginalidad” dentro del ámbito de la ciudad, sin agua corriente, cloacas o sistemas de energía adecuados, implican un deterioro en la calidad de vida de miles de personas, condenadas a la pobreza en sus más variadas expresiones.

            Por otra parte, la multiplicación de asentamientos precarios elimina o limita la posibilidad de contar en la ciudad y en sus alrededores con amplios espacios verdes, esenciales para contrarrestar la contaminación ambiental urbana.

            El desarrollo de las ciudades se ha visto también cruzado por otras disparidades presentes entre su crecimiento demográfico y la capacidad estructural de resolverlas no sólo con antelación, sino a medida que se presentan en el tiempo. Entre estas disparidades se destacan las relativas al consumo energético y los servicios en general, como así también al transporte privado y público.

            La concentración de viviendas, industrias y comercios implica un consumo energético cada vez mayor, utilizado tanto para la vida cotidiana como para una producción intensiva y una creciente publicidad comercial. No escapa a esta crisis el mayor consumo de bienes de servicios elementales y sofisticados, en su mayoría demandantes de energía eléctrica. Al mismo tiempo, las viviendas actuales son cada vez mayores consumidores de energía para iluminación, calefacción y refrigeración.

            La creciente población concentrada en las ciudades también demanda cada vez más alimentos, con la consiguiente explotación de tierras y consumo de aguas para satisfacerla. Una importante superficie de bosques tropicales han sido desforestados para ser utilizados como campos de cultivo o pastoreo. La explotación intensiva impide la regeneración de los suelos para su mejor y permanente utilización. El agua se escurre por ellos en vez de filtrarse, reduciendo la capacidad de las capas subterráneas y provocando inundaciones en las poblaciones cercanas. La explotación intensiva en las aguas dulces y costeras ha mermado los recursos piscícolas naturales y el tránsito en las aguas conlleva el riesgo de contaminación y la pérdida de especies.

2.    MIGRACIONES

            Durante los cuarenta mil años que el homo sapiens habita el planeta ha estado en continuo movimiento. Grupos de hombres han estado desplazándose, de una zona a otra, de una región a otra, de un continente a otro. Así a través de la historia. En esa forma el hombre fue ocupando los diversos escenarios geográficos.

No todos los desplazamientos presentaron las mismas características. Los traslados de población suelen diferenciarse, entre otras causas, por su duración y por las motivaciones que los originaron. Así encontramos incursiones, invasiones, migraciones, diásporas, flujos turísticos, etc.

            Los desplazamientos humanos que implican un cambio permanente de residencia y la suspensión de las actividades laborales en un lugar para reorganizarlos y reanudarlos en otro, reciben la denominación de migraciones. [Weeks: 1984: 61]

            Usualmente, al clasificar a las migraciones suele distinguirse entre traslados forzados y traslados voluntarios. Cuando los hombres deben abandonar sus hogares para salvar la vida –debido a guerras, persecuciones políticas, raciales o religiosas, epidemias, hambre, etc.- la migración se considera forzada. Por el contrario, se denominan como voluntarias o económicas aquellas migraciones motivadas por la búsqueda de progreso económico, mayores oportunidades de desarrollo profesional y/o una mejor calidad de vida.

            Según otra interpretación, la búsqueda de empleo, de condiciones laborales y salario digno constituyen también una suerte de traslado forzado. Considera que nadie enfrenta los costos y riesgos de emigrar si puede evitarlo. La mayoría de la gente prefiere permanecer donde están sus afectos.

En un mundo donde 1.020 millones de personas, según la FAO, sufren hambre no puede sorprender que muchos seres humanos pongan en riesgo su vida o se conviertan virtualmente en “esclavos” para escapar a destino de pobreza y hambre. [La Nación: 21/06/09]

            En base a esta interpretación, el carácter voluntario de una migración debería aplicarse en forma más restringida para hacer referencia a cierto tipo de traslados. Por ejemplo, a las migraciones de talento. Tal el caso del empleado de una empresa transnacional que es trasladado a una filial de la firma en el extranjero. Algo similar podría decirse de los diplomáticos, personal militar o funcionarios de organismos internacionales.

            También debería considerarse como migración voluntaria el traslado de personas de la “tercera edad”, en situación de pensión, que cambian su residencia en búsqueda de climas más benignos, mejores servicios hoteleros y sanitarios, o aprovechan las diferencias cambiarias para lograr un mejor rendimiento de sus ingresos.

            Todos estos aspectos, reflejan que bajo la denominación de “migración” hoy se engloba a un fenómeno social complejo. Por ello, toda generalización puede ser errónea.

a.    Más gente en movimiento

            Entre 1820 y 1924, más de cincuenta y cinco millones de europeos fueron registrados atravesando el Atlántico hacia destinos americanos. [Devoto: 2009: 45] A priori, puede parecer una cifra muy elevada. Pero no lo es tanto si se la compara, por ejemplo, con el dato suministrado por el ACNUR, en su Informe 2009. Unos cuarenta y dos millones de personas en todo el mundo han debido dejar sus hogares a causa de guerra, conflictos internos y otras formas de violencia y  han pasado a ser refugiados. Es decir, migrantes forzados, que en un ochenta  por ciento se encuentran en países del Tercer Mundo.

            A ellos podríamos sumar los dos millones ochocientos mil estudiantes universitarios que, según la UNESCO, se encuentran matriculados en institutos de enseñanza superior fuera de sus países de origen. Una cifra que se incrementó en un cincuenta y tres por ciento en los últimos diez años.

            Consideradas estas cifras no parece excesiva la estimación de que más de novecientos cincuenta millones de personas se encuentran en movimiento anualmente sobre el planeta. De ellos, según la Organización Internacional de las Migraciones, hay ciento noventa y un millones de personas trashumantes,  emigrantes legales e ilegales –voluntarios o forzados-, nómades que deambulan  por el planeta buscando mejores destinos y se instalan, en forma provisional,  en algún Estado distinto del cual vieron la luz por primera vez. [Noble: 2001: 1] La mayoría son hombres en edad laboral (54%), aunque el número de mujeres se  está incrementando.

            ¿Por qué hay más gente que emigra? La respuesta es sencilla: porque somos más. Recordemos una vez más que el hombre demoró unos 40.000 años en alcanza la cifra de 1.000 millones de personas hacia el 1800. Pero, un siglo más tarde, es decir, en el 1900 había alcanzado el monto de 1.600 de individuos. Hoy, superamos los 7.000 millones de personas y la humanidad continúa en expansión acelerada. [Sartori y Mazzoleni: 2003:19]

            Por lo tanto, si comparamos que mientras transitábamos el incremento de 1.000 a 1.600 millones de personas, 55 millones se trasladaron de Europa rumbo al continente americano. Ahora que rondamos los 7.000 millones de personas resulta lógico que los flujos migratorios se incrementen proporcionalmente o aún más.  Especialmente, si consideramos que de los 55 millones que dejaron Europa entre  1820 y 1924, 20 millones lo hicieron tan sólo entre 1901 y 1909.

            Además del incremento cuantitativo de los flujos migratorio se han operado en el escenario global algunos cambios que han transformado a las migraciones en una delicada cuestión que afecta a la seguridad internacional en su conjunto. Entre otras pueden citarse los siguientes.

1.- Cambio en el paradigma en la interpretación del rol desempeñado por el  inmigrante.

2.- Criminalización del fenómeno migratorio.

3.- Inversión del flujo migratorio.

4.- Los migrantes ambientales.

 5.- Aparición de una cultura de la segregación

 6.- Aparición de barreras fronterizas.

 7.- Mejoramiento en los sistemas de transporte y comunicaciones.

 8.- Modificación de los criterios para el otorgamiento de la ciudadanía.

b.    Cambios en el escenario migratorio

            Desde los tiempos del comienzo de la industrialización la inmigración ha estado asociada con las características de “europeo”, “trabajador”, “con cierta privación de medios” e  implícitamente “agricultor”. [Devoto: 2009: 31] Así lo reflejan diversos instrumentos internacionales de la época. En la Conferencia Internacional de Roma, en 1924, en la que se intentó establecer una política migratoria común, se propuso una definición de migrante muy exclusiva. La definición comprendía a todo aquel que viajaba para reunirse con parientes emigrados con esa intención. Se incluía además la voluntad de residencia permanente. En cambio, si la persona se trasladaba para buscar trabajo pero sólo en forma temporaria, se lo consideraba trabajador y no emigrante. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo propuso, en 1932, considerar “emigrante”, simplemente a toda aquella persona que cambiaba de residencia –y de país- por lo menos durante un año. [Devoto: 2009: 36]

           Así el inmigrante era considerado como un elemento valioso ligado al trabajo pero también al progreso. La inmigración aumentó en forma desmedida la población de la Argentina en sesenta por ciento entre 1870 y 1910, y su fuerza de trabajo en un ochenta y seis por ciento. La población de Canadá aumentó un treinta y dos por ciento debido a la inmigración y su fuerza de trabajo, un cuarenta y cuatro por ciento en el mismo período. En los Estados Unidos, con una base de población más numerosa, el aumento proporcional fue menor pero todavía sustancial: el diecisiete por ciento de la población y el 24% de la fuerza de trabajo. 

            En ese momento histórico la inmigración era apreciada y estimulada. Tanto por los estados emisores que aliviaban sus problemas de desocupación y de mayor demanda de infraestructura debido al acelerado incremento poblacional. Como por los países receptores, escasos de población y por ende necesitados de mano de obra. En general, se valoraban los hábitos de trabajo y ahorro de los recién llegados. Los Estados nos sólo recibían gustosos a los inmigrantes sino que rivalizaban para captarlos. Los gobiernos solían apelar a comisiones y agentes reclutadores en Europa, pasajes y alojamiento gratuito y hasta la entrega de tierras a los recién llegados.

            Los dos grandes conflictos mundiales gradualmente cambiaron el panorama. Por un lado, la gran mortalidad de la guerra redujo la población europea en edad laboral. Por el otro, pareció el concepto de “refugiado”, un inmigrante, en muchos casos sin “valor económico”, pero al que se debía acoger y asistir por razones humanitarias. Es decir, un inmigrante aceptado pero no deseado. Un inmigrante que dejaba de ser un símbolo de progreso para convertirse en una carga para la sociedad receptora. Paralelamente, comenzó el proceso de descolonización y la población de los nacientes países del Tercer Mundo comenzó a incrementarse gracias a los avances en la medicina, en la alimentación y la urbanización.[ONU: 1997]

            Lentamente el flujo migratorio comenzó a invertirse. Luego de la recuperación de la postguerra, Europa y los restantes países de mayor desarrollo dejaron de ser expulsores de población para convertirse en receptores. De colonizadores pasaron a ser pacíficamente colonizados por la población de sus antiguas posesiones de ultramar.

c.    La Criminalización del Inmigrante

            Gradualmente, el paradigma que valorizaba al inmigrante como factor de progreso se modificó pasando a considerar al trabajador extranjero como un riesgo de seguridad. Cesó el aliento e impulso a la inmigración y los gobiernos comenzaron a implementar mecanismos para impedirla o al menos desalentarla. Así, nació la “inmigración ilegal”. Hoy el inmigrante está asociado a la marginalidad y al delito. En algunos países, los prejuicios suelen vincular al inmigrante, si es latino con la  droga, y si es musulmán con el terrorismo.

            Es cierto que el inmigrante suele habitar el mismo territorio que el delito. Pero, en la inmensa mayoría de los casos no es su elección. Los Estados al cerrarse a la inmigración legal con barreras físicas e incrementos en los requisitos de recepción –sistemas de puntaje- impulsan a los inmigrantes desesperados a vincularse con organizaciones dedicadas a la trata de personas.

            El inmigrante se ha convertido en inmigrante ilegal. En un “indocumentado”, que está pero que no existe y a quien se puede explotar, tal como el mismo presidente Obama reconoce: “Hoy en día el inmigrante ilegal es una persona desesperada que llega a extremos tales como poner en riesgo su vida, cruzando desiertos, embarcándose en precarias pateras y aceptando ser encerrado en oscuros contenedores durante semanas. El espejismo de una vida mejor los lleva incluso a venderse como “esclavos” pagando con su trabajo y con su cuerpo durante años a quienes los han trasportado hasta el paraíso capitalista con el sólo objeto de explotarlos y abusar de ellos.

            En esta forma, los inmigrantes se convierten en víctimas de los “cabezas de serpientes” chinos, los “coyotes” mexicanos, los “paseros” bolivianos y otros traficantes de personas [Gayraud: 2007]. Anualmente más de tres mil personas mueren al intentar ingresar ilegalmente al territorio de la Comunidad Europea y otros cuatrocientos fallecen en la frontera mexicano – estadounidense y sus  aledaños.

            Según estimaciones de la Organización Internacional de Migraciones, la trata de personas afecta anualmente a unos cuatro millones de seres humanos, objeto de tráfico ilegal a través de fronteras internacionales. La mayor parte de estos inmigrantes son mujeres y niños. Unos quinientos mil de ellos logran ingresar ilegalmente al territorio de la Comunidad Europea y otros cincuenta mil lo hacen a los Estados Unidos de América. Como veremos posteriormente más de setecientos mil inmigrantes ilegales con contenidos anualmente en las fronteras de los Estados Unidos.

            Pero, es necesario reiterarlo, el inmigrante no elige ser ilegal, indocumentado, marginal y delincuente. Es el Estado receptor quien lo reduce a esa condición cuando el impide ingresar y ofrecer su trabajo por la vía legal.

d.    Desarrollo de una cultura de la segregación

            La expansión de fenómeno migratorio y su criminalización han impulsado en el mundo en desarrollo el surgimiento de un discurso racista y xenófobo que en momentos de crisis prende con facilidad en la población. La interpretación instrumental de la inmigración (reducida a recurso económico de bajo costo) tiene como contrapartida un discurso que no duda en plantear como solución una política expulsiva que vulnera los derechos de los trabajadores inmigrantes y tiende a estigmatizarlos en el campo social (considerándoloscomo “sobrantes” o “amenaza laboral”). Tal lo expresado por el ex ministro de Trabajo español, Celestino Corbacho, quien además de llamar a combatir la “inmigración ilegal”, manifestó en 2009 que España ya no podía absorber más inmigrantes, siendo el “mercado laboral” quien marcaba la “capacidad de acogida de un país”. (Borra : Rebelión :  2011)

            Este paradigma tiende a difundirse rápidamente por la Europa comunitaria. De hecho diecinueve estados europeos tienen partidos políticos con representación parlamentaria que impulsan políticas antiinmigratorias. En particular, en Holanda, Austria, Finlandia, Estonia, Dinamarca, Estonia, Lituania, Italia, Francia y Rumania esos partidos tienen una importancia significativa en sus respectivos países.

            En España, por ejemplo, en las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo de 2011 mostraron que el número de votos de los partidos antiinmigración (que incluyen España 2000, Democracia Nacional, Coalición Valenciana, Plataforma por Catalunya, Falange Española o Alternativa Española, entre otras), se ha duplicado en cuatro años pasando de 47.000 votos a más de 100.000. Lo cual no sorprende si se considera que la inmigración está en cuarto lugar entre las principales preocupaciones de los españoles.

            Italia, uno de los países que mayor exportación de inmigrantes realizó en los siglos XIX y la primera mitad del XX, es quien tiene la actitud más radical hacia la inmigración. El gobierno de Berlusconi aprobó, el 02 de julio de 2009, una nueva ley de seguridad que criminaliza a la inmigración ilegal y sanciona duramente no solo a los inmigrantes sino también a quienes cooperen de cualquier forma con ellos.

            Con esta nueva legislación la inmigración ilegal se penaliza con una multa de entre 5.000 y 10.000 euros y expulsión. Obliga a los funcionarios públicos a denunciar a los inmigrantes sin papeles, eximiendo tan sólo a los médicos y directores de centros educativos. También el alquilar un apartamento a un inmigrante ilegal u ofrecerle hospedaje se convierte en un delito que se sanciona con hasta tres años de cárcel. No se permiten matrimonios entre ilegales aunque uno de ellos tenga sus documentos en regla y para evitar los matrimonios de conveniencia para obtener más rápidamente la ciudadanía italiana los aspirantes a esposos deberán convivir dos años. La ley también obliga a los padres extranjeros de un recién nacido a presentar el permiso de estadía para registrar el nacimiento, lo que seguramente contribuye a incrementar el fenómeno de los indocumentados o como se los denomina en Europa, los “niños invisibles”.

            Pero la medida más emblemática, adoptada por presión del movimiento xenófobo Liga Norte, de extrema derecha, es que “asociaciones de ciudadanos” realicen rondas para vigilar las ciudades por las noches. En esta forma cuerpos de parapoliciales de vecinos reemplazarán las funciones que antes cumplían exclusivamente los cuerpos  estatales de aplicación de la ley.

e.    La Inversión de los Flujos Migratorios

            Por otra parte, tal como se ha mencionado, resulta evidente que se ha operado una inversión de los flujos migratorios. En los siglos XIX y XX las corrientes migratorias salían de Europa rumbo a América y las colonias europeas de Asia y África. Eran los tiempos en que Rudyard Kipling (1865 / 1936) hablaba de “la carga del hombre blanco”. Hoy, por el contrario, los flujos migratorios van desde los países pobres a las naciones ricas. Dentro de esos países pobres no sólo se ubican las naciones del Tercer Mundo sino cualquier país que no ofrezca la calidad de vida que un inmigrante cree que hallará en Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia o Japón. Los deseos de un mejor futuro, para ellos y para sus hijos, impulsan a emigrar a millones de personas de la Europa del Este, India, Turquía, China, América Latina y por supuesto África.

            Hace algo más de un siglo, los deseos de emigrar nacían, por ejemplo, de las cartas que enviaban quienes habían partido inicialmente. Muchos emigrantes eran analfabetos, por lo cual, para comunicarse con sus parientes, apelaban a los servicios de “escritores profesionales” para confeccionar sus misivas. Estos “ghostwriting” solían adornar los éxitos económicos logrados por sus clientes. Los familiares del emigrado usualmente también eran analfabetos. Por lo cual, frecuentemente apelaban a los buenos oficios del sacerdote de su pueblo para la lectura de las cartas. Así, surgió una tradición. En muchos pueblos europeos, los domingos, después de la misa, se leían a toda la comunidad las noticias que enviaban quienes habían partido “a hacer la América”. Esos relatos se convirtieron en un poderoso estímulo para impulsar a otros hacia a tomar el mismo rumbo.

            Actualmente, el estímulo para la emigración no necesita de correspondencia, llega en forma directa. Los medios de comunicación, en especial la televisión satelital y la Internet con sus redes sociales, proyectan a todos los rincones del planeta un modelo de vida, de consumo y de bienestar que se convierte en una meta de vida para muchos miembros de sociedades pobres. Para quienes poco y nada tienen, para el habitante de un barrio pauperizado de América Latina o para el trabajador agrícola de una aldea subsahariana, vivir en un pequeño departamento de una ciudad europea y poseer un automóvil de segunda mano pueden constituir un verdadero cambio de vida. Aún cuando para conseguirlos deban abandonar a sus seres queridos, poner en riesgo su vida, y trabajar muy duro en condiciones precarias durante años. En otras palabras, es el “efecto de demostración” de las sociedades plutocráticas del primer mundo el factor que impulsa la inmigración desde las sociedades pobres.

f.     Los migrantes ambientales

            Los cálculos más recientes pronostican que, de aquí a 2050, entre doscientos y mil millones de personas se verán obligadas a migrar por causas medioambientales. La amplitud del abanico de esas cifras certifica, por una parte, las dificultades actuales para evaluar con exactitud ese flujo de poblaciones, y, por otra, los vagos contornos de las definiciones en vigor. Éstas abarcan –aparte de las migraciones inducidas por los factores climáticos- a las víctimas de catástrofes geofísicas, como terremotos, maremotos o erupciones volcánicas, que afectaron a unas cuatrocientas cincuenta mil personas por año entre el 2000 y el 2006. También pueden incluir a las poblaciones desplazadas tras una catástrofe industrial o, según los casos, a consecuencia de grandes obras de infraestructura como presas.

            El vínculo entre migración y catástrofe natural no es nuevo. Se remonta a los inicios de la historia de la Humanidad. En la era Moderna, por ejemplo, el terremoto de Lisboa en 1755 y la enfermedad de la papa sufrida por Irlanda a finales del siglo XIX provocaron importantes desplazamientos de poblaciones. A causa de la alteración del factor climático, estas catástrofes han tendido a multiplicarse. Así, entre 1987 y 2007, su número se multiplicó por dos y medio de doscientos a cuatrocientos casos anuales. Del mismo modo, cabe notar que el riesgo de migraciones forzadas por un accidente ecológico de origen humano, de la que existían precedentes de Bhopal o Chernóbyl, ha aumentado por el desarrollo de marchas forzadas de los países en ascenso.

            En una situación de crecimiento demográfico mundial y de hipersensibilidad política ante la cuestión migratoria, la preocupación global –a corto, medio y largo plazo- por los desplazamientos de poblaciones inducidos por una quiebra medioambiental (de origen natural o humano) resulta indispensable. El debate fértil y las soluciones esbozadas sobre las migraciones climáticas deberían permitir colocarlas en un lugar destacado del orden del día de las grandes negociaciones internacionales.

g.    Mejoramiento en los sistemas de Transporte y Comunicaciones

            A ello debe agregarse el sustancial mejoramiento de los medios de comunicaciones. En 1850, el traslado desde el noroeste de España –Galicia- hasta el Río de la Plata, demandaba unos cincuenta azarosos días. Este viaje se redujo a veinte días en la década de 1870 con la introducción del vapor. Para la década de 1930, con el empleo del motor a diésel de combustión interna en la  navegación, el viaje solo demandaba trece días. Hoy ese mismo recorrido puede  realizarse en horas empleando un avión. Los costos de los pasajes sufrieron una  reducción similar. En 1910, un pasaje a América en “tercera clase” demandaba  unas doscientas jornadas de trabajo para un peón. [Devoto: 2009: 56]. En los  diarios de Buenos Aires de la fecha se ofrecen pasajes aéreos en clase turista,  ida y vuelta, por aproximadamente ochocientos dólares hacia Europa y quinientos a los Estados Unidos. Tomando en consideración que un peón en la industria de  la construcción, que trabaje informalmente (“en negro”), puede ganar unos veinte dólares  diarios, podría pagar su traslado a Europa con cuarenta jornadas de trabajo, es  decir, con la quinta parte del trabajo que hubiera requerido el mismo recorrido  en 1910.

            Lógicamente estas cifras corresponden a viajes corrientes y legales. Los que suelen emplear los inmigrantes que ingresan en calidad de “turistas” y permanecen ilegalmente en el país de acogida. Los valores son muy distintos cuando esas mismas rutas son explotadas por lo traficantes de personas. Los viajes pueden demandar meses y los costos incrementarse sustancialmente. Un inmigrante ruso o de Europa del Este puede pagar aproximadamente unos diez mil dólares a una red de tráfico por su ingreso y documentación de ciudadanía de Argentina. Con ese pago, recibe un servicio que incluye un pasaporte y documento nacional de identidad argentino. Ingresa legalmente como ciudadano aunque nunca haya pisado el país y, por supuesto, desconozca el idioma.

h.    Levantamiento de Barreras Fronterizas

           Resulta evidente que la globalización de las comunicaciones y el incremento de los procesos de integración económica en bloques de Estados no han sido suficientes para suprimir las fronteras. Muy por el contrario, la desigualdad económica entre los Estados y los crecientes problemas que afectan a la seguridad internacional –tales como el creciente poder de las organizaciones criminales transnacionales, el incremento del terrorismo internacional -e incluso las emergencias sanitarias como los brotes de cólera en la década de 1990, la denominada “gripe aviar” en la década siguiente y recientemente la “influenza porcina o Gripe A1H1”- llevaron a un reforzamiento de los controles aduaneros y a que muchas fronteras sufrieran un proceso de militarización.

            En el siglo XXI, aquellas fronteras que separan al mundo en vías de desarrollo de los países del mundo plutocrático se han convertido en vallas que separan la pobreza de la prosperidad. Esta situación también puede expresarse más brutal pero más directamente señalando que estas fronteras sirven para mantener a los bárbaros del Tercer Mundo fuera del Imperio. Un Imperio que a estos efectos se encuentra constituido por los prósperos países capitalistas del Norte: los Estados Unidos, Canadá, Japón y la Europa Comunitaria.

           Las aguas del Mediterráneo donde los africanos arriesgan su vida en las frágiles “pateras marroquíes o los cayucos senegaleses” (Pizarro:2011:187) intentando alcanzar las costas comunitarias de Europa. Las alambradas de acero y púas que protegen los enclaves españoles de Ceuta y Melilla del ingreso de las hordas de subsaharianos pobres. O la temible frontera que separa a México de los Estados Unidos donde anualmente dejan sus huesos más de trescientos inmigrantes ilegales provenientes de América Latina, son los nuevos “limes”, las fronteras amuralladas del tercer milenio.

            En 2008, por ejemplo, 723.825 migrantes ilegales fueron detenidos cuando intentaban ingresar a los Estados Unidos. Entre los detenidos figuraban 19.346 hondureños, 16.396 guatemaltecos, 12.068 salvadoreños y 1.466 nicaragüenses. La cifra de muertos fue de 386, algo menor a los 398 que perecieron durante el año fiscal 2007.

           Por otra parte, los controles fronterizos anteriormente laxos comenzaron a hacerse extremadamente rigurosos después de los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos -y sus secuelas de Madrid (11/3/2004) y Londres (7/7/2005) en los años siguientes-. Los mayores controles en aeropuertos y las crecientes restricciones en el otorgamiento de visas y permisos de residencia proporcionaron un nuevo protagonismo a las fronteras.

           En el próspero mundo desarrollado las fronteras han cobrado una nueva relevancia. Hoy son barreras contra la inmigración no deseada, contra  el  terrorismo y el crimen organizado. Las limitaciones a la circulación de seres  humanos y los riesgos que algunas personas asumen para cruzarlas, convierte con  frecuencia a estas fronteras en auténticos “muros de la vergüenza”.

            En Medio Oriente, por ejemplo, desde 1995 se ha comenzado a construir el “Muro de Cisjordania”, una obra de defensa fronteriza de 728 kilómetros de extensión erigida por el Estado de Israel para protegerse de ataques terroristas provenientes del territorio de sus vecinos árabes.

          En el mundo árabe mientras se incrementan las protestas contra la frontera militarizada construida por Israel, los problemas de seguridad también obligan a la construcción de muros fronterizos. Arabia Saudita se encuentra construyendo instalaciones de seguridad a lo largo de su frontera de novecientos kilómetros con el convulsionado estado de Irak, con el propósito de evitar que terroristas iraquíes ingresen a su territorio.

           La barrera forma parte de un conjunto de medidas de seguridad cuyo costo aproximado será de 12.000 millones de dólares, cuenta con la instalación de un doble muro con 135 accesos controlados electrónicamente, sensores ultravioletas para detectar intrusos situados sobre sus bordes, sensores subterráneos para detectar ondas radiales, bases y obstáculos materiales –tales como alambradas de púas- para proteger a ese reino rico en petróleo de sus vecinos pobres.

          También los Emiratos Árabes Unidos están construyendo un muro similar a lo largo de su frontera con Omán, principalmente para impedir el paso de inmigrantes ilegales.

          Pero, donde mejor se aprecia la existencia de una valla antiinmigración, que no fue concebida para impedir atentados terroristas sino para limitar el ingreso de los pobladores pobres de América Latina, es la frontera entre los Estados Unidos y México. Una frontera de 3.379 kilómetros de extensión que es atravesada anualmente por trescientos cincuenta millones de personas.

            El Muro de Cisjordania, la frontera Estadounidense – Mexicana, las vallas en Ceuta y Melilla, las pateras en el Mediterráneo, los balseros cubanos y otros son ejemplos claros de que, al comenzar el Tercer Milenio, las fronteras han recobrado una nueva importancia. En un momento en que el hombre ha  alcanzado la posibilidad de trasladarse de un punto a otro del planeta con sencillez y economía. Las fronteras, lejos de desaparecer o de constituirse en elementos facilitadores del intercambio cultural, han recobrado su ancestral  carácter de instrumentos de seguridad militar y económica ayudando a la  separación entre los hombres.

            Pero, además de fortificar sus fronteras y criminalizar la inmigración ilegal, las plutodemocracias del hemisferio Norte están militarizando el problema. Hemos visto como la Administración Bush apeló a la Guardia Nacional para frenar el ingreso de inmigrantes. En Italia se apela a rondas de “ciudadanos” para controlar las ciudades y en España, los efectivos de la Guardia Civil que intentan contener el ingreso de extranjeros cuentan con el apoyo de navío de guerra para perseguir a los “barcos nodriza” que trasbordan inmigrantes a las pateras y cayucos en aguas internacionales del Atlántico.

            Pero la mayor muestra de la dimensión que esta tomando el problema puede observarse en California, Estados Unidos. En el Condado de Imperial, lindero con la frontera mexicana, los jóvenes boy scouts, de entre 14 y 21 años reciben entrenamiento para luchar contra el terrorismo, la inmigración ilegal y la escalada de violencia fronteriza.

            Se trata del Programa Exploradores, uno de los doce programas que conformar la propuesta denominada “Aprendiendo para la vida”. El programa se encuentra supervisado por el FBI, la Patrulla Fronteriza y los departamentos de policía y bomberos de cada localidad. Durante el entrenamiento los jóvenes realizan prácticas de tiro y simulacros de detención de inmigrantes ilegales.

            Anualmente, participan de este programa 35.000 jóvenes estadounidenses que se capacitan para saber como proceder frente a amenazas tales como “los peligrosos inmigrantes ilegales”.

i.      Modificación de los Criterios para el Otorgamiento de la Ciudadanía

            Por último, deben analizarse los mecanismos de otorgamiento de ciudadanía. Esta cuestión tiene gran relevancia porque hace a la asimilación del inmigrante en la sociedad receptora. Integra a las minorías raciales y culturales, al mismo tiempo que reconoce sus derechos políticos.

            Tradicionalmente se han seguido dos criterios para el otorgamiento de la ciudadanía. El ius soli, por el cual la pertenencia deriva del lugar de nacimiento y el ius sanguinis, donde la pertenencia se deriva del origen de los ancestros. Los países europeos cuyos sistemas jurídicos se inspiran en el derecho romano emplean el ius sanguinis. Mientras que las naciones americanas, por ser naciones receptoras de población extranjera, se inclinaron por el ius soli o por una combinación de ambos criterios. Tal fue el caso de la Argentina

            La aplicación del ius soli, en los siglos pasados, facilitó la asimilación de los hijos de inmigrantes que desde el momento mismo de su nacimiento se convertían en ciudadanos plenos.

            Sin embargo, la inversión de las corrientes migratorias, tal como se ha analizado, ha modificado la situación. Los inmigrantes, aún cuando legalicen su situación y acceden al status legal de “residentes”, carecen de derechos políticos y, por ende, se encuentran en inferioridad de condiciones a la hora de defender sus intereses. Pero, lo que resulta aún más grave es que sus hijos, nacidos en territorio europeo, no son ciudadanos, sino tan sólo residentes sin derechos políticos y en algunos casos sin acceso a ciertas ventajas tales como becas universitarias o subsidios especiales que solo reciben los ciudadanos.

            La aplicación del ius sanguinis afecta la plena vigencia de los derechos humanos de los veinticinco millones de personas que componen la población europea de origen inmigratorio.

            Los defensores de la aplicación del ius sanguinis se escudan en la defensa de la “identidad nacional” para ocultar el temor a la declinación demográfica. Temen que paulatinamente el tipo nacional –étnico, cultural y religioso- sea reemplazando por el de los recién llegados. En especial, porque estos suelen tener una tasa de natalidad muy elevada. Esta visión xenófoba alcanza su mayor exponente en la obra de Samuel P. Huntington, “Quienes somos”. Este teórico  consideraba que, si no se tomaban medidas especiales para impedirlo, una  gradual invasión hispana modificaría la identidad nacional de los Estados  Unidos.

            También tienen una clara intención discriminatoria los “sistemas de puntaje”como el que aplica Canadá desde 1967, Australia desde 1989; Nueva Zelanda desde 1991 y el Reino Unido desde el 2001. En 2006, el Reino Unido, por ejemplo, decidió que los graduados de las cincuenta mejores escuelas de negocios de todo el mundo automáticamente recibirían los setenta y cinco puntos que el país requiere para residencias permanentes. Desde 1965, los Estados Unidos emplean un sistema de preferencias basada en el empleo para conseguir la admisión de inmigrantes con las calificaciones necesarias; el tope para los visados en esa categoría fue aumentando a 140.000 por año en virtud de la Ley de Inmigración de 1990. Actualmente, se estudia modificar este sistema y adoptar también un método basado en el puntaje. El problema radica en que estos sistemas de selección de inmigrantes no sólo marginan a los menos capacitados  que son normalmente también los más necesitados. También favorecen las migraciones de talento o “fuga de cerebros” como se las denomina periodísticamente. Por lo tanto, descapitalizan a los países del Tercer Mundo que sufren un proceso continuo de pérdida de elites.

            Así, los países pobres terminan invirtiendo sus escasos fondos en capacitar profesionales que luego emigran y no contribuyen al desarrollo de sus sociedades.  Mientras que los países ricos adquieren en forma gratuita  mano de obra altamente capacitada, idónea y talentosa en cuya formación no ha invertido recursos propios. Pueden seleccionar y contratar los mejores “cerebros” del planeta sin pagar más de lo que invertirían salarialmente en un científico formado en sus propias universidades. Incluso pueden conseguir soldados que peleen en sus guerras, en los escenarios más remotos e inhóspitos del planeta, ofreciendo a cambio en la mayoría de los casos una promesa de residencia permanente en caso de que el voluntario sobreviva a la dura prueba. Hasta ese punto puede llegar la desesperación por escapar a la trampa del subdesarrollo y la pobreza.

            Por último, las políticas restrictivas reducen la movilidad y la incitación al regreso. Paradójicamente, desde la imposición de mayores restricciones a la inmigración se asiste a una disminución de los retornos voluntarios de los inmigrantes a sus países de origen.

            La doble nacionalidad es un factor relevante en la colaboración de los inmigrantes con el país de origen, así como en la creación de vínculos igualmente fructíferos para el país de acogida. Las organizaciones de inmigrantes facilitan la integración de la población inmigrante con el país de llegada, así como fomentar el desarrollo económico de sus comunidades en el lugar de origen. En consecuencia, sería sensato otorgar una libertad completa de circulación de las competencias con un estatuto a largo plazo, y no un estatuto precario (como la ley francesa 2006-911 del 24 de julio de 2006, relativa a la inmigración y a la integración, cuyo artículo 15 instaura un permiso de tres años, denominado “competencias y talentos”, renovable una vez, para los inmigrantes cualificados). A los emigrantes cualificados les cuesta más volver a su tierra y que no desarrollan actividades con su país de origen cuando están en una situación jurídica precaria en el país de acogida, en cambio, la libertad de circulación, que permite, por ejemplo, la doble nacionalidad, es un factor importante de colaboración de los inmigrantes con sus países de origen.

3.    EL CONSUMO DE MASAS

            Durante muchos siglos las actividades económicas desarrolladas por el hombre en el mundo se centraron especialmente en la producción agrícola o la explotación de materias primas y en la realización de tareas artesanales. De este modo, se producirán ciertos productos mínimamente elaborados para utilizar en la vida cotidiana. Estas empresas eran conservadores: se basaban en la transmisión de conocimientos para continuar las actividades en el tiempo sin mayores innovaciones.

            Pero a finales del siglo XVIII cuando una serie de factores confluyeron para que comenzara la Revolución Industrial, así llamada porque se trató de un proceso en el que surgió producción industrial tal como hoy lo conocemos, y con ella la idea de progreso infinito. En esta nueva etapa, la industria se basa en el avance técnico – científico para cambiar constantemente y decretar la obsolescencia de sus métodos en períodos cada vez más breves. Esto marca también la característica de la modernidad más como destrucción, cambio y renovación, lo que también implica un alto impacto ambiental.

            Los cambios que trajo la Revolución Industrial, sucedidos entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, abarcaron la agricultura, la manufactura y el transporte. Comenzaron en Inglaterra y se extendieron al resto de Europa y a los Estados Unidos para transformarse en la llamada industrialización.

            Así hemos llegado en el siglo XXI a una plena economía de “usar y tirar” significa que el flujo de residuos aumenta en paralelo a la extracción de materias primas. En 2010 se recogieron en todo el mundo once mil millones de toneladas de residuos sólidos, aunque la cantidad generada fue incluso mayor. La gestión de los residuos se traduce con frecuencia en el relleno de vertederos, la incineración y el transporte a otros países, de forma legal o ilegal. Estas prácticas suponen una gran factura ambiental y sanitaria para las comunidades vecinas.

            Según Michael Renner, investigador principal en el Worldwatch Institute, de Washington, las repercusiones de este proceso de deterioro ambiental afectarán a todo el planeta, especialmente a las personas más pobres. Ha sido la actuación de una minoría lo que nos ha conducido al borde del precipicio. Según datos del Banco Mundial, el nivel de consumo de las clases medias y altas se multiplicado por más de dos entre 1960 y 2004, comparado con un incremento del sesenta por cien para la población que ocupa los últimos puestos de la escala de renta per cápita. La mayor parte de los consumidores mundiales, unos mil millones de personas, vive en los países industrializados occidentales, aunque en los últimos veinte años ha surgido un número creciente de grandes consumidores en países como China, India, Brasil Sudáfrica e Indonesia. Otros entre mil y dos mil millones de personas aspiran a acceder a la sociedad de consumo y es posible que sean capaces de alcanzar algunas de las adquisiciones que le caracterizan. Pero el resto de la humanidad –incluyendo la base de la pirámide, los más desposeídos- tiene pocas esperanzas de lograr alguna vez vivir así. La economía global no está diseñada en su beneficio (RENNER:2012).  

            Ahora bien, los Estados tecnotrónicos del norte ejercen sobre los recursos terrestres una presión per cápita mucho mayor que los países en vías de desarrollo, sencillamente porque los primeros consumen muchísimo más. La altísima concentración de la riqueza señala que sólo un veinte pro ciento de la población tiene en sus manos el ochenta por ciento de la riqueza mundial.

            Los Estados Unidos, por ejemplo, probablemente la sociedad más desarrollada, industrializada y urbanizada del planeta, con menos del cinco por ciento de la población mundial, consumen el veinticinco por ciento de producción mundial anual de petróleo, crean y utilizan el treinta por ciento del Producto Bruto Mundial.

El estadounidense medio, tomado como representante de la sociedad más rica y desarrollada del planeta, consume unos 3.600 kilos de petróleo, 2.130 kilos de gas natural, 2.336 kilos de carbón y 0,04 kilos de uranio por año. Para proporcionar una idea aproximada de cuanta energía circula en la sociedad norteamericana cada día, el geólogo Walter Youngquist calcula la cantidad de “personas potencia” adicional que tiene a su disposición cada individuo. Supone, para comenzar que una “persona potencia” (PP) = 0,25 caballos potencia = 186 vatios = 635 Btu (British Termal Unit = 0,252 kilocalorías). Según Youngquist tomando como referencia el consumo energético de los Estados Unidos en el año 2000 en términos del equivalente en personas potencia que se requeriría para proporcionar la misma cantidad de trabajo, harían falta casi tres veces más personas de las que existen actualmente en el mundo (es decir, 21.600 millones de personas). La dieta energética diaria del norteamericano medio es el equivalente a tener cincuenta y ocho esclavos energéticos trabajando sin cesar las veinticuatro horas del día (RIFKIN:2004:69).

Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, un ciudadano estadounidense promedio requiere los recursos de diez hectáreas del planeta para sostener su estilo de vida (MACAN-MARKAR:2007). Dado que una hectárea es igual 0,01 km2 y 10 ha equivaldrán a 0,1 km2. En consecuencia, la población de los Estados Unidos que es de 298.444.215 habitantes, requerirá de 29.844.421 km2. Pero el territorio del país sólo alcanza a 9.631.418 kilómetros cuadrados. Lo que permite concluir que los Estados Unidos necesitan aproximadamente cuatro veces los recursos de su territorio para sostener el actual nivel consumo de su población (TELEVISA:2006:13).

En los Estados Unidos circulan más de doscientos cincuenta millones de automóviles. Incluyendo todos los vehículos motorizados terrestres son más de trescientos millones, más de uno por habitante y un promedio de más de tres por familia. Para sostener este parque automotor los estadounidenses consumen quinientos setenta millones de metros cúbicos de gasolina al año (GÓMEZ BARATA:2007).

Pero no sólo de energía es un gran consumidor el estadounidense medio, sus necesidades de agua también son muy elevadas. Mientras que un habitante del Tercer Mundo debe arreglarse con un promedio de veinte litros diarios y un italiano recibe doscientos trece litros por día, el norteamericano medio consume más de seiscientos litros al día (FERRARI:2007).

Pero, los estadounidenses no sólo son grandes consumidores de recursos, también son grandes productores de contaminación. Los Estados Unidos producen el treinta por ciento de todas las emisiones mundiales de dióxido de carbono. Cada ciudadano estadounidense emite alrededor de seis toneladas de gases efecto invernadero –el equivalente a 6.800 kilos de carbono-. El 82% de estas emisiones proceden de la quema de combustibles fósiles para generar electricidad y para mantener en funcionamiento los automóviles, los autobuses, los camiones  y los aviones. La mayor parte de las emisiones restantes consisten en metano generado en vertederos, así como por prácticas agrícolas modernas, gasoductos y productos químicos industriales (RIFKIN:2004:69). Cada habitante de una ciudad de los Estados Unidos puede producir hasta 875 kilogramos de basura doméstica por año.

4.    EXPLOTACIÓN DE RECURSOS NATURALES

Según cierto cálculo, un niño estadounidense medio representa un daño medioambiental que es dos veces el de un niño sueco, tres veces el de uno italiano, 13 veces el de uno brasileño, 35 veces el de uno indio y 280 veces de uno chadiano y haitiano, porque el nivel de consumo a lo largo de su vida será mucho mayor.

            Por lo tanto, desde el punto de vista de los medioambientalistas, la Tierra está sometida a un doble ataque por parte de los humanos debido, por un lado, a las demandas excesivas y los hábitos derrochadores de las opulentas poblaciones de los países desarrollados y, por otro, a los miles de millones de nuevas bocas nacidas en los países en vías de desarrollo que -muy naturalmente- aspiran a elevar su nivel actual de consumo. La energía barata, primero a partir del carbón y más tarde con la suma del petróleo y el gas natural, fue decisiva para la gran transformación de la vida humana desde el comienzo de la Revolución Industrial. En los últimos dos siglos, la población, la economía mundial y el consumo de energía crecieron alrededor de 7, 50 y 40 veces respectivamente.Ello ha llevado a cierto número de voces medioambientalistas -el Worldwatch Institute, Greenpace, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, etc.- a presentar el problema como una carrera contra el tiempo. En su opinión, si no estabilizamos cuanto antes la población total del mundo, contenemos el despilfarro de energía, alimentos y otras materias primas y controlamos el daño que ocasionamos al medio ambiente, dentro de poco habremos superpoblado y esquilmado tanto la Tierra que tendremos que pagar un elevado precio por nuestra desidia colectiva.

            Este punto de vista, que desafía la suposición de que el crecimiento es deseable y la producción económica es el parámetro más útil para calcular el éxito material de un país, ha provocado contraataques por parte de muchos economistas. En opinión de los optimistas, los recursos naturales no son una cantidad absoluta que esté siendo incesantemente reducida; al contrario, muchos recursos se crean por medio del trabajo y la inventiva humanos, y la tecnología posee una capacidad infinita para producir nuevos recursos. La escasez de un bien como el petróleo, conduce a la búsqueda - y al descubrimiento- de nuevas reservas, así como a la creación de formas alternativas de energía; la alarma por los niveles de producción mundial de alimentos conduce a importantes incrementos en la productividad agrícola debido a los progresos biotecnológicos, etcétera. Esperamos que del mismo modo que Malthus erró en sus predicciones, la humanidad encuentre en el corto plazo una alternativa eficaz a la trampa generada por el incremento excesivo de la población, el consumo depredatorio de los recursos naturales y la producción desaforada de contaminantes.

            Solo el tiempo dirá cuál de estas posiciones es más acertada, pero la población del mundo, que se estaba aproximando a los mil millones cuando Malthus escribió por primera vez el Ensayo, se dirige hoy hacia los 8.000 o 9.000 millones, o puede incluso que supere con creces los 10.000 millones. Si los optimistas están en lo cierto, el mundo sencillamente tendrá más personas prósperas, aun cuando esa prosperidad esté distribuida de forma desigual. Si se equivocan, la especie humana en su conjunto tendrá que sufrir por culpa de una descuidada búsqueda del crecimiento económico más de lo que perdería modificando sus hábitos actuales.

5.    CONTAMINACIÓN Y RESIDUOS

 

a.    CONTAMINACIÓN

 

            La Conferencia de Naciones Unidas de 1972, definió al medio ambiente como el “conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos y sociales capaces de causar efectos directos e indirectos en un plazo corto o largo sobre los seres vivos y las actividades humanas”. Esta definición incluye un componente muy importante del medio ambiente, los seres vivos y el hombre como actores relevantes. El hombre, por definición, se desenvuelve en un entorno natural social, cultural y económico al que también modifica y por el que también es modificado. Por lo tanto cualquier acción que realice tendrá un efecto en alguno de los ámbitos, sino en todos.

 

            Por el concepto de contaminación ambiental se refiere a todos aquellos elementos químicos, físicos o biológicos que son introducidos en forma significativa. Y cuando hablamos de contaminación en el ambiente no sólo estamos hablando del aire, el agua o el suelo. También consideramos aspectos que usualmente no tenemos en consideración como la contaminación visual o sonora.

 

            Hay diversos tipos de contaminación ambiental, y se los suele clasificar según el medio afectado o según el tipo de agente contaminante.

 

            Según el medio que resulta afectado, se la discrimina en:

 

-       Atmosférica: Se origina por la emisión y dispersión de sustancias en la atmósfera, producto –entre otras cosas- de la actividad industrial, del parque automotor, de la calefacción y la energía eléctrica, de la dispersión de sustancias volátiles.

-       Del Agua:Generada por los vertidos de desechos industriales y domiciliarios –aguas servidas- en mares, ríos y aguas subterráneas.

-       Del suelo:Producida por compuestos químicos como pesicidas, metales pesados, solventes, hidrocarburos. Puede generarse por la actividad agrícola, por acumulación de desechos o productos, por filtraciones en tanques subterráneos y rellenos sanitarios, entre otros motivos.

 

            Según el factor contaminante, puede ser:

 

-       Química:Producida por sustancias químicas liberadas al medio.

-       Biológica:Producida por organismos vivos que aparecen o son introducidos en un hábitat diferente al de origen.

-       Térmica:Derivada, principalmente, del vertido en el ambiente de sustancias a una temperatura diferente de la usual en el ecosistema.

-       Radioactiva:  Generada accidental o deliberadamente por escapes de materiales radioactivos provenientes de reactores nucleares, centrales energéticas, materiales de uso médico, armamentos, entre otros contaminantes.

-       Acústica:Originada por los ruidos excesivos derivados de la actividad del ser humano. Produce alteraciones del sueño, malestar, falta de concentración y una serie de daños progresivos en el aparto auditivo que pueden provocar, en situaciones extremas, sordera.

-       Visual:Nacida por el efecto provocado por el exceso de antenas, postes, cables, carteles publicitarios o por construcciones de instalaciones que dañan la estética del paisaje y del ambiente en general sobreexcitando la vista. Sus efectos, además de la posibilidad de causar accidentes de tránsito, son confusiones sensoriales, ansiedad, trastornos de la atención, cefaleas, estrés y agresividad.

 

La actividad humana como fuente de la contaminación:

 

            Como los seres vivos, la atmósfera está en constante transformación desde que se originó y fue regularmente afectada por un sinnúmero de eventos naturales que produjeron cambios en ella: incendios, erupciones volcánicas y tormentas de polvo, entre otros. Pero en los últimos dos siglos, la actividad humana ha tomado tal magnitud, que ha comenzado a producir cambios sensibles sobre su composición, alterando este delicado equilibrio.

 

            La actividad humana se traduce en emisión de contaminantes a la atmósfera. Estos contaminantes tienen diferentes efectos directos sobre la vida, pero también indirectos, al cambiar el funcionamiento de los ciclos climáticos. Para citar algunos de ejemplos, encontramos que en las últimas décadas se ha incrementado la concentración de dióxido de carbono y metano, que provocan el llamado “efecto invernadero”, también la concentración en la atmósfera de los compuestos clorofluorocarbonados, que producen la reducción de la capa de ozono, así como los óxidos de nitrógeno y azufre, causantes de la “lluvia ácida”.

 

            La distribución de la contaminación en la atmósfera no es homogénea, como no lo son sus efectos. Cuanto más alejada de las actividades urbanas e industriales menos polución hay, y los mecanismos de la naturaleza –lluvias, vientos- pueden minimizar los riesgos. Por el contrario, en las ciudades y áreas industriales se concentra la producción de contaminantes que son liberados a la atmósfera, y en muchos casos alcanzan niveles muy altos que pueden afectar en forma directa a la salud. Las cifras son por demás elocuente: la Organización Mundial de la Salud informó en 2008 que más de dos millones de personas por año mueren a causa de enfermedades relacionadas con contaminantes del aire.

 

            Los responsables de esas muertes son un grupo de sustancias nocivas clasificadas como contaminantes primarios y secundarios. Los primarios son los que se liberan en la atmósfera en determinada cantidad por sí solos, son tóxicos: monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, dióxido de azufre y particular como el hollín y los hidrocarburos volátiles. Los secundarios son los que se forman a partir de los primarios, y que también pueden generar efectos directos o indirectos sobre la salud. Un tercer grupo, los llamados contaminantes peligrosos del aire, son generados en procesos productivos y afectan más específicamente a quienes trabajan o manipulan esas sustancias: desechos de las industrias químicas o petroquímicas, metales de las fundiciones y solventes para la limpieza en seco. También pertenecen a este grupo los pesticidas, el benceno, algunos limpiadores y pegamentos.

 

            Los efectos directos sobre la salud aparecen por el ingreso o contacto directo de la piel con estos contaminantes. La inhalación directa de monóxido de carbono –producto de los gases emanados de los motores a combustión, estufas, etc.- pueden ser sumamente riesgosa para la salud de los seres vivos.

 

            Otras sustancias, como los metales pesados –el plomo, por ejemplo-, ingresan al cuerpo y se acumulan en determinados tejidos. Esta acumulación progresiva termina provocando graves enfermedades a quienes están expuestos a ella.

 

            Los efectos indirectos de los contaminantes liberados a la atmósfera son aquellos que provocan modificaciones ambientales que tienen, a su vez, consecuencias sobre el medio ambiente y la salud. La concentración de gases de efecto invernadero, por ejemplo, causantes del calentamiento global, o los gases clorofluorocarbonados, utilizados durante décadas en refrigeradores y aerosoles, que interactúan con gases de la atmósfera y generan un adelgazamiento en la capa de ozono que filtra las radiaciones ultravioletas.

Efectos de la contaminación sobre la vida humana.

 

            En un podríamos considerar como “ciclo viciosos” el hombre contamina al planeta y ese planeta contaminado afecta a la salud del hombre. Las sustancias contaminantes son tantas y tan variadas como los efectos que producen. Por lo general, los problemas resultan de una combinación de factores que se potencian. La contaminación -en especial la atmosférica- provoca en las personas daños oculares, de nariz y garganta, pero sobre todo pulmonares. Entre los efectos de tipo crónico se cuentan el asma, la bronquilitis y la fibrosis pulmonar. También pueden producirse distintos tipos de cáncer, según el contaminante y los órganos que resulten afectados. Otras secuelas son las enfermedades cardíacas y ciertas deficiencias inmunológicas.

 

            En personas que padecen alguna enfermedad coronaria o respiratoria, un episodio agudo puede causar la muerte. Por eso, cuando el nivel de contaminación es alto, se recomienda no hacer esfuerzos. Cuando más se acelere la respiración, más contaminantes irán hacia los pulmones. Más aún: se aconseja no salir al aire libre y, si es inevitable, hacerlo en las primeras horas de la mañana o una vez que haya caído el sol.


            Los metales pesados pueden producir cáncer, deficiencia renal, retrasos en el desarrollo o enfermedades autoinmunes. El mercurio que suele pasar de los peces a las especies que los consumen- produce daños renales y cerebrales. La ingesta de peces contaminados con arsénico genera daños que van desde irritaciones gastrointestinales hasta daño cerebral, infertilidad o cáncer. La contaminación acústica y la visual –tal como hemos mencionados anteriormente- afectan al sistema nervioso. Pero, también pueden causar taquicardia, fatiga, aumento del colesterol, de los triglicéridos y de los niveles de glucemia, con el consiguiente aumento del riesgo cardíacovascular.
 

b.    RESIDUOS URBANOS

          Tal como hemos señalado anteriormente, la elevada fertilidad humana, la concentración en grandes áreas urbanas y el mayor consumo de la población producen, a su vez, una gran cantidad de residuos, muchos de ellos contaminantes, cuya gestión adecuada constituye un problema acuciante en los grandes centros urbanos. En una ciudad de un país industrializado, tal como hemos visto en el caso de los Estados Unidos, un habitante puede producir 875 kg. de basura doméstica en un año. Veamos la tabla 4 de producción de residuos urbanos:

TABLA 4

PRODUCCIÓN DE RESIDUOS URBANOS
(en millones de toneladas)
PAÍS
PRODUCCIÓN ANUAL
Estados Unidos
200
Japón
40
Francia
30
Reino Unidos
30
Italia
14 
Argentina
12,3
Canadá
12
Australia
10
España
8
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
2

 

            Los residuos urbanos tienen un componente seco (papeles, cartón, latas, plásticos) y un componente húmedo (materia orgánica). Una importante fracción de los secos puede ser reutilizada o reciclada. Los orgánicos pueden ser tratados mediante un sistema de compostaje. Las dificultades estructurales con las que se enfrenta la gestión de los residuos urbanos en una gran metrópolis son poco comprendidas. La generación de los residuos urbanos ha ido evolucionando conforme a los cambios tecnológicos, los patrones de consumo, las pautas culturales y las fluctuaciones en los niveles de ingreso de la población. Como regla general, cuanto más próspera es una comunidad, mayor será el volumen de residuos generados.

            La gestión de residuos urbanos entendida como un ciclo, comienza por los patrones de generación y recolección, continúa con las etapas intermedias de transporte, tratamiento y logística y culmina con la disposición final. Los métodos más generalizados de disposición final son el relleno sanitario y la incineración. A pesar de los notables avances en las tecnologías de ingeniería sanitaria y ambiental, tanto el tratamiento de los residuos urbanos como la disposición o eliminación final presentan una multiplicidad de problemas.

            No hay sistema, práctica o tecnología de eliminación de residuos que pueda considerarse totalmente seguro.


            El relleno sanitario es un técnica de disposición final de residuos sólidos mediante el cual se los confina a un área donde se distribuye la basura en capas, se la compacta y se la cubre con tierra.

 

            Los rellenos sanitarios contaminan el agua subterránea y el aire; atraen animales e insectos vectores de enfermedades y generan olores nauseabundos en su entorno inmediato, provocan la desvalorización de las propiedades cercanas, tienen un impacto visual negativo y modifican los atributos paisajísticos. Los contaminantes persisten en el subsuelo durante décadas y hasta siglos. Las personas que residen en su entorno y sufren en forma directa los efectos de ellos generalmente no encuentran compensación por el menoscabo de su calidad de vida y propiedad.

 

            La incineración por su parte, no impide la fuga de algunos contaminantes a la  atmósfera, algunos de ellos, elementos cancerígenos probados. El material transportado por el aire significa un riesgo para la salud de las poblaciones vecinas. Por otra parte, las cenizas que quedan como residuo de la incineración suelen requerir una disposición final en un relleno sanitario o de seguridad.

 

            También en las grandes ciudades se generan desechos tóxicos de gran peligrosidad en especial de origen industrial. Particularmente dañinas son las sustancias radiactivas producidas por las centrales nucleares que generan electricidad. Por lo general, este tipo de residuos no se eliminan, se almacenan dentro de contenedores en lugares protegidos, incluso se arrojan en fosas marinas. Pero este método no permite controlar los contenedores y muchos menos, si acaso fuera necesario, recuperar lo depositado en ellos. El problema se agrava por el gran peso específico de estos materiales, por el hecho de que producen altos niveles de calor en forma continúa y porque su degradación demanda miles de años. Este tipo de contenedores termina produciendo un efecto de “plancha caliente” que muy lenta pero continuamente orada la corteza terrestre y se entierra en dirección al magma. Otros métodos más aparentemente, más adecuados, como el almacenamiento en silos de hormigón o en formaciones geológicas profundas, no resultan fiables a largo plazo por las mismas circunstancias.

7. POBREZA, MARGINALIDAD Y DELITO

            Que el crecimiento demográfico fomenta la expansión económica. Es cierto en algunos casos, pero en otros no. La principal debilidad no reside en el argumento en sí, sino en el contexto en el que tal crecimiento se produce. Actualmente, en muchos países menos desarrollados, las tasas de crecimiento de la población exceden ampliamente los niveles moderados que conducen a la expansión económica. Unas tasas totales de fecundidad de 2,5 son una cosa; el 7 de Nigeria, el 7,8 de Siria o el 8,3 de Ruanda, otra muy diferente.

            Puesto que el 95% del aumento demográfico previsto entre el 2012 y el año 2025 tendrá lugar en los países en vías de desarrollo, podría parecer que el principal problema está ahí. Según este razonamiento, si los habitantes de África, Centroamérica y las demás partes pudieran moderar sus hábitos de reproducción rápida no sólo necesitarían menor cantidad de alimentos de la Tierra, sino que causarían menos daños a los bosques tropicales, las reservas de agua y al ecosistema en general. Es más, debido a que estas actividades contribuyen al calentamiento global, la explosión demográfica en el hemisferio sur amenaza a los países más desarrollados del norte.

            Es cierto que el incremento ha mermado en las últimas décadas porque en muchos países la tasa de fecundidad está disminuyendo. Los demógrafos esperan, incluso entre las poblaciones del mundo en vías de desarrollo con un índice de crecimiento acelerado, el número de integrantes de la familia media descienda en el futuro a medida que la urbanización y otros factores vayan provocando una transición demográfica y los números empiecen a estabilizarse. Pero para eso faltan décadas -aun cuando las previsiones sean correctas- y puesto que la creciente población del planeta continúa engendrando más personas de las que mueren, el efecto se parece al de una gigante nave que empieza a frenar en alta mar. Incluso desacelerando, hay un trecho considerable hasta que el barco se detiene. Antes de que alcancemos lo que se ha dado en llamar niveles de "fecundidad global de sustitución", algo que las Naciones Unidas creen que puede ocurrir hacia el año 2045, la nave  terrestre tendrá unos 15.000 millones de tripulantes (KENNEDY:1993:37).

            ¿Cuál será esta distancia? Puesto que las tasas regionales de natalidad y mortalidad varían a lo largo del tiempo, los demógrafos utilizan fórmulas complejas para calcular estas tendencias y, además, ofrecen diversas variantes posibles. Según una estimación media, hacia 2025 la Tierra contendrá una población de 10.000 millones de personas. Incluso con una variante baja de 9.000 millones, nuestra población se habrá incrementado en un veinticinco por ciento. Si la variante alta es correcta la población será superior en casi un tercio a la actual, es decir, unos 9.400 millones. Un cálculo del Banco Mundial indica que la población total de la Tierra puede estabilizarse entre los 10.000 y 11.000 millones de personas en la segunda mitad del siglo XXI, aunque para otros el total es más alto: 15.500 millones.

            Otra forma de considerar estas cifras es examinando el incremento anual de la población. En el período 1950 - 1955 el aumento anual fue de 47.000.000 de personas -casi como la actual población de España y Portugal-. En el período 1985 - 1990, la población de la Tierra se vio incrementada en unos ochenta y ocho millones de personas al año -cifra equivalente a la población actual de México-.

            Tales incrementos están teniendo lugar de forma abrumadora en los países en vías de desarrollo. De hecho, en ellos tendrá lugar alrededor del 95% del total del crecimiento demográfico global que se produzca entre hoy y el año 2025. En la estimación de una tasa media de crecimiento demográfico anual del 1,7% en 1990 -1995 se ocultan algunas sorprendentes diferencias, desde el pequeño aumento de Europea -0,22% anual- a la tasa mucho más veloz de África -3% anual-. Quizás el modo más espectacular de mostrar esta diferencia sea hacer notar que en 1950 la población de África era la mitad de la de Europa, que en 1985 ambas se habían igualado -unos 480 millones cada una- y que en 2025 se espera que la africana triplique la europea -1.580 millones y 512 millones- (KENNEDY:1993:38). En el período 1995 – 2000, la población del mundo creció a un ritmo de 230.000 personas por día, lo que significó casi siete millones al mes, 84 millones al año (SARTORI Y MAZZOLEVI: 2003:19).

            ¿Por qué crecen tan de prisa las poblaciones de ciertos países?. La respuesta es, sencillamente, porque son ante todo sociedades agrarias con la primera generación que disfruta de un importante descenso de las tasas de mortalidad. Históricamente, en las sociedades agrarias las tasas de fecundidad suelen ser muy elevadas, pero también lo son las de mortalidad, en especial entre los jóvenes. Normalmente, de mil niños recién nacidos, entre doscientos y cuatrocientos mueren durante el primer año y muchos de los restantes morirán antes de llegar a los siete años. Según UNICEF cada día mueren en el mundo 30.000 niños de enfermedades curables (SARTORI Y MAZZOLEVI: 2003:19). Hay, por lo tanto, una razón para que las parejas se casen jóvenes y tengan muchos hijos: sobre la base de una presuposición doble, a saber: que cada niño aumentará la fuerza de trabajo familiar pero que muchos de ellos perecerán en los primeros años.

            Así, es fácil imaginar lo que sucede con la población de una sociedad agraria cuando las tasas de mortalidad se reducen a un ritmo más rápido, como ocurre en grandes partes del mundo en vías de desarrollo: el número total de seres supervivientes se eleva vertiginosamente en el plazo de pocas décadas. En Túnez, por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil -por mil nacidos vivos- antes del primer año cayó de 138 a 59 entre los períodos 1965 - 1970 y 1985 - 1990, y la tasa de mortalidad antes de los cinco años, de 210 a 99 en el mismo período. No constituye ninguna sorpresa que su población total se haya duplicado en el período comprendido entre los años 1960 y 1990. Lo que también cambio es el equilibrio entre viejos y jóvenes. En Kenia, el 52% de la población tiene menos de 15 años, y sólo el 2,8% es mayor de 65.

            La ironía es que esta explosión demográfica es principalmente el resultado de prácticas sanitarias  de la era industrial, en especial la inmunización y los antibióticos, así como el uso de DDT para reducir la malaria. Al tiempo que a partir de 1960 las tasas de mortalidad caían vertiginosamente, aumentaba con rapidez el número de niños que sobrevivían a la lactancia y la primera infancia; además, hombres y mujeres empezaron a disfrutar de una mayor esperanza media de vida debido a las mejoras en la producción alimentaria.

            El deseo, perfectamente natural, que se albergaba ayer de acabar con la mortalidad infantil en el mundo en vías de desarrollo ha dado lugar a las inesperadas consecuencias de hoy. Por ejemplo, en el continente más pobre y de crecimiento más veloz, África, cuya población en la actualidad supera los mil  millones de personas, sigue experimentando un incremento sin precedentes. En un siglo, se ha multiplicado por diez y representa el quince por ciento del total mundial. Mientras que en 1950 constituía tan solo el siete por ciento (AKAL:2011:200).

            Los expertos consideran que África continuará incrementando su población  hasta llegar a los 1.580 millones en el año 2025. Se espera que por esa fecha algunos Estados africanos posean poblaciones muy aumentadas en especial en el África Tropical donde las tasas de fecundidad alcanzan a 5,5 hijos por mujer. En esta forma Nigeria podría pasar de 130 a 301 millones, Kenia de 35 a 77 millones, Tanzania de 38 a 84 millones, la República Democrática de Congo de 52,5 a 99 millones; no sólo sin los correspondientes incrementos en los recursos, sino en realidad con recursos menguantes.

            En todos los Estados en vías de desarrollo del mundo, los incrementos probables son casi igual de grandes. El total de China puede pasar de los actuales 1.300 a 1.500 millones en el año 2025; mientras que la población de la India con un crecimiento más acelerado, es probable que se expanda de los actuales 1.100 millones a unos 1.450 millones. Es posible que en el año 2025 la India llegue a poseer, por primera vez en la Historia registrada, la mayor población del mundo. Además de estos gigantes poblacionales, hacia la tercera década de este siglo habrá otros países con niveles demográficos sin precedentes: Paquistán con 267 millones, Indonesia con 263 millones, Brasil con 245 millones, México con 150 millones, Irán con 122 millones.

            Detrás de estas estadísticas brutas está la realidad: seres humanos, cada uno con un requerimiento diario de entre dos y tres mil calorías y dos litros de agua, aunque reciben mucho menos excepto en los países razonablemente ricos. Los ciudadanos de las sociedades opulentas vislumbran la pobreza en la que millones de personas se ven obligadas a vivir en los reportajes televisivos sobre la hambruna. Por ejemplo, en la Somalia de 1992, en la Rwanda de 1994, o las fotografías y documentales del National Geographic Magazine sobre los barrios marginales de Latinoamérica -donde vive hacinada el 31,9% de la población de la región- se observa el paisaje destrozado, la miseria, los cuerpos desnutridos, los signos de la enfermedad y la muerte y, sobre todo, los miles y miles de niños. Si estas visiones son escalofriantes ahora. ¿Qué ocurrirá cuando esas regiones alberguen al triple de seres humanos?

            De las manifestaciones gemelas de la pobreza masiva tanto en el campo como en las ciudades, esta última es cada vez más preocupante debido a la tendencia de los jóvenes y los que disponen de movilidad a abandonar la sociedad agrícola. En 1985, alrededor del 32% de la población del mundo en vías de desarrollo vivía en áreas urbanas. Este porcentaje se elevó hasta alcanzar el 50% en el año 2000. Posiblemente, llegue al 57% en el 2025. Si en 2012 hay 2.000 millones de personas viviendo en las áreas urbanas de los países en vías de desarrollo, en el 2025 se hacinarán 4.100 millones. Para entonces Latinoamérica será la región más urbanizada del mundo, con casi el 85% de la población viviendo en ciudades; en África, la cifra será de un 58% y en Asia de un 53%. Actualmente, veinte megaciudades albergan a once o más millones de personas, de las cuales 17 estarán en el mundo en vías de desarrollo. Encabezando la lista se encuentra Ciudad de México, con 20,4 millones, seguida de Sao Paulo con 18,8 millones, Calcuta con 15,1 millones, Munbai –Bombay- con 19,2 millones y Shangai con 16,6 millones. En el 2025 esas veinte megaciudades albergaran casi al 10% de la población mundial.

            Las megaciudades asiáticas, sudamericanas y centroamericanas de veinte millones de habitantes, entre las que se encontraran Munbai, Delhi, Ciudad de México, Sao Paulo, Dhaka, Yakarta y Lagos, se habrán convertido cada vez más en centros de pobreza y colapso social. La masiva concentración de personas que ya existe en ellas hacen inconcebible que sus pobladores gocen de los mínimos condiciones de vida. Veamos al respecto la tabla 5:

TABLA 5

CIUDAD
Habitantes por kilómetro cuadrado
Beijin
34.177
Tokio
13.925
Dhaka
11.019
Londres
7.299
Ciudad de México
6.391
Los Ángeles
2.878

Según el suizo Jean Ziegler, relator de la ONU para el Derecho a la Alimentación: “Muchas de las aglomeraciones inmensas del Tercer Mundo son hoy en día verdaderos estercoleros” (ZIEGLER:2002:59). En el barrio Mbare de Harare, en Zimbawe, según la ONU, 1.300 personas se ven obligadas a compartir una letrina comunitaria con seis pozos sobre los cuales acuclillarse. Mientras que la población de Sao Paulo genera 14.000 toneladas de basura por día y en esa ciudad se producen 100.000 muertes por violencia cada año (VIVANCO:2007).

 

            Consideremos, por ejemplo, las cargas que caerán sobre los ya degradados sistemas de vivienda, sanidad, transporte, distribución de alimentos y comunicaciones de tales ciudades si las poblaciones duplican o triplican su número. En muchos de los países una cantidad desproporcionada de la limitada riqueza de la nación está en manos de las elites gobernantes, que tendrán dificultades para librarse del descontento de las masas urbanas residentes en las nuevas megaciudades. No está nada claro cómo se alimentarán estas hacinadas poblaciones, en especial en épocas de hambruna, ni qué sucederá con la siempre sensible relación ciudad y campo. Aún cuando haya comida disponible. ¿Será posible proporcionar a estos miles de millones de jóvenes una sanidad y una educación aceptables? Y, después, se generarán trabajos nuevos al ritmo necesario para impedir el desempleo masivo y el malestar social. En el 2009, la fuerza de trabajo de los países en vías de desarrollo es de unos 1.960 millones de personas, pero se elevará a más de 3.100 millones en el año 2025 -lo que implicará que serán necesarios entre 38 y 40 millones de nuevos puestos de trabajo al año.

            ¿Cuáles son las consecuencias para los Estados de esta explosión demográfica?  La primera es que ningún organismo pude duplicar de tamaño o de volumen, en un breve plazo de  tiempo, sin conocer serios traumatismos, en el caso de que sea cierto que a partir de un cierto estadio los cambios cuantitativos provocan inevitablemente mutaciones cualitativas. Es verdad que los problemas planteados por este brusco crecimiento no son obligatoriamente insolubles, incluso en el campo alimentario; pero las soluciones requeridas exigirían bruscas y voluminosas transferencias de recursos, de mano de obra, de tecnología y de capitales, que no podrían realizarse sin afectar al nivel de vida de los países favorecidos y sin importar coacciones difícilmente soportables para las poblaciones de los países subdesarrollados. Por lo demás, no existe ninguna autoridad calificada para imponer estas transferencias.

            La segunda consecuencia es que el crecimiento económico, indispensable para garantizar el desarrollo de los países pobres, está frecuentemente comprometido por la presión demográfica; allí donde el índice de crecimiento de la población es superior al índice de crecimiento del producto nacional bruto, se inicia un proceso de pauperización, a pesar de todos los esfuerzos emprendidos para desarrollar la producción industrial y agrícola.

            La tercera consecuencia reside en el incremento de las tensiones entre lo que se puede llamar, simplificando mucho la geografía, el Norte y el Sur. La prosperidad del primero constituye, para los dirigentes del segundo, una piedra de escándalo y un desafío que legitima todas las reivindicaciones. En el interior de las fronteras estatales, existen frecuentemente disparidades muy sensibles de rentas según las regiones; pero estas desigualdades pueden ser corregidas por medidas de solidaridad o de redistribución decididas por el poder central. En las relaciones internacionales, toda política de redistribución de ingresos choca con la reticencia de los gobiernos afectados y también de las poblaciones interesadas en el mantenimiento de sus privilegios (MERLE:1991:174).

            Con el tiempo, la urbanización conducirá al declive de la tasa de incremento demográfico. Pero el verdadero desafío se presentará en los próximos cincuenta años, cuando la urbanización del mundo en vías de desarrollo exacerbe todos los problemas asociados a la alta densidad de población, produciendo condiciones miserables de vida para una vasta mayoría de seres humanos que hoy acaban de nacer o están a punto de hacerlo.

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