domingo, 4 de noviembre de 2012

OPERACIONES ESPECIALES DE INTELIGENCIA


OPERACIONES  ESPECIALES DE INTELIGENCIA

Por el Dr. Adalberto C. Agozino

 

 

“Se trata ahora de ver como un príncipe debe conducirse con sus súbditos

Y con sus amigos. Habiendo sido esta cuestión tratada ya por otros,

temo que se me suponga presuntuoso si me atrevo a considerarla

de una manera diferente de cómo lo hicieron ellos.

Pero como mi objeto es escribir para los que pueden comprender,

Voy a hablar de acuerdo con lo que es

y no según lo que el vulgo imagina.”

 

Nicolás Maquiavelo

El Príncipe

Capítulo XV

 

 

 

Clandestinas e ilegales, las Operaciones Especiales de Inteligencia son  procedimientos operativos a los cuales suelen apelar los gobiernos, aún en tiempo de paz cuando enfrentan amenazas extraordinarias que no pueden desarticular por otros medios. Veamos algunos ejemplos históricos de su empleo.

 

 

La Inteligencia Humana

 

            Las actividades de inteligencia en que el hombre actúa empleando sus destrezas naturales, su entrenamiento, formación y experiencia profesional para obtener y analizar informaciones o realizar operaciones especiales son denominadas, por lo general, como “Humint”, en razón de su abreviatura en inglés.

 

            La inteligencia humana es la modalidad de reunión de información más antigua. Los testimonios de actividades clandestinas de inteligencia - en especial a través  del espionaje-, se encuentran en escritos tan antiguos como la Biblia y el “Arte de la Guerra”, escrito por el pensador chino Sun Tzu, en el siglo IV antes de Cristo. Desde ese entonces, se ha atribuido a los espías un papel importante en la historia.

 

            Las operaciones especiales de inteligencia pueden involucrar acciones de diverso tipo. Hablamos de espionaje en referencia a acciones destinadas a obtener información clasificada de otro Estado u organización. El sabotaje, en cambio, comprende acciones destinadas a destruir instalaciones o impedir el normal desarrollo de determinadas actividades. La palabra sabotaje proviene del término francés “sabot”. En el siglo XIX los obreros franceses solían utilizar un calzado con suela de madera que precisamente recibía el nombre de “sabot”. Durante los conflictos gremiales los obreros descontentos arrojaban su calzado entre los engranajes de las máquinas a los efectos de dañarlas e impedir el normal desarrollo de la producción.

 

            Otras operaciones especiales pueden estar destinadas a instalar ciertos dispositivos de escucha u observación, rescate de rehenes, captura de criminales o incluso las “ejecuciones extrajudiciales” –la supresión física de opositores políticos e individuos hostiles a ciertos regímenes-.

 

            Las operaciones especiales de inteligencia pueden ser ejecutadas por un agente actuando en solitario, una red de agentes actuando en forma coordinada o por elementos pertenecientes a las fuerzas armadas. En estos casos puede tratarse de un avión, un submarino o un comando de fuerzas especiales, que implementan una acción militar –captura o destrucción de un blanco- como parte de una operación de inteligencia.

 

Aunque las operaciones especiales de inteligencia son clandestinas e ilegales todos los estados suelen practicarlas en algún momento. Operaciones de esta naturaleza tienen mayor justificación en tiempo de guerra o entre dos estados que pasan por un período de fuerte rivalidad política del tipo de la “guerra fría” que enfrentó a soviéticos y estadounidenses durante más de cuatro décadas.

 

            Pero, la verdad es que los estados suelen realizar este tipo de operaciones en todo momento y no sólo contra sus rivales sino también contra sus aliados o países amigos.

 

            Las operaciones especiales, ya sea que fracasen o alcancen el propósito para el cual fueron concebidas, suelen exponer la participación de los gobiernos en la comisión de actos clandestinos e ilegales. En esos caso, aunque sea evidente para cualquier observador responsable que el personal de inteligencia actuó siguiendo expresas directivas de las autoridades nacionales, los gobiernos suelen negar descaradamente su intervención en tales hechos. En tales casos los gobiernos suelen descargar la responsabilidad sobre funcionarios de menor jerarquía.

 

            En estas circunstancias los funcionarios de inteligencia son acusados de obrar por cuenta propia o haberse excedido en sus atribuciones. Son entonces despedidos y aún encarcelados. Tiempo después, los más afortunados, suelen ser discretamente restablecidos en sus funciones y sus acciones reivindicadas.

 

            Esta hipocresía que en ocasiones impera en la política internacional permite a los estados, que no desean escalar un conflicto, restablecer sus relaciones diplomáticas normales después de un período de fuertes tensiones originadas en intromisiones de inteligencia.

  

            Lógicamente estamos hablando de actividades ilícitas penadas en la mayoría de los códigos penales, contrarias al derecho internacional y violatorias de los derechos humanos. Nuestra intención es analizar la forma en que las mismas se implementan sin abrir mayores juicios de valor sobre si las mismas deben o no realizarse. Por que, tal como diría Maquiavelo, lo cierto es que este tipo de operaciones han sido frecuentes en el pasado y nada parece indicar que en futuro no se hayan de emplear. Veamos algunos ejemplos de nuestras afirmaciones.

 

            A priori debemos aclarar que para la elaboración del presente artículo hemos empleado fuentes públicas. En muchos casos memorias de los actores participantes en esos hechos. En otros casos, empleamos información de prensa o reconstrucciones realizadas por los autores de libros de investigación sobre temas de inteligencia.

 

            Estas fuentes, en general, no son todo lo confiables que uno desearía. En muchos casos las reconstrucciones de operaciones especiales de inteligencia, o la información disponible sobre las mismas, son incompletas, ocultan datos esenciales o tienen distorsiones específicamente introducidas por los autores, o por quienes les suministran información, para proteger a los involucrados –gobiernos o personas- o encubrir ciertos procedimientos operativos que pueden ser de utilidad en otra ocasión.

 

            En el caso de las memorias esta distorsión suele ser incluso mayor. La persona que efectúa el relato suele atribuirse un rol central  que en muchas ocasiones no ha tenido. En otras modifica los hechos para ajustar cuentas con algún personaje al que guarda rencor o simplemente miente.

 

            Todas estas imperfecciones que afectan a las fuentes documentales en general, en el campo de inteligencia, donde nada es lo que parece son mucho más agudos. En consecuencia, demandan del analista la mayor prudencia y visión crítica. Formulada esta necesaria aclaración procederemos con cautela a analizar algunas de las operaciones especiales de inteligencia que más enseñanzas aportan.

 

Detenciones Extraordinarias:

 

El secuestro de Adolf Eichmann, llevado a cabo por parte de un equipo de agentes del MOSSAD –ha Mossad le-Modiin ule-Tafkidim Meyuhadim-, en la Argentina en 1960; constituye el ejemplo típico de una operación de inteligencia llevada a cabo por agentes de campo. Este ejemplo ilustra de cómo un servicio de inteligencia puede operar ilegalmente  en un país extranjero con el cual se mantienen cordiales relaciones diplomáticas cuando así lo demandas sus intereses nacionales.

 

También en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado transnacional suele apelarse cada vez con mayor frecuencia a este tipo de operaciones ilegales.

 

Las causas por la cual algunos gobiernos apelan al rapto de criminales peligrosos son muy diversas. En algunos casos se debe a que los procesos de extradición suelen ser muy prolongados y complejos. Estos procesos en muchos casos culminan permitiendo a los criminales escapar a la justicia a través de los intersticios que dejan las leyes.

 

En otros casos, es necesario apelar al secuestro debido a que un Estado ofrece protección a determinado tipo de delincuentes –en especial a terroristas a quines no considera como tales o a narcotraficantes porque poseen la ciudadanía del país- y no sólo se niega a otorgar la extradición de los mismos sino que facilita su huída.

 

Ante tales circunstancias el rapto de un criminal buscado para someterlo a un proceso judicial sigue siendo todavía una actividad clandestina e ilegal pero “repugna menos a la razón” tal como diría Montesquieu. Veamos algunos ejemplos.

 

El primer caso que puede citarse, como ejemplo de un secuestro realizado por un servicio de inteligencia fue la captura del terrorista de las FARC, Rodrigo Granda en una cafetería de Caracas.

 

Miembros de la inteligencia militar colombiana, cumpliendo órdenes del presidente Álvaro Uribe, hicieron aparecer a Granda como detenido en la ciudad colombiana de Cúcuta, fronteriza con Venezuela. Colombia, sin invocar ningún acuerdo binacional o multinacional en la materia, sin iniciar ni agotar las vías judiciales o policiales –por ejemplo una solicitud de detención de INTERPOL, por ejemplo-, sin ninguna comunicación diplomática previa llevó a cabo la detención ilegal del terrorista.

 

En forma extraoficial el gobierno colombiano hizo saber que habría pagado una millonaria recompensa a militares venezolanos quienes habrían entregado a Rodrigo Granda a las autoridades venezolanas en su propio territorio. Esta versión es cuando menos parcialmente errónea. Si bien no debe descartarse la participación de militares venezolanos en el hecho en la detención intervino personal de inteligencia colombiano y la misma fue llevada a cabo en territorio venezolano.

 

El incidente deterioró seriamente las relaciones entre ambos países, pero el gobierno de Colombia se negó a pedir disculpas o ha restituir al detenido.

 

Lamentablemente, este no fue un caso aislado. Después de los atentados al World Trade Center y al Pentágono, el 11 de septiembre de 2001, el gobierno norteamericano ha recurrido con frecuencia a los que denomina “detenciones extraordinarias” para juzgar o detener e interrogar a personas sospechosas de vinculaciones con los grupos terroristas yihadistas. Según el prestigioso diario italiano “La República” unas sesenta personas en diversos países habrían sufrido esa suerte.

 

Precisamente en Italia agentes de la CIA secuestraron, el 17 de febrero de 2003 a Asan Mustafa Osama Nasr, un líder musulmán egipcio también conocido como “Abu Oman”.

 

Abu Oman, imán de la mezquita de Milán se dirigía ese día a su templo cuando fue abordado por dos personas vestidas con uniformes policiales que lo introdujeron en una furgoneta blanca, en la cual lo trasladaron a la base de Aviana. De ahí fue trasladado a la base militar de Ramsten, en Alemania, y luego a la prisión egipcia de Al Tora donde fue interrogado y mantenido preso.

 

La operación fue llevada a cabo por un comando del cual habrían sido identificados al menos trece de sus miembros. Se trataría de diez hombres y tres mujeres, todos ellos de una edad entre los 32 y 65 años. El líder del mismo era Robert Seldon Lady, de 51 años, un antiguo “cónsul” norteamericano en Milán.

 

Por la forma poco discreta con que actuaron los agentes de la CIA –se alojaron en 23 importantes hoteles de Roma, ciudad donde permanecieron por un período de tres meses y emplearon teléfonos celulares sin encriptamiento para comunicarse- puede inferirse que el gobierno italiano y sus organismos de seguridad e inteligencia estaban al tanto de la operación.

 

Lógicamente al tomar esta público el rapto, el gobierno italiano negó haber autorizado la intervención de la CIA. El caso fue remitido a la justicia italiana y el gobierno de Silvio Berlusconi presentó, en junio de 2005, ante la Unidad Europea de Cooperación Judicial una orden de captura contra los agentes norteamericanos que rige en todo el ámbito de la Unión Europea.

 

Por su parte, el gobierno norteamericano ha negado, por el momento, toda participación en el hecho limitándose a informar que Abu Oman viajó a Bosnia en el 2003 para eludir las investigaciones policiales.[i]

 

También es su momento, el gobierno español, liderado por el socialista Felipe González, se vio involucrado en un serio escándalo de espionaje por haber autorizado operaciones ilegales contra miembros de los grupos terroristas ETA y GRAPO que se ocultaban en territorio francés.

 

Sabotaje Ecologista:

 

Veamos otro ejemplo de operaciones especiales de inteligencia. En este caso una operación de sabotaje realizada en tiempos de paz. Este hecho fue protagonizado por personal de inteligencia de Francia, en 1985, contra la organización no gubernamental “Greenpeace”.

 

Agentes de campo de la “Direction Generale de la Securite Exterieure”DGSE- hundieron con cargas explosivas el barco insignia de la organización, el “Rainbow Warrior” para evitar una protesta en contra de pruebas nucleares que realizaría Francia en el Atolón de Mururoa, en el Pacífico Sur. Seguidamente describiremos sucintamente el desarrollo de la operación.

 

El 23 de marzo de 1985, arribó a la ciudad Auckland, en Nueva Zelanda, la oficial de la armada francesa Christine Huguette Cabon, de 33 años. La agente de la DGSE operaba bajo el nombre de cobertura de Frédérique Bonlieu. Su misión era, simulando ser una activista ecologista, infiltrarse entre quienes preparaban la protesta para conocer los planes de Greenpeace. Cabon llevo a cabo su cometido con gran idoneidad. No sólo obtuvo información sobre la forma en que se pensaba llevar a cabo la protesta sino que, antes de abandonar el país, el 24 de mayo, reunió datos sobre las características de los puertos costeros y los requisitos que se exigían para alquilar embarcaciones turísticas.

 

El 23 de junio arribó al puerto de Parengarenga el yate “Ouvea” de Nueva Caledonia. El barco estaba tripulado por cuatro miembros de la marina francesa entrenados para llevar a cabo operaciones subacuáticas. Los marinos franceses exhibieron a las autoridades portuarias neozelandesas pasaportes y documentación apócrifa.

 

Simultáneamente, arribaron a Auckland procedentes de Honolulu el mayor Alain Mafart, otro especialista militar en operaciones subacuáticas de 34 años. Utilizaba un pasaporte suizo a nombre de Alain Turenge. Lo acompañaba la capitana Dominique Prieur, de 36 años quien empleaba un pasaporte suizo a nombre de  Sophie Turenge, simulando ser su esposa.

 

Al día siguiente arribó a Auckland, Louis-Pierre Dillais, un alto funcionario de la DGSE, que operaba bajo el nombre de “Jean Louis Dormand”. Se cree que fue quien dirigió la operación en el terreno.

 

El 29 de junio arribó al puerto de Whagarrei el “Ouvea”.

 

El 7 de julio llegaron a Auckland, los agentes de inteligencia franceses Alain Tonel, de 33 años, y Jaques Camurier, de 35, aparentando ser entrenadores deportivos de buceo. Otro miembro del equipo de saboteadores, empleando el nombre de Francois Regis Verlet, se encargó de operaciones de reconocimiento de último momento. Sus nombres reales no fueron revelados durante la investigación posterior. Ese mismo día el Rainbow Warrior llegó al puerto de Waitemata para reunirse con otros barcos que participarían en la manifestación contra los ensayos nucleares franceses en el Atolón de Mururoa.

 

El 10 de julio de 1985, a las 23.45 se produjo una explosión en el Rainbow Warrior. Un miembro del equipo, el fotógrafo portugués Fernando Preira, de 36 años, tardo en salir y fue afectado por una segundo explosión que le produjo la muerte.

 

El 12 de julio, el gobierno francés negó oficialmente toda intervención en el sabotaje al Rainbow Warrior, explicando que Francia no actuaba de esa manera. Ese mismo días, luego de denuncias de pobladores de Auckland fueron arrestados e interrogados Sophie y Alain Turenge.

 

El 15 de julio, la policía de Auckland viajó a la isla de Norfold para interrogar a la tripulación del yate Ouvea, ya de regreso a Nueva Caledonia. Un miembro de la tripulación había viajado por avión hacia Sydney. Los investigadores recogieron muestras para analizar pero se vieron obligados a dejar a los miembros de la tripulación del yate en libertad por falta de pruebas. El Ouvea nunca llegó a Noumea y se presume que fue hundido en alta mar por sus tripulantes.

 

A comienzos de agosto de 1985 la prensa francesa comenzó a denunciar la participación de la inteligencia francesa en el hundimiento del Rainbow Warrior. El gobierno francés reaccionó nombrando un responsable para llevar a cabo una investigación.

 

Al crecer la presión de la opinión pública, el presidente de Francia, el socialista François Miterrand, se vió obligado a condenar el hundimiento del buque ecologista como un acto criminal y prometer el castigo de los involucrados en el hecho.

 

El 22 de agosto de 1985, la inteligencia francesa fue forzada a revelar los verdaderos nombres del personal involucrado. Las autoridades francesas se justificaron diciendo que la misión asignada a sus agentes era la de entorpecer las actividades de Greenpeace, pero que no estaban autorizados a realizar acciones de sabotaje o terrorismo.

 

El 24 de agosto, los esposos Turenge son acusados de la muerte de Fernando Pereira y la comisión de un acto de terrorismo. Las autoridades descubrieron también las actividades de infiltración y reconocimiento llevado a cabo por Christine Cabon quien se ocultó en Israel y logró eludir a la justicia neozelandesa. El primer ministro francés Laurente Fabius, declaró que de ser hallados los responsables del atentado habrían de responder ante la justicia por sus crímenes.

 

No obstante, un mes más tarde, el 23 de septiembre de 1985, el primer ministro francés admitió la actuación de la inteligencia francesa en el hecho confirmando que actuaron bajo expresas órdenes superiores. Por tanto, los agentes de inteligencia involucrados en el sabotaje y asesinato no serían juzgados.

 

El 4 de noviembre de 1985, la justicia neozelandesa condenó a los oficiales Mafart y Prieur por cargos menores a diez años de cárcel. Inmediatamente el gobierno francés comenzó a presionar a Nueva Zelanda para lograr la extradición de los condenados.

 

Un año más tarde, las tensiones entre Francia y Nueva Zelanda se incrementaron. El gobierno francés prohibió algunas importaciones desde Nueva Zelanda como medida de presión. Se llegó a un acuerdo sobre la compensación monetaria por la destrucción del barco. Luego de la mediación del Secretario General de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuellar, ambos países acordaron que los dos terroristas pasarían tres años confinados en una base militar francesa en el Pacífico.

 

El 14 de diciembre de 1987, Francia incumplió el acuerdo, transportando a Alain Mafart a Francia para un supuesto tratamiento médico. Inmediatamente fue asignado a un nuevo puesto en una academia militar en París. Dominique Prieur también llegó a París en mayo de ese año.

 

Desde el punto de vista de la implementación de esta operación especial de inteligencia debe decirse, más allá de lo repudiable del acto criminal cometido, que constituyó un grave error llevarla a cabo con personal militar en actividad.

 

Cuando un Estado lleva a cabo un acto ilegal a través de personal militar perfectamente identificable no puede evitar ser responsabilizado por el hecho. Más aún obliga al gobierno afectado a ser más intransigente con los agentes extranjeros capturados y a buscar una disculpa o compensación a los efectos de satisfacer a su opinión pública y restaurar su prestigio internacional.

 

No obstante, pese a los riesgos que tal práctica entraña, la tendencia a emplear como agentes secretos a personal militar en actividad y, por tanto, con una identidad pública factible de ser rastreada, es un error frecuentemente cometido por los organismos de inteligencia.

 

Veamos otro ejemplo reciente de este tipo de imprudencia, en este caso, una operación especial de inteligencia de la que fue víctima la Argentina.

 

El domingo 9 de noviembre de 2003, el cónsul adjunto de la Argentina en Punta Arenas, José Andrés Basbus, abrió las oficinas del Consulado, sito en la calle Serrano 684, a las 9.00 horas para permitir a los ciudadanos argentinos radicados en la ciudad chilena participar de las elecciones provinciales correspondientes a la provincia argentina de Chubut.

 

El funcionario argentino sorprendió a una persona que inmediatamente se dio a la fuga. El diplomático pese a forcejear con el intruso no pudo evitar que este escapara. Posteriormente al hacer la inspección del lugar, Basbus comprobó que la caja fuerte se encontraba abierta, la documentación clasificada había sido fotocopiada y las fotocopias se encontraban ordenadas y engrampadas para proceder a ser retirada del lugar. También encontró que el intruso había dejado una filmadora. La misma contenía un cassette que, luego de reproducido, permitió observar la filmación de las dependencias del Consulado y de las áreas de seguridad de la misma. 

 

En su precipitada huída los intrusos habían dejado también dos camperas y un maletín, dentro del cual se encontró una cédula de identidad y un permiso de portación de armas a nombre de Luis Alberto Robles Ricus.

 

El hecho amenazó con desatar una tormenta en las relaciones bilaterales. Pero el gobierno del presidente Ricardo Lagos actuó con rapidez. Condenó el episodio –aunque no lo quiso calificar de “espionaje”- y ordenó una investigación. Inmediatamente rodó la cabeza del Comandante de la Región Militar Austral, General de División, Waldo Zauritz. Este era un prestigioso jefe militar chileno, el sexto en antigüedad dentro de su fuerza. Estaba destinado a asumir la Jefatura de la Guarnición Militar Metropolitana y contaba con excelentes relaciones dentro del gobierno socialista de Lagos.

 

También fueron pasados a retiro el Jefe de Inteligencia de la Región Militar Austral, Teniente Coronel Víctor Hugo Poza, y otros miembros del personal de inteligencia de la Región, el mayor Rodrigo Acuña, el suboficial Luis Robles Ricus y el cabo de la Fuerza Aérea, Jaime Espinoza Catalán.

 

Sometidos a proceso militar, un año y medio después de producido el incidente, por el cargo de “incumplimiento de deberes militares”, que en el artículo 299 del Código de Justicia Militar de Chile contempla penas de presidio menor y pérdida del estado militar.

 

Los frustrados agentes de inteligencia sufrieron 61 días cárcel y la pérdida del estado militar para los oficiales y 60 días y pérdida del estado militar para los suboficiales. La sanción extremadamente benigna permite suponer que los militares chilenos cumplían órdenes superiores, que fueron sancionados por fracasar en su misión y en solamente con el propósito de distender las relaciones con el país vecino.

 

En verdad los agentes de inteligencia chilenos demostraron en este caso muy poco profesionalismo. En primer término por no haber sabido que ese domingo el Consulado argentino estaría abierto con motivo de las elecciones. Tampoco tomaron la precaución de poner un equipo de vigilancia sobre el personal diplomático argentino que podía concurrir imprevistamente a la sede del Consulado. Una vigilancia de este tipo hubiera permitido que los intrusos fueran alertados con suficiente antelación de la llegada de Basbus como para efectuar una retirada en orden.

 

Como mínimo la inteligencia chilena operó con un exceso de confianza. La forma en que se llevó a cabo la operación hace pensar que probablemente la misma era una actividad de rutina para los agentes chilenos. Posiblemente la llevaban a cabo con regularidad sin ser molestado y el reiterado éxito de la misma los hizo incurrir en ese error de confianza.

 

En segundo término, el personal de inteligencia chileno cometió el absurdo error de haber realizado una “penetración clandestina” llevando entre sus pertenencias documentos de identidad que los acreditaban como personal militar. En especial cuando operaban en su propio país y por lo tanto, fuera del Consulado argentino gozaban de total impunidad. En la eventualidad de su detención por otras autoridades chilenas inmediatamente recuperarían la libertad sin que el hecho tuviera otras implicancias operativas o legales.

 

Por otra parte, cabe preguntarse que información vital pensaba obtener la inteligencia chilena de un Consulado. Especialmente, cuando el ministerio de Relaciones Exteriores argentino sabe positivamente de la agresividad con que actúa la inteligencia chilena y no envía material secreto –salvo lo estrictamente necesario- a ese país. Además, toda información sensible, si existiera la misma, se encontraría debidamente resguardada en la sede de la Embajada en la ciudad de Santiago de Chile y no en el Consulado de la lejana Punta Arenas. En consecuencia la inteligencia chilena debió haber evaluado si la información que podía obtener justificaba los riesgos de un incidente diplomático.

 

Es muy probable que el gobierno del presidente Lagos incluso ignorara las actividades que estaba desarrollando la inteligencia militar. Una operación de esta naturaleza suele ser considerada un procedimiento operativo de rutina de la unidad de inteligencia en la zona. Este tipo de procedimientos  habitualmente no se consulta a los máximos niveles de decisión política antes de implementarla.

 

Por último, es importante volver sobre los riesgos que implica realizar operaciones ilegales empleando personal militar en actividad. Las operaciones especiales de inteligencia en tiempos de paz deben ser planificadas y coordinadas por personal orgánico de los organismos de inteligencia pero llevadas a cabo en el terreno por personal contratado –mercenario-. Esto permite que el servicio de inteligencia y el gobierno involucrado puedan negar su participación. En esta forma, el impacto de un fracaso de inteligencia sobre las relaciones diplomáticas se disminuye considerablemente. En el caso del espionaje en Punta Arenas, de  no haber existido el documento de identidad, el gobierno chileno hubiera podido decir que se trataba de delincuentes comunes o responsabilizar a la inteligencia de otro país.     

 

            En una operación especial de inteligencia, que afecte a un país amigo o con el cual se mantienen correctas relaciones diplomáticas, los agentes que operan en territorio extranjero deben ser personas contratadas. Preferentemente, ciudadanos de un tercer estado. Los agentes que llevan a cabo la operación deben incluso ignorar para quien trabajan en realidad. En esta forma se podrá efectuar la operación con el máximo nivel de secreto y seguridad.

 

Ejecuciones Extrajudiciales

 

            Existen numerosos casos de operaciones planificadas por los organismos de inteligencia e implementadas por agentes contratados. Uno de estos casos fue el asesinato de León Trotski ordenado por Stalin, planificado por el Departamento Extranjero del  NKVD –Glavnoye Upravleniye Gosudarstvennoye Bezopasnoti / Administración Central de Seguridad del Estado- y llevado a cabo por el español Ramón Mercader del Río.

 

            En 1939 Trotski estaba exiliado en México. Había sido obligado a dejar la Unión Soviética en 1929, y tras vivir en Turquía, Noruega y Francia, se trasladó a México ante la inminente guerra. Ya antes de exiliarse, Trotski había perdido la batalla por la sucesión de Lenin. Desde el exilio, sus esfuerzos para escindir y luego controlar el movimiento comunista mundial estaban perjudicando a Stalin y a la Unión Soviética.

 

            En marzo de 1939, Stalin ordenó al jefe de la NKVD, el temible Laurenti Beria y al subjefe del Departamento Extranjero, coronel Pavel Sudoplatov que encabezara el buyeveke –equipo de fuerzas de choque- encargado de asesinar a Trotski. Según testimonio de Sudoplatov, Stalin habría dicho: “Trotski debe ser eliminado antes de que acabe el año y la guerra estalle irremediablemente. Como prueba la experiencia de España, sin la eliminación de Trotski no podemos confiar en nuestros aliados de la Internacional Comunista, si los imperialistas atacan a la Unión Soviética”[ii].

 

            Sudoplatov eligió como agente de campo en México a Leonid Alexándrovich Eitington.[iii] La operación contra Trotski recibió el nombre de “utka” –pato-. En Rusia, “pato” además de su significado corriente, es un término para expresar desinformación. “Cuando vuelan los patos” significa que la prensa está publicando desinformación.[iv]

 

            Eitingon decidió emplear agentes soviéticos provenientes de Europa occidental o Latinoamérica que anteriormente no hubieran participado de operaciones contra Trotski. Decidieron organizar dos equipos operativos totalmente que por razones de seguridad actuarían uno independiente del otro y hasta ignorarían la existencia del otro grupo.

 

            Uno de ellos estaba formado por el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, a quien Stalin conocía personalmente. Veterano de la guerra civil española, Suiqueiros había retornado a México y era uno organizadores del Partido Comunista mexicano.

 

            El otro equipo estaba formado por Caridad Mercader, una aristócrata española. Entre sus acaudalados antepasados se encontraban antiguos gobernadores de Cuba, y su abuelo había sido embajador de España ante el zar. Caridad se había separado de su marido, un magnate de los ferrocarriles españoles, huyendo a París con sus cuatro hijos a principios de la década de los años treinta. Al estallar la guerra civil española en 1936, Caridad regresó a Barcelona, se unió a las filas anarquistas, donde fue herida durante un ataque aéreo, demostrando coraje en operaciones de combate. Su hijo mayor había resultado muerto en acción al atarse varias granadas al cuerpo para lanzarse bajo un blindado alemán que avanzaba sobre los republicanos. Su segundo hijo, Ramón Mercader del Río fue teniente en el ejército republicano y comandó  un destacamento guerrillero que operaba detrás de las líneas en territorio dominado por los nacionalistas. Era un combatiente muy experimentado no sólo con armas de fuego sino en combate cuerpo a cuerpo. En una ocasión había apuñalado a un centinela franquista que custodiaba un puente.

 

            Eitingon comenzó por instalar a Ramón Mercader en París simulando ser un joven empresario, aventurero de vida disoluta, que de vez en cuando respaldaba actitudes políticas extremistas debido a su hostilidad contra todo tipo de gobierno. Allí el joven agente entró en contacto con Silvia Aguelov, quien poco después se convertiría en secretaria de Trotski y el matrimonio formado por Alfred y Marguerite Rosmer, dos socialista franceses que acompañarían a Trotski en su exilio mexicano.

 

            Siguiendo instrucciones de Eitingon, Mercader se abstuvo de toda actividad política. Su papel consistía en hacer de amigo que ocasionalmente les proporcionaba apoyo financiero, pero sin desempeñar papel político alguno. Cuando los trotskistas le propusieron unirse a ellos, Mercader desechó la oferta.

 

            Ramón Mercader era un hombre apuesto que tenía éxito con las mujeres. Silvia Aguelov había sucumbido a su encanto en París. Ella viajó con él a Nueva York. El español empleaba un pasaporte canadiense a nombre de Frank Jacson.

 

            Mientras tanto, Eitingon se instaló en Nueva York en octubre de 1939 y puso en Brooklyn una empresa de importación – exportación que justificaba sus frecuentes viajes y contactos con extranjeros.

 

            A finales de 1939, el grupo de Siqueiros se vio reforzado con la presencia de Iósif Grigúlevich. Este era conocido en círculos trotskistas como un individuo políticamente neutral de quien no se sospechaba que tratara de infiltrarse en sus filas. Su presencia en Latinoamérica estaba justificada puesto que su padre era propietario de un gran comercio en Argentina. Grigúlevich llegó a México en enero de 1940 y, siguiendo instrucciones de Eitington, contactó con Sheldon Harte, uno de los guardaespaldas de Trotski.

 

            Por ese entonces, León Trotski vivía en Coyoacán, a las afueras de México, D.F. Alquilaba una villa propiedad del pintor mexicano Diego Rivera. La inteligencia soviética obtuvo un plano de la villa por medio de un agente infiltrado María de la Sierra, quien también proporcionó una valoración de los guardaespaldas de Trotski y un detallado análisis caracterológico de su secretariado.

 

            El 23 de mayo de 1940, día en que Harte estaba de servicio, Grigúlevich llamó a la verja. Harte cometió el error fatal de abrirla a medias y el grupo de Siqueiros asaltó la villa. Ametrallaron la habitación que ocupaba Trotski, pero, como dispararon a través de una puerta cerrada, no consiguieron herir al revolucionario ruso que se había escondido debajo de la cama. El grupo de asalto formado por campesinos y mineros sin mayor preparación para la comisión de un atentado de esas características no revisó debidamente la vivienda ni constató que efectivamente su blanco resultara muerto. Los asaltantes antes de retirarse asesinaron a Harte para proteger la participación de Grigúlevich. El atentado culminó con la detención de Siqueiros.

 

            Llegó entonces el turno de Ramón Mercader. Eitingon, Caridad y Ramón Mercader ultimaron los preparativos. Decidieron que atentado debía desarrollarse en silencio para posibilitar la fuga de Mercader. Para ello Mercader emplearía un cuchillo o un garrote, pues los dos tipos de armas eran fáciles de ocultar tanto a los guardias como a los miembros de la casa. Mercader era lo suficientemente fuerte y experimentado en este tipo de acciones como para llevarla a cabo con éxito.

 

            Para los agentes de Stalin era importante que el crimen apareciera como motivado por alguna cuestión que también socavara la imagen de Trotski y desacreditar a su movimiento. Decidieron hacer aparecer el asesinato como una venganza personal de Mercader por el supuesto intento de Trotski de aconsejar a Silvia Aguelov que no se casara con Ramón. En caso de ser capturado, Mercader debía aducir asimismo que los trotskistas pretendían utilizar sus contribuciones financieras para uso personal y no para actividades revolucionarias. Alegaría también que Trotski había intentado convencerlo para que se uniera a un grupo terrorista internacional que planeaba asesinar a Stalin y a otros dirigentes soviéticos.[v]

 

            El 20 de agosto de 1940 visitó a Trotski a quien pidió que leyera un artículo que había escrito. Estando a solas con Trotski en su estudio, cuando este leía en su escritorio, Mercader se situó detrás de él y le asentó un golpe con un pequeño y puntiagudo piolet que llevaba oculto bajo el impermeable. En el instante previo a  recibir el impacto, Trotski movió ligeramente la cabeza. Aquel movimiento desvió la dirección del golpe, debilitando su impacto, Trotski no murió instantáneamente y tuvo tiempo de gritar pidiendo auxilio. Mercader sorprendido por el grito y muy nervioso quedó paralizado. No atinó a emplear el puñal ni el revolver que llevaba. Finalmente, el ingreso al estudio de la mujer de Trotski acompañada de sus guardaespaldas impidió la huida de Mercader.

 

Eitingon y Caridad, que esperaban a Mercader en un coche estacionado en las cercanías, huyeron al escuchar el alboroto en la villa. Primero fueron a Cuba, donde se ocultaron gracias a los contactos familiares de Caridad. Trotski finalmente murió al día siguiente en el hospital como resultado del golpe recibido.

 

Ramón Mercader del Río fue detenido y juzgado por las autoridades  mexicanas como Frank Jacson, joven empresario canadiense. Su verdadera identidad no fue desvelada hasta seis años después, cuando se conoció por la infidencia de un desertor soviético pariente suyo.

 

Al conocerse su verdadera identidad y su carácter de agente soviético las condiciones de detención de Mercader mejoraron considerablemente. Mercader incluso se casó con una mujer que lo cuidaba en la cárcel y la llevó consigo a Moscú después de ser liberado el 20 de agosto de 1960.

 

El presidente del KGB, Alexander Nikoláivicha Shelpin, recibió a Mercader en Moscú y le confirió la medalla de Héroe de la Unión Soviética. Mercader se convirtió en miembro del Partido Comunista de la URSS por decisión especial de su Comité Central, y a petición directa de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, fue nombrado investigador del Instituto de Marxismo – Leninismo. A él y a su esposa se les facilitó una dacha –casa quinta- en Kratovo, cerca de Moscú.

 

Mercader recibió un sueldo del Comité Central de PCUS y del KGB, equivalente al que cobraría un general división retirado. La esposa de Mercader, Raquel, fue empleada como locutora de la emisión en español de Radio Moscú. Finalmente Mercader abandonó Moscú a mediados de los años setenta para viajar a Cuba, donde trabajó como asesor de Fidel Castro. Murió en 1978 y su cuerpo fue trasladado en secreto a Moscú.

 

Mercader, un profesional de la revolución, fue enterrado en Kuntsevo, bajo una lápida falsa a nombre de Ramón Ivánovich López, héroe de la Unión Soviética.

 

El asesinato de Trotsky es un claro ejemplo de una exitosa operación especial de inteligencia. No sólo contaban con dos equipos operativos separados, que ignoraban uno la existencia del otro, y que, en caso de captura, no podían delatar la totalidad de la operación. También habían concedido dos planes de acción totalmente distintos. En uno el ataque comando por un grupo de sicarios que irrumpió en la vivienda abriendo fuego. Cuando esto fracasó apelaron a un asesino solitario infiltrado con mucha antelación en el entorno de la víctima.

 

Incluso, a los efectos de encubrir mejor la participación de la inteligencia soviética en la operación emplearon el número mínimo de agentes de nacionalidad rusa que les fue posible. Es más cuando se conoció la verdadera identidad de Mercader como agente soviético fue por otro tipo de fallas de seguridad no atribuible a la “Operación Utka”.

 

Claro que la misma fue implementada por la inteligencia soviética que ostenta una prolongada tradición en el empleo de agentes mercenarios. Recordemos sino el éxito alcanzado por el quinteto de Cambridge, los espías soviéticos que encabezados por “Kim” Philby infiltraron el Secret Intelligence Service.[vi]

 

La operación al ser efectuada por un agente mercenario, cuya vinculación con la inteligencia soviética no se conoció hasta mucho después, permitió mantener oculta la identidad de los instigadores del asesinato. El asesinato fue seguido de una intensa campaña de desinformación para desprestigiar a la víctima y su causa.

 

Finalmente, cuando la verdad salió a la luz muchos de los participantes habían muerto y la responsabilidad por el asesinato de Trotsky se diluyó al punto tal que en muchos libros de historia se menciona el nombre de Ramón Mercader sin vincularlo con Stalin ni con la inteligencia soviética. Sólo, tras la caída del régimen soviético, la publicación de las memorias del general Sudoplatov pudieron conocerse los detalles y la verdadera dimensión de la “Operación Utka”.

 

Mercenarios argentinos en Asunción:

 

Otro caso interesante sobre el empleo de agentes mercenarios por parte de un gobierno para llevar a cabo “ejecuciones extrajudiciales” fue el asesinato de Anastasio Somoza Debayle organizado por los líderes del Frente Sandinista de Liberación Nacional después de haber tomado el poder en Nicaragua.

 

Seguidamente consignaremos algunos detalles sobre el desarrollo de esta operación según testimonia el jefe del operativo, el terrorista argentino Enrique Haroldo Gorriarán Merlo en sus “Memorias”. De ese libro hemos tomado los siguientes párrafos:

 

“Nosotros[vii] comenzamos trabajando en el grupo que organizaba la seguridad del Estado, y yo pasé a la parte de Inteligencia. A partir de la información que obteníamos y de los hechos que se sucedían, teníamos plena conciencia de que, inmediatamente después de haber asumido el poder, había empezado una actividad tendiente a crear lo que después fue la guerra contrarrevolucionaria.”

 

“Mientras tanto, Somoza –que después de huir se asiló en los Estados Unidos- fue recibido en Paraguay por Stroessner, que era el otro emblema de las dictaduras del siglo XX en América latina. Simultáneamente, nosotros teníamos noticias ciertas de que Somoza quería retomar el poder y sabíamos que estaba abocado a conformar una fuerza militar contra la junta de gobierno que lo había reemplazado.”

 

“Ante esa situación, con el conocimiento y la aceptación de toda la dirección del Frente Sandinista, se propuso comenzar a trabajar para actuar directamente sonre el mando de la conspiración representado por su jefe máximo Somoza. La idea surgió a fines de noviembre del ’79, poco después de su llegada al Paraguay....”

 

“Entonces reunimos un grupo de doce compañeros, que estaban bajo mi responsabilidad, y comenzamos a prepararnos para actuar sobre Somoza en Asunción. Habremos empezado a fines del ’79; hicimos una serie de cursos sobre métodos conspirativos, seguimiento, chequeo de objetivos, utilización de distintos tipos de comunicaciones. Las jornadas eran intensas: se iniciaban por la mañana, con gimnasia; luego se hacían los cursos todo el día y, al caer la tarde, nuevamente gimnasia. Es decir, teníamos en cuenta no sólo la preparación técnica, digamos, sino también física.”

 

“Cuando completamos nuestra preparación ya habíamos estudiado los argumentos que emplearíamos para justificar nuestra permanencia en Asunción. Todo nuestro conocimiento sobre Paraguay se basaba en libros, documentación, algún estudio teórico sobre la realidad paraguaya; sólo un compañero había estado ahí, pero muchos años atrás.”

 

“Mientras seguíamos precisando detalles, enviamos un primer grupo de dos –Manuel Beristain y una compañera- a Asunción para estudiar las condiciones del lugar y verificar si los argumentos previstos para permanecer ahí se adecuaban a la realidad. Y también para tratar de averiguar el domicilio de Somoza. Llegaron a Paraguay en febrero del ’80, estuvieron unos quince días y volvieron con información que nos fue muy valiosa porque era la única obtenida sobre el terreno. Sin embargo, no habían podido determinar el domicilio de Somoza.”

 

“Pero sí recogieron datos sobre hoteles, lugares para alquilar, y otros que sirvieron para verificar la viabilidad o no de los distintos argumentos posibles que habíamos pergeñado para poder permanecer en Paraguay”.

 

Con estas referencias Gorriarán Merlo trata de ocultar la colaboración que el gobierno sandinista recibió de los servicios de inteligencia del Bloque Socialista para llevar a cabo el atentado. No obstante, esa colaboración es difícil de ocultar. Aunque Gorriarán Merlo insista en aclarar: “Todos eran argentinos; provenientes del PRT-ERP”.[viii]

 

Gorriarán Merlo no explica quien les proporcionó el entrenamiento sobre lo que denomina “métodos conspirativos”. Tampoco dicen que tipos de métodos conspirativos necesitaban aprender los terroristas argentinos después de haber transcurrido largos años de su vida en la “clandestinidad”, ocultando sus actividades de las autoridades. Tampoco aclara como hicieron para introducir en Paraguay el armamento que emplearon en el atentado, al que si menciona y era de gran volumen: “El armamento con que contábamos eran una bazooka RPG2 que era de origen chino y se compraba fácilmente en el mercado internacional; después de la guerra de Vietnam, en América latina se conseguían en el mercado negro de armas. Las otras armas que teníamos eran un fusil M16 y dos pistolas”.[ix]

 

Según destaca el propio Gorriarán el comando debía operar en un país que no se conocía y sobre el cual no contaba con inteligencia previa. En consecuencia, no estaba en condiciones de comprar o introducir armas de guerra sofisticadas, y de tal volumen, sin el apoyo de un servicio de inteligencia con mayores recursos y mayor experiencia. Especialmente si se considera que el gobierno paraguayo disponía en ese entonces de una extensa red de informantes y una eficaz policía política que ponía especial interés en la presencia de cualquier extranjero sospechoso en su territorio.

 

Estas condiciones sólo podían reunirlas en ese entonces ciertos servicios de inteligencia del Bloque Socialista. Es necesario destacar que el gobierno sandinista no mantenía relaciones diplomáticas con el gobierno del general Alfredo Stroessner, marcadamente anticomunista.

 

Aunque no es totalmente cierto que los guerrilleros argentinos desconocieran todo de Paraguay. En realidad, los terroristas argentinos en los años setenta habían empleado la zona de Triple Frontera para entrar y salir del territorio argentino eludiendo los controles de las fuerzas de seguridad. Incluso Amílcar Santucho, hermano del Secretario General del PRT – ERP, había permanecido preso en Paraguay entre agosto de 1975 y octubre de 1979. Amïlcar había sido detenido cuando, como secretario de la Junta Coordinadora Revolucionaria[x], investigaba la suerte sufrida por un grupo de terroristas chilenos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

 

Para poder contar con puntos de observación y apoyo para llevar a cabo el atentado, los agentes argentinos adquirieron parte de un puesto callejero de venta de diarios y alquilaron una vivienda lujosa en la zona y simularon estar refaccionándola para residencia del cantante español Julio Iglesias.[xi] Desde allí controlaron los desplazamientos de Somoza y del personal que lo portegía. Aunque es muy probable que contaran con alguna fuente de información en el entorno íntimo de Somoza que Gorriarán Merlo no menciona. Veamos el relato que realiza el guerrillero argentino sobre el desarrollo del atentado.

 

“El 17 (de septiembre de 1980), bien temprano a la mañana, Santiago dijo: ‘Hoy, a las 10 de la mañana, viene’. Y vino a las 10. Fue un presentimiento increíble. A esa hora exacta, a las 10 de la mañana, como había hecho justo una semana antes, pasó”.

 

“Ahí recibimos la señal, que simplemente consistía en el color del auto: blanco – blanco fue. Salí hasta casi la vereda, vi el auto, di la señal en el momento que estaba previsto darla, salió Santiago, el Gordo se acomodó con la camioneta y cortó el tránsito, pero escuché un ruido y cuando me di vuelta vi a Santiago en el suelo: el cohete había fallado, no había salido de la bazooka y él estaba cambiándolo”.

 

“El tránsito quedó parado y apareció el auto en frente mío, justo en frente, como a tres metros, y ahí se quedó parado. Al mirar, de entrada me sorprendí: el chofer no era el mismo, no era Genie, y Somoza no iba adelante como siempre hacia sino que iba atrás, y a su lado iba otra persona que  después nos enteramos que era un financista colombiano, que quién sabe quién era porque ni siquiera se quejaron por él. Atrás venía el vehículo de la custodia con cuatro o cinco guardias.”

 

“Claro, ya a esa altura tuvimos que sacar las armas y Roberto y yo disparamos, porque Santiago había quedado en esa situación comprometida. Simultáneamente los de la custodia –y mi misión era justamente contrarrestarlos a ellos- bajaron del vehículo y se parapetaron detrás del paredón que dividía la casa en que estábamos nosotros de la de al lado. Además estaban el colombianos, Somoza y el chofer.”

 

“Nosotros disparamos sobre el auto de Somoza hasta que los custodios comenzaron a dispararme; yo me quedé sin municiones y, frente a eso, Roberto disparó sobre los guardias con un FAL[xii] y saltaron los ladrillos de arriba del paredón, lo que los obligó a agacharse. Eso me dio un aire para entrar en la casa y tomar una ametralladora, que era el arma que teníamos de repuesto. Santiago también entró conmigo, ya había cambiado el cohete y desde adentro, desde la puerta de la casa, disparó con la bazooka sobre el vehículo. El cohete aniquiló el auto. Los custodios dejaron de disparar. Todo esto sucedió en cuestión de segundos.”

 

“Santiago y yo corrimos por dentro desde la puerta principal de la casa hasta el garaje, subimos a la camioneta, como estaba previsto, y nos fuimos con Roberto. Cuando el Gordo había cruzado la camioneta se había generado una larga caravana de autos parados por el corte de la avenida, pero, después de estos disparos, no había quedado ninguno, la calle estaba desierta. La ruta estaba libre.”

 

“Salimos con la camioneta sin darnos cuenta de que había sufrido averías por el tiroteo. Doblamos hacia la izquierda en la primera esquina saliendo de la calle España, y a treinta metros el vehículo se detuvo, no anduvo más. Obviamente después de semejante situación no había nadie en las calles, ni siquiera otros coches. Hasta que apareció un auto de frente; lo paramos, hicimos descender a su conductor y nos fuimos en ese auto. Los tres, Santiago, Hugo Irurzún,[xiii] y el Gordo, Roberto Sánchez[xiv] y yo.”[xv]

 

Los miembros del comando lograron escapar por la zona de la Triple Frontera. Algunos cruzaron a Brasil por la zona de Ciudad del Este –en ese entonces Puerto Stroessner- y otros tomaron la balsa hacia la Argentina. Las autoridades paraguayas únicamente lograron detener a Hugo Alfredo Irurzún que al parecer murió al resistir su arresto. En cuanto a la autoría del atentado  Gorriarán Merlo trata de disimular el papel de asesinos a sueldo que cumplieron los terroristas argentinos diciendo:

 

“Respecto de la emboscada sobre Somoza, el pueblo nicaragüense no sabía que nosotros habíamos sido los responsables y, a instancias nuestras, no se hicieron públicos los nombres de los que habíamos participado en la acción. Se supo con el tiempo. El Frente Sandinista, la dirección, nos recibió con jubiló, con alegría. Terminamos haciendo un festejo, una especie de almuerzo juntos.”

 

“Hubo comunicados, declaraciones, pero la mayor retribución fue entonces la alegría popular, el consenso. Y en lo que respecta a reconocimiento oficial, hay muchos y elocuentes. Una calle de un barrio de Managua fue bautizada con el nombre de Santiago: ‘Hugo Alfredo Irurzún, Capitán Santiago’, y se erigió un monolito en su memoria donde todos los años se le rindió homenaje. También fueron identificados con su nombre un centro de producción agropecuaria, cerca de Managua, y un barco que hacia la ruta de la costa atlántica. Santiago fue respetado por su entrega y su valor, y fue enseguida reconocido como un héroe de la revolución nicaragüense. Como todos nosotros era, y sería hoy, un sandinista.”[xvi]    

     

            Existen múltiples ejemplos de “ejecuciones extrajudiciales” realizadas por los estados en tiempos de paz para suprimir individuos hostiles o simplemente opositores políticos. Estas operaciones clandestinas e ilegales han sido protagonizadas por muchos países de diversas formas y a través de variados procedimientos de inteligencia.

 

Durante la Guerra Fría, a finales de la muy caliente década de 1950, el gobierno de la URSS apeló al empleo de un arma química para asesinar a dos líderes del nacionalismo ucraniano en el exilio.

           

La operación fue montada por el Komitete Gosudarstvennoi Bezopasnosti, más conocido bajo la terrible sigla de KGB, que identificaba al servicio de inteligencia y seguridad de la Unión Soviética. La responsabilidad fue asumida por el Departamento 13, de su Primer Directorio Principal, encargado de la inteligencia exterior.

 

La misión se encomendó al agente Bohdan Mykolaievych Stashinsky a quien se proporcionó un arma diseñada por el laboratorio de la KGB, sito en Jozaiaistvo Jeleznovo. La misma consistía en una pistola de spray, que disparaba un chorro de gas venenoso procedente de una ampolla de cianuro que se rompía y provocaba un paro cardíaco en la víctima. El agresor, para protegerse mientras efectuaba el ataque, debía cubrirse las fosas nasales con un pañuelo embebido en un antídoto.

 

Empleando esta pistola química Stashinsky asesinó, el 12 de octubre de 1957, en la ciudad de Munich, al ideólogo de la Alianza del Trabajo Nacional de la República Federal Alemana, un escritor disidente ucraniano, Lev Rebet, en la escalera de entrada a las oficinas del diario “Suchasma Ukraina” donde este trabajaba como periodista. Ni los familiares de la víctima ni las autoridades detectaron el ataque y atribuyeron la muerte a un paro cardíaco.

 

Dos años más tarde el asesino cobró una nueva víctima. El 15 de octubre de 1959, Stashinsky asesinó al líder de la Organización de Nacionalistas Ucranianos, Stepan Bandera, en la entrada de su vivienda en la ciudad de Munich. También en este caso el asesinato paso inadvertido y se adjudicó la muerte a causas naturales.

 

Por sus “hazañas”, Bohdan Stashinsky recibió, en 1959, la Orden de la Bandera Roja una de las más importantes condecoraciones de la Unión Soviética de manos del presidente del KGB, Alexandr Nikoláievich Shelepin. La verdad sobre los asesinatos se descubrió recién en 1961 cuando Stashinsky desertó a la República Federal Alemana.[xvii]

 

Los asesinatos cometidos por Stashinsky fueron desde el punto de vista de la inteligencia, operaciones clandestinas perfectas. Las mismas pasaron totalmente desapercibidas y la muerte de las víctimas se atribuyó a causas naturales. Así los asesinos escaparon a todo tipo de castigo y al repudio moral que sus actos provocaron.

 

Para ser justos debemos también señalar que por esos años la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos también elaboró planes para asesinar al dirigente cubano Fidel Castro mediante el empleo de venenos, aunque al parecer nunca llegaron a la etapa de implementación. Más recientemente, en Ucrania, el candidato presidencial Víctor Yushchenko, fue envenenado con tetraclorodibendioxina (TCDD) o “dioxina Seveso”, un tóxico  que ocasiona acné clórico, lesiones cutáneas deformantes con enormes granos y fuerte trastornos digestivos. Yushchenko sospecha que el veneno le fue suministrado durante una cena con el director del Servicio de Seguridad de Ucrania, general Igor Smeshko, el 5 de septiembre de 2004.[xviii] Por desgracia este no fue el único caso de empleo de veneno como arma en el antiguo territorio soviético.[xix]

 

Otros casos de asesinatos llevados a cabo agentes de inteligencia fueron implementados por la inteligencia israelí en su lucha contra las organizaciones terroristas palestinas. Cómo los asesinatos de los terroristas de Septiembre Negro que planificaron el intento de secuestro de la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Munich, el 5 de septiembre de 1972, que desemboco en una masacre en la que murieron nueve atletas israelíes. Pero, el caso más emblemático es el siguiente:

 

El 30 de julio de 1997 dos terroristas suicidas de Hamas asesinaron a quince personas e hirieron a otras 156 en un mercado de Jerusalén. Entonces el primer ministro Benjamín Netanyahu ordenó al jefe del Mossad, Danny Yatom, que en represalia eliminara a Khalid Meshal, quien dirigía la oficina política de Hamas en la ciudad de Ammán, capital de Jordania.

 

Khalid Meshal, de cuarenta y un años, era un hombre fuerte y barbudo. Vivía cerca del palacio real del rey Hussein y, según las referencias, era un marido devoto y padre de siete hijos. Era, además de educado y culto, una figura poco conocida en el movimiento palestino. Pero, para la inteligencia israelí, Meshal constituía la fuerza conductora de los ataques terroristas.

 

El Mossad preparó un comando –kindon- compuesto por ocho agentes. Dos de ellos asesinarían a Meshal empleando un aerosol de gas nervioso. Arma desarrollado por científicos rusos recientemente emigrados a Israel. El ataque se efectuaría a plena luz del día. Los restantes agentes proporcionarían el apoyo necesario a los atacantes.

 

Los agentes encargados del asesinato utilizaron pasaportes canadienses expedidos a nombre de Barry Beads y Sean Kendall.

 

El 25 de septiembre de 1977, Beads y Kendall se aproximaron a Meshal frente a las oficinas de Hamas. Con rapidez el agente Kendall roció el aerosol en el oído izquierdo del palestino quien se mostró sorprendido pero no acusó efecto alguno de inmediato.

 

Beads y Kendall fueron atrapados cuando intentaban huir del lugar por la policía jordana. Meshal comenzó a sentirse mal y fue conducido a un hospital. Mientras tanto el resto del comando logró huir y refugiarse en territorio israelí.

 

El rey Hussein obligó a Netanyahu a entregar un antídoto que salvó la vida de Khalid Meshal y a liberar al jeque Ahmed Yassin, un líder de Hamas encarcelado desde hacia tiempo en Israel y a otros terroristas palestinos presos. Sólo entonces liberó a Beads y Kendall.

  

            En febrero de 1998, Danny Yatom presentó su renuncia. En tanto que el primer ministro Netanyahu debió enfrentar reclamos y presiones internacionales de todo tipo. Especialmente por parte de los Estados Unidos y Canadá.[xx]

 

            Resulta difícil analizar esta operación de inteligencia sin hacer leña del árbol caído. El Mossad no sólo empleo dos de sus agentes de campo cuya verdadera identidad como miembros de la inteligencia israelí podía ser fácilmente rastreada sino que empleó un arma cuya efectividad no parece haber estado debidamente establecida.

 

            La operación fracasó, pero de haber tenido éxito cual habría sido el beneficio para Israel. Si hubiera muerto instantáneamente Khalid Meshal y aún si los agentes del Mossad hubieran huido sin ser detenidos poco habría cambiado.

 

            Ninguna ley otorga a un gobierno el derecho de vengar un acto de terrorismo con el asesinato de sus responsables sin proceso judicial alguno. Al proceder de esta forma el gobierno de Netanyahu se situó en un plano de igualdad con los terroristas de Hamas.

 

            Quienes concibieron, planificaron y ejecutaron esta operación clandestina de inteligencia debían haber meditado mucho más cual sería su efecto en las relaciones de Israel con Jordania y con los Estados Unidos. La operación fracasó bochornosamente pero sus efectos negativos podrían haber sido aún mayores de haber tenido éxito. Este es el riesgo de vincular las actividades de inteligencia con las necesidades políticas de un determinado gobierno.

 

            También en América latina los gobiernos han apelado al asesinato de sus opositores. Veamos, por último, una operación de asesinato llevada a cabo con éxito por la inteligencia chilena en nuestro país.

 

            A las 0.50 del día 30 de septiembre de 1974, una carga de trotyl destruyó un automóvil Fiata 1600 que estaba entrando a un garaje del barrio de Palermo. En su interior se encontraban el ex Comandante en Jefe del Ejército Chileno, durante el gobierno de Salvador Allende, general Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert quienes murieron en forma instantánea.

 

            El artefacto explosivo abría sido situado debajo del asiento del conductor por el agente de la Dirección de Inteligencia Nacional –DINA- de Chile, el norteamericano Michael Townley. La misma noche del atentado Towley abandonó la Argentina rumbo a Montevideo utilizando un pasaporte norteamericano a nombre de Kenneth Enyart. Años más tarde Towley fue detenido en los Estados Unidos con relación al asesinato de otro chileno opositor al régimen de Augusto Pinochet Ugarte, el ex canciller chileno Orlando Letelier.[xxi]

 

            El gobierno argentino de ese entonces, en manos de María Estela Martínez de Perón, no efectuó ningún tipo de investigación especial sobre los asesinatos. En esa época los atentados explosivos y asesinatos políticos eran un hecho frecuente en la Argentina. Treinta años después los crímenes siguen impunes y la causa se encuentra en el juzgado de la doctora María Servini de Cubría.

 

Conclusiones:

 

            Los ejemplos históricos que hemos consignado ilustran nuestra afirmación. Los gobiernos, de cualquier signo ideológico, no dudan en recurrir a operaciones especiales de inteligencia, que son clandestinas e ilegales, cuando las creen necesarias para salvaguardar sus intereses nacionales. El éxito o fracaso de las mismas dependerá del profesionalismo del personal de inteligencia que las implementa como de las “reglas de empeñamiento” que recibe de su gobierno.

 

            Por último, es conveniente reiterar que cuando estás operaciones se descubren los únicos que terminan en la cárcel o pierden sus cargos son los funcionarios de inteligencia responsables de su implementación no los funcionarios políticos que las ordenaron.

 

Adalberto C. AGOZINO es Doctor en Ciencia Política. Director del Curso de Posgrado en Crimen Organizado Transnacional en el Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina. Profesor Titular por concurso de la Cátedra de Seguridad III en el Curso de Oficiales de Estado Mayor de la Escuela Superior de Gendarmería Nacional.



[i] ARGENPRESS: “Ordenan arrestar a los agentes de la CIA”, artículo publicado en http://argentina.indymedia.org/news/2005/06/304582.php. Bs. As. 28/06/05.
[ii] SUDOPLATOV, Pavel y Anatoli: “Operaciones Especiales”. Ed. Plaza & Janés. Barcelona 1994, p. 103.
[iii] LEONID ALEXÁNDROVICH EITINGON: Nacido como Naum Isákovich Eitingon el 1 de diciembre de 1899 en la ciudad de Sklov, provincia de Moguílov en Bielorrusia. Cambio su nombre en la década de los años veinte como otros funcionarios de la Checa para no llamar la atención sobre sus orígenes judíos. Eitingon se afilió al Partido Socialista Revolucionario en 1917. En 1918 ingresó al Ejército Rojo y fue transferido a la Checa –Chrezvychaynaya Kommissiya po Borbe s Kontrrevolyutsiey, i Sabotazhem / Comisión Extraordinaria para Combatir la Contrarrevolución y el Sabotaje-, primer servicio de inteligencia soviético. En 1919 fue nombrado subjefe de la misma en la zona de Gomel. Abandonó el Partido Socialista Revolucionario y se unió a los bolcheviques en 1920. Ese año logró destacarse al colaborar en el sofocamiento de un levantamiento de oficiales del Ejército Blanco contra los Bolcheviques en Gomel, cuando aquellos tomaron por un breve período el control de la ciudad.
Félix Dzershinski, jefe de la Checa, premió a Eitingon designándolo en Bashkiria como jefe de la Checa con la misión de pacificar esa región. Allí fue herido en una pierna con un sable durante un combate contra fuerzas locales. En 1921 fue trasladado a Moscú para recibir instrucción en la academia militar. Al completar su adiestramiento militar, Eitingon fue designado al Departamento Extranjero de la OGPU –Obiedinyonnoye Gosudarstvennoye Politicheskoye Urpavleniye / Administración Política Unificada del Estado- organismo que sucedió a la Checa. Se lo nombró como “rezident” en China, primero en Shanghai, dentro de la red donde operaba Richard Sorge, y luego en Harbin. Eitingon consiguió la liberación de unos asesores militares soviéticos que habían sido capturados por un jefe militar de Manchuria. Asimismo, logró abortar la intentona por parte de agentes de Chiang Kai-shek de tomar el consulado soviético en Shanghai. De regreso a Moscú en 1930, fue brevemente subdirector de la Dirección de Operaciones Especiales hasta 1932. En 1936 fue enviado a España como adjunto del rezident encargado de operaciones guerrilleras como sabotajes contra las líneas férreas y campos de aviación. Cuando el rezident en España, Nikolski, alias Alexándr Orlov, desertó en julio de 1938, Eitingon ocupó su puesto. Tras la victoria del franquismo en España, Eitingon escapó a Francia donde permaneció un par de meses reorganizando lo que quedaba de su red de espionaje y dirigiendo a Guy Burguess, miembro del círculo de Cambridge. Después de su participación en el asesinato de Trotski, en 1941, fue enviado a Turquía donde operando con el nombre de Leonid Naumov se dedico a organizar el asesinato de Franz von Papen, embajador alemán en ese país. El atentado fracasó cuando el agente búlgaro que debía asesinarlo se puso nervioso y detonó la bomba que debía emplear prematuramente, muriendo en el acto mientras que von Papen sólo sufrió heridas sin consideración. Encarcelado en las purgas de funcionarios de la KGB que siguieron a la caída de Beria, en 1953, permaneció detenido hasta 1964. Nunca fue rehabilitado por el régimen soviético y murió en 1981, como un criminal liberado. Un pago muy ingrato para un funcionario que sirvió a su país sin medir en riesgos y más allá de lo que marca el deber.
[iv] SUDOPLATOV, Pavel y Anatoli: ob. cit. p. 106.
[v] SUDOPLATOV, Pavel y Anatoly: op. cit. p. 115.
[vi] KNIGHTLEY, Phillip: “Philby, Maestro de espías”. Ediciones B. Barcelona 1989.
[vii] NOSOTROS: Gorriarán Merlo hace referencia a un grupo de terroristas pertenecientes al Partido Revolucionario del Pueblo – Ejército Revolucionario del Pueblo que después de haber sido derrotados militarmente en Argentina se había trasladado a Nicaragua para tomar parte en las filas del Sandinismo de la lucha contra Somoza.
[viii] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 403.
[ix] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 408.
[x] JUNTA COORDINADORA REVOLUCIONARIA: Nucleamiento de coordinación de los grupos terroristas latinoamericanos: MLN-Tupamaros, PRT-ERP, MIR y FLN de Bolivia. Funcionó brevemente entre 1974 y 1977.
[xi] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 407.
[xii] FAL: Se trata de un Fusil Automático Liviano, calibre 7,62 mm, Arma de dotación de varios ejércitos de la región entre ellos el argentino. Curiosamente esta arma no figura en el listado que menciona Gorriarán Merlo como el armamento de que disponía el comando asesino.
[xiii] IRURZÚN, Hugo Alfredo: Había nacido en 1946 en la provincia argentina de Santiago del Estero. De allí su nombre de guerra de “Santiago”. Su padre era empleado bancario y su madre maestra. Curso estudios de ingeniería en la Facultad de Rosario, provincia de Santa Fe. Siendo estudiante universitario ingresó al Partido Revolucionario de los Trabajadores y fue uno de los fundadores de su brazo armado el Ejército Revolucionario del Pueblo. Recibió adiestramiento militar en tácticas guerrilleras en Cuba. Tenía gran experiencia de combate. El 19 de enero de 1974 integró la Compañía “Héroes de Trelew” del ERP que realizó el ataque a la Guarnición Militar de Azul, provincia de Buenos Aires. La guarnición estaba integrada por el Regimiento de Caballería Blindada y el Grupo de Artillería Blindada 1. En la acción resultó muerto el Coronel Camilo Arturo Gay y su esposa Hida Irma Casaux de Gay. También fue secuestrado el Teniente Coronel Jorge Roberto Ibarzabal posteriormente asesinado por los terroristas. Más tarde comandó la “Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez”, el grupo guerrillero que operó en las zonas de monte de la provincia argentina de Tucumán, hasta ser herido en una pierna durante una emboscada montada por el Ejército Argentino. En diciembre de 1975 participó del frustrado ataque al Batallón de Arsenales 601, que el Ejército Argentino tenía en la localidad de Monte Chingolo, provincia de Bs. As. Cuando el gobierno militar de la Argentina desarticuló a los movimientos terroristas, en 1977, fugó a Brasil y luego a España. Desde allí se trasladó a Nicaragua donde se incorporó a las fuerzas sandinistas en el llamado Frente Sur, comandando un grupo de artillería.
[xiv] SÁNCHEZ, Roberto y LAREU, Silvia: eran dos terroristas del PRT-ERP con gran experiencia de combate y entrenados en Cuba que también tomaron parte del atentado contra Somoza y escaparon con vida. Ambos habían participado del ataque al Batallón de Arsenales 601, en diciembre de 1975. En enero de 1989, murieron durante el ataque al Regimiento Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, en la provincia de Bs. As. Gobernaba en ese entonces en la Argentina el presidente constitucional Raúl Alfonsín.
[xv] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 410.
[xvi] GORRIARÁN MERLO, Enrique H.: Ob. cit. p. 437.
[xvii] ANDREW, Christopher y Oleg GORDIEVSKY: “KGB. La historia interior de sus operaciones desde Lenin a Gorbachev”. Ed. Plaza & Janés. Barcelona 1991. p. 272.
[xviii] URGENTE 24. INFO: Artículo del servicio de noticias del 21/12/04.
[xix] En 1978, la KGB asesinó en la ciudad de Londres al desertor búlgaro Georgi Markov después de que le inyectaron una cápsula de ricino en el muslo, supuestamente por medio de una estocada asestada con un falso paraguas. También se acusa a los organismos de inteligencia rusos de la muerte del periodista de la Novaya Gazeta y legislador del partido liberal Yabloko, Yuri Schekochikhin, en julio de 2003, y del ataque a otra periodista de ese periódico, Anna Politkovskaya, quien afortunadamente sobrevivió al envenenamiento de su té. Para más datos ver GUTTERMAN, Steve: “Rusia y el veneno como herramienta política”. Artículo publicado en La Nación, Bs. As. 26/12/04.
[xx] THOMAS, Gordon: “Mossad. La historia secreta”. Ed. Vergara. Bs. As. 2000. ps. 144 a 153.
[xxi] SANTORO, Daniel: “Acusan a Pinochet de ordenar el asesinato de Prats en Palermo”. Artículo publicado en el suplemento Zona del diario Clarín Bs. As. 19/6/05, p. 38.